Sanscartier asintio.

– Tenia relaciones con la rubia. Y la rubia frecuentaba el sendero, ?correcto?

– Correcto.

– Tal vez le dio puerta. Tal vez estaba celoso como un palomo y se le fue la chaveta. ?Posible?

– Si -dijo Sanscartier.

– O tal vez, y eso es lo que yo creo, la muchacha le solto un punado de tonterias, fingiendo que la habia prenado. Tal vez quisiera casarlo por la fuerza. Y la cosa se puso de perros. No se la pego contra una rama, Sanscartier, se peleo con ella.

– Ni siquiera sabemos si se encontraron.

– ?A que vienen esas bobadas?

– Digo que, a dia de hoy, no tenemos pruebas.

– Estoy hasta el gorro de tus objeciones, Sanscartier. ?Tenemos montones de pruebas! ?Tenemos sus huellas en el cinturon!

– Quizas las hubiera dejado antes. Porque la conocia.

– ?Tienes obstruidos los dos agujeros, sargento? Acababan de regalarle el cinturon. En un momento dado, por el sendero, vio a la muchacha. Y asi, por las buenas, se meo en las botas y la mato.

– Comprendo, superintendente, pero no puedo creerlo. No puedo relacionar a Adamsberg con un crimen.

– No te embrolles con tus ideas. Le conocias desde hace quince dias, ?que sabes de el? Nada. Es traidor como un buey flaco. Y el maldito perro la mato. Una prueba de que le falta un tornillo: ni siquiera sabe lo que hizo aquella noche. Ha pasado el trapo por la pizarra. ?Correcto?

– Si -dijo Sanscartier.

– Entonces, va usted a agarrarme al muy maldito. Rompase la cara y hagame overtime hasta que el tipo este en la nevera.

XXXVIII

Recibir a un individuo extenuado y sin equipaje no molesto a Basile, puesto que el hombre le era recomendado en una nota de Violette, como si fuera un salvoconducto gubernamental.

– ?Servira eso? -pregunto abriendole la puerta de una pequena habitacion.

– Si. Muchas gracias, Basile.

– Comeras algo antes de acostarte. Violette es toda una mujer, ?eh?

– Una diosa Tierra, podriamos decir.

– ?Y asi es como ha conseguido pegarsela a todos los cops de Gatineau? -pregunto Basile, muy divertido.

De modo que Basile estaba al corriente de lo esencial… Era un tipo pequeno y de tez rosada, con los ojos agrandados por unas gafas de montura roja.

– ?Puedes contarme su truco? -dijo.

Adamsberg le resumio en dos palabras la operacion.

– No -dijo Basile sirviendo unos sandwiches-. No lo resumas, cuentamelo con todos los detalles.

Adamsberg relato la epopeya Retancourt, desde su sistema de invisibilidad en la GRC hasta su sistema de pilar. Lo que Adamsberg consideraba una catastrofe divertia mucho a Basile.

– No puedo comprender -dijo para terminar- como no se ha caido. Peso setenta y dos kilos.

– Debes comprender que Violette tiene experiencia. Convierte su energia en lo que ella quiere.

– Lo se. Es mi teniente.

Era, penso al entrar en la habitacion. Pues aunque consiguiera cruzar el Atlantico, no iba a sentarse otra vez en la Brigada, con las piernas sobre la mesa. Criminal huido, a la fuga. Mas tarde, se dijo. Seleccionar las muestras, cortarlas en finas laminas. Colocarlas una a una en los alveolos.

Retancourt se reunio con ellos hacia las nueve de la noche. Entusiasta, Basile habia preparado ya su habitacion, la cena y obedecido sus ordenes. Habia conseguido para Adamsberg ropa, maquinilla de afeitar, articulos de aseo y lo necesario para aguantar una semana.

– Cojonudo -dijo Retancourt a Adamsberg, comiendo las crepes con jarabe de arce que Basile habia cocinado.

Lo que recordo a Adamsberg que no habia comprado aun el jarabe para Clementine. Se habia convertido en una mision imposible.

– Los cops han vuelto a visitarme hacia las tres. Yo estaba leyendo en la cama, terriblemente preocupada y convencida de que habia tenido usted un accidente. Un teniente que se hacia mala sangre a causa de su superior. Pobre Ginette, casi le he dado pena. Sanscartier iba con ellos.

– ?Como estaba? -pregunto rapidamente Adamsberg.

– Desolado. Me ha parecido que le caia usted bien.

– Es reciproco -dijo Adamsberg, imaginando las angustias del sargento al descubrir que su nuevo amigo habia ensartado a una muchacha con un tridente, por las buenas.

– Desolado y poco convencido -preciso Retancourt.

– En la GRC, algunos le toman por un bobo. Portelance dice que tiene agua en la cabeza.

– Pues bien, se equivoca de medio a medio.

– ?Y Sanscartier no compartia su opinion?

– Eso parecia. Hacia lo menos posible, como si no quisiera ensuciarse las manos. No participar, no ser de ellos. Olia a almendras dulces.

Adamsberg rechazo la segunda ronda de crepes. Pensar en que Sanscartier el Bueno, cubierto de leche de almendras, no le habia arrojado a los perros le hizo bien; al menos un poco.

– Por lo que he podido oir en el pasillo, Laliberte se subia por las paredes. Han abandonado la vigilancia dos horas despues y se han ido del parque. Me he largado tranquilamente. El coche de Raphael estaba de nuevo en el aparcamiento del hotel. Ha podido pasar entre las mallas de la red. Es guapo, su hermano.

– Si.

– Podemos hablar delante de Basile -prosiguio Retancourt sirviendo vino-. Acerca de los documentos, no quiere recurrir a Danglard. Bien. ?Tiene usted, en Paris, un falsificador a mano?

– Conozco algunos veteranos, pero no apostaria ni una una por ellos. Ni la menor confianza.

– Yo solo tengo a uno, aunque seguro. Podria poner la mano en el fuego. Solo que, si apostamos por el, tendria que asegurarme que no le buscara luego las cosquillas. Que no va a hacerme preguntas, que no mencionara mi nombre, ni siquiera si Brezillon le echa mano y le interroga.

– Por supuesto.

– Ademas, ha vuelto al redil. Lo hizo tiempo atras y solo volvera a hacerlo si yo se lo pido.

– ?Su hermano? -pregunto Adamsberg-. ?El que estaba debajo del albornoz?

Retancourt dejo su vaso de vino.

– ?Como lo sabe?

– Por su preocupacion. Y muchas palabras para hablar de el.

– Vuelve a ser un poli, comisario.

– A veces. ?En cuanto tiempo podria hacerlo?

– En dos dias. Manana nos fabricaremos nuevas jetas y unas fotos de carne. Se las escaneamos. Trabajando muy deprisa, tendra los pasaportes el jueves. Por correo urgente, podemos esperar recibirlos el proximo martes y despegar ese mismo dia. Basile ira a buscarnos los billetes. Billetes para vuelos distintos, Basile.

– Si -dijo Basile-. Buscaran una pareja, asi que es mas prudente separarse.

– Te los pagaremos desde Paris. Tu te encargaras de todo, como la madre de los bandidos.

– Ni hablar de que asomeis, por ahora, la nariz -confirmo Basile-, ni de que pagueis con las tarjetas de credito. La foto del comisario estara manana mismo en Le Devoir. Y la tuya tambien, Violette. Puesto que te has largado del hotel sin decir adios muy buenas, no estas

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