– La carrera de los fragmentos a traves del gel. Es para fijar mejor mis ideas.
– Y he aqui el resultado -exclamo Portelance senalando con el dedo la pantalla-. Perfil de veintiocho franjas mostrado por el secuenciador. Hermoso, ?no te parece?
– Mucho.
– Esta combinacion -prosiguio Mitch-, en este caso la orina de Jules Saint-Croix, como recordaras, constituye su perfil genetico, unico en el mundo.
Adamsberg contemplo la transformacion de la orina de Jules en veintiocho franjas. Asi era Jules, asi era el hombre.
– Si fuera tu orina -dijo Portelance relajandose un poco-, veriamos, claro esta, algo completamente distinto.
– Pero ?veintiocho franjas, de todos modos? ?No ciento cuarenta y dos?
– ?Por que ciento cuarenta y dos?
– Porque si. Solo me informo.
– Veintiocho, ya te lo he dicho. En resumen, si matas a alguien, la cagarias meandote en el cadaver.
Mitch Portelance se rio solo.
– No te preocupes, me relajo -explico.
En la pausa de mediodia, Adamsberg aviso a Voisenet, que bebia un cafe solo mientras discutia con Ladouceur. Le hizo una senal y Voisenet se reunio con el en una esquina.
– ?Ha podido seguirlo, Voisenet? ?Lo del gel, la carrera y las veintiocho franjas?
– Bastante.
– Yo no. Sea amable y envie el informe diario a Mordent, yo no soy capaz de hacerlo.
– ?Va demasiado deprisa Portelance? -se inquieto el teniente.
– Y yo demasiado despacio. Digame, Voisenet -anadio Adamsberg sacando su cuaderno-, ?le dice algo este pez?
Voisenet se inclino interesado sobre el esbozo que Adamsberg habia hecho del animalito que escudrinaba las profundidades del lago Pink.
– Nunca lo habia visto -dijo Voisenet intrigado-. ?Esta seguro del parecido del dibujo?
– No falta ni una aleta.
– Nunca lo habia visto -repitio el teniente agitando la cabeza-. Y, sin embargo, se bastante de ictiologia.
– ?De que?
– De peces.
– Entonces, diga «peces», se lo ruego. Ya me cuesta comprender a nuestros colegas, no me complique la tarea.
– ?De donde sale eso?
– De un jodido lago, teniente. De dos lagos puestos el uno encima del otro. Un lago vivo sobre un lago muerto.
– ?Como dice?
– Veinte metros de profundidad, tres metros de lodos que tienen diez mil anos. En el fondo, nada se mueve ya. Y dentro nada esa antigua pescadilla herencia de los tiempos marinos. Una especie de fosil viviente que nada tiene que hacer alli, si usted quiere. Podemos preguntarnos, incluso, por que y como ha sobrevivido. En todo caso, ha resistido y se debate en ese lago como un diablo en agua bendita.
– Mierda -susurro Voisenet, con vehemencia, sin poder apartar los ojos del dibujo-. ?Esta seguro de que no se trata de una fabula, de una leyenda?
– El cartel era de lo mas serio. ?En que esta pensando? ?En el monstruo del Lago Ness?
– Nessie no es un pez, es un reptil. ?Donde esta eso, comisario? ?El lago?
Adamsberg, con la mirada perdida, no respondio.
– ?Donde esta? -repitio Voisenet.
Adamsberg dirigio los ojos hacia su colega. Estaba preguntandose que sucederia si Nessie se hubiera metido por entero en el portico de la catedral de Estrasburgo. Se habria sabido. Aunque hubiera sido un suceso inusitado pero no muy destructivo, puesto que el monstruo del Lago Ness no escupia fuego por los ollares y era incapaz, por lo tanto, de hacer estallar la joya del arte gotico.
– Perdon, Voisenet, estaba pensando. Se trata del lago Pink, no muy lejos de aqui. Rosado y azul, magnifico en la superficie. De modo que cuidado con las apariencias. Y si descubre ese pez, agarremelo por las narices.
– Eh -protesto Voisenet-. No hago dano a los peces, me gustan.
– Pues bien, este, a mi, no me gusta. Venga, le mostrare el lago en un mapa.
Adamsberg procuro evitar cualquier posible encuentro con Noella aquella noche, asi que estaciono en una calle alejada, entro en el inmueble por la puerta trasera del sotano y evito el sendero de paso. Corto por el bosque, atraveso la obra, se cruzo con el guarda, que acababa de ocupar su puesto.
– Hey, man! -dijo el vigilante con un gran ademan-. ?Otra vez agitando los harapos?
– Si, bienvenido -respondio Adamsberg con una sonrisa, sin detenerse.
Solo encendio la linterna cuando estuvo ya a salvo, a los dos tercios del trayecto, mucho despues de la piedra de la que Noella nunca pasaba, y tomo de nuevo el sendero. Ella le aguardaba veinte metros mas alla, apoyada en un haya.
– Ven -le dijo tomandole de la mano-. Tengo algo que decirte.
– Tengo una cena con los colegas, Noella, no puedo.
– No sera mucho tiempo.
Adamsberg se dejo arrastrar hasta la tienda de alquiler de bicis y se sento prudentemente a dos metros de la muchacha.
– Tu me quieres -declaro Noella de entrada-. Lo vi la primera vez, cuando apareciste en el sendero.
– Noella…
– Lo sabia -interrumpio Noella-. Que eras tu el que me amaba. El me lo habia dicho. Por eso venias a esa piedra cada dia y no por lo del viento.
– ?Como es eso? ?Quien es «el»?
– El viejo indio Shawi. El me lo dijo. Que la otra mitad de Noella se me apareceria en la piedra del rio de los antiguos Outaouais.
– El viejo indio -repitio Adamsberg-. ?Donde te dijo eso el viejo indio?
– En Sainte-Agathe-des-Monts. Es un algonquino. Desciende de los outaouais. Sabe. Espere y eras tu.
– Dios mio, Noella, no iras a hacerle caso…
– Tu -indico Noella senalando con el dedo a Adamsberg-. Me quieres como yo te quiero. Nada nos separara, como el rio seguira corriendo.
Loca, completamente loca. Laliberte tenia razon. No estaba claro lo de la muchacha sola, al alba, en el sendero de paso.
– Noella -dijo poniendose en pie y andando por la cabana-. Noella, eres una chica adorable, esplendida, me gustas mucho pero no te quiero, perdoname. Estoy casado, quiero a mi mujer.
– Mientes y no tienes mujer. El viejo Shawi me lo dijo. Y me quieres.
– No, Noella. Solo hace seis dias que nos conocemos, estabas triste a causa de tu chorbo, yo estaba solo, y eso es todo. La historia acaba aqui, lo siento.
– No se acaba, comienza para siempre. Aqui -anadio la muchacha senalando su vientre.
– ?Aqui?
– Aqui -repitio con calma Noella-. Nuestro hijo.
– Mientes -dijo sordamente Adamsberg-. No puedes saberlo tan temprano.
– Si, los tests dan la respuesta en tres dias. Y Shawi me anuncio que tendria un hijo tuyo.
– Es falso.
– Es cierto. Y no abandonaras a Noella, que te quiere y lleva a tu hijo.
La mirada de Adamsberg se volvio, instintivamente, hacia la ventana de guillotina. Levanto rapidamente el panel y salto a la carretera.