Quince minutos mas tarde, Josette habia proporcionado a Adamsberg la lista de todas las propiedades adquiridas por el Tridente desde 1949, el bufete Desseveaux se habia encargado de los expedientes anteriores. El mismo vasallo habia seguido, pues, los asuntos del juez, no solo hasta su muerte sino tambien mas alla, hasta la reciente compra del Schloss.

Adamsberg estaba en la cocina y removia una crema de huevos con una cuchara de madera, de acuerdo con las instrucciones de Clementine. Es decir, remover sin parar a velocidad constante, dibujando ochos en la cacerola. Consignas decisivas para evitar la formacion de grumos. La localizacion y los nombres de las sucesivas propiedades del juez confirmaban lo que ya sabia del pasado de Fulgence. Todas se correspondian con los crimenes de tres puntas que habia descubierto durante su larga investigacion. Durante diez anos, el magistrado habia impartido justicia en su circunscripcion de Loire-Atlantique, y vivia en el Castelet-les-Ormes. En 1949, atravesaba a su primera victima, a unos treinta kilometros de alli, un hombre de veintiocho anos, Jean-Pierre Espir. Cuatro anos mas tarde, una muchacha era asesinada en la misma zona, Annie Lefebure, en condiciones muy parecidas a las del crimen de Elisabeth Wind. El juez reincidia seis anos mas tarde, ensartando a un joven, Dominique Ventou. Por entonces se habia vendido, prudentemente, el Castelet. Fulgence se establecio entonces en su segunda circunscripcion, en Indre-et-Loire. Las actas notariales mencionaban la compra de un pequeno castillo del siglo XVII, Les Tourelles. En su nuevo territorio, acabo con dos hombres, Julien Soubise, de cuarenta y siete anos, y, cuatro anos mas tarde, un anciano, Roger Lentretien. En 1967, abandonaba la region y se establecia en la Mansion, en el pueblo de la familia Adamsberg. Habia esperado seis anos antes de asesinar a Lise Autan. Esta vez, la amenaza que constituia el joven Adamsberg le habia obligado a abandonar el lugar de inmediato y a instalarse en Dordogne, en el Pigeonnier. Adamsberg conocia aquella granja senorial a donde, como en Schiltigheim, habia llegado demasiado tarde. El juez habia huido ya ante el, tras el asesinato de Daniel Mestre, de treinta y cinco anos.

Adamsberg le habia localizado luego en Charente, a consecuencia del asesinato de Jeanne Lessard, de cincuenta y seis anos. Entonces se habia mostrado mas rapido y habia encontrado a Fulgence en su nueva morada de la Tour Maufourt. Era la primera vez que volvia a ver a aquel hombre desde hacia diez anos, y su flameante autoridad no se habia apagado. El juez se habia reido sarcastico ante las acusaciones del joven inspector y habia amenazado con toda suerte de machaques y aplastamientos si seguia acosandole. Le acompanaban dos nuevos perros, unos dobermans a los que se oia ladrar furiosamente en la caseta. Adamsberg habia sufrido ante la mirada del magistrado, que no le resulto mas facil de aguantar que cuando tenia dieciocho anos, en la Mansion. Habia enumerado los ocho crimenes de los que le acusaba, desde Jean-Pierre Espir hasta Jeanne Lessard. Fulgence habia apoyado la punta de su baston en su torso, haciendole retroceder ante el, y habia pronunciado unas palabras definitivas en el tono de una cortes despedida.

– No me toques, no te acerques. Arrojare sobre ti el rayo cuando me plazca.

Luego, dejando su baston y tomando las llaves de la caseta, habia repetido la misma frase que habia utilizado diez anos antes, en el granero.

– Adelantate, joven. Contare hasta cuatro.

Como en el pasado, Adamsberg habia huido ante la desenfrenada carrera de los dobermans. En el tren, habia recuperado el aliento y despreciado con todas sus fuerzas la grandilocuencia del juez. Aquel tipo que se las daba de senor no iba a hacerle polvo con una simple presion de su baston. Habia reanudado la caza pero la repentina desaparicion de Fulgence de la Tour Maufourt le habia pillado desprevenido. Solo con el anuncio de su muerte, cuatro anos mas tarde, conocio Adamsberg su ultimo retiro, una mansion de Richelieu, en Indre-et-Loire.

Adamsberg se afanaba haciendo sus ochos en la crema de huevo. En cierto modo, el ejercicio le ayudaba a no verse en la piel diabolica del Tridente, atravesando a Noella en el sendero, exactamente como hubiera hecho Fulgence.

Mientras manejaba la cuchara de madera, escuchando su apacible movimiento, comenzaba a disponer el futuro tramo de subterraneo que debia despejar con Josette. Habia dudado de su talento, pensando en la exageracion de una anciana en declive que rejuvenecia en una vida quimerica. Pero habia efectivamente una osada y veterana hacker alojada en el cuerpo, antiguamente burgues, de Josette. Sencillamente, la admiraba. Aparto la cacerola del fuego con la consistencia deseada. El, por lo menos, habia conseguido no estropear la crema de huevo.

Tomo de nuevo el movil de mafioso de Josette para llamar a Danglard.

– Nada todavia -le dijo su adjunto-. Es largo.

– He encontrado un atajo, capitan.

– ?Polvoriento?

– Solido. El mismo notario vasallo se encargo de las adquisiciones de Fulgence hasta su muerte. Y tambien de las del discipulo -anadio prudentemente-, en todo caso la del Schloss de Haguenau.

– ?Donde esta, comisario?

– En el bufete de un notario, en el bulevar Suchet. Me muevo con toda comodidad. Me he puesto zapatillas deportivas para no hacer ruido. Moqueta de lana, clasificadores barnizados y ventiladores. Todo es elegante por aqui.

– Ah, bueno.

– Sin embargo, despues de su muerte, las compras se efectuaron con otros nombres, como Maxime Leclerc. Tengo pues una posibilidad de descubrirlos durante los dieciseis ultimos anos, pero siempre que imagine nombres y apellidos que puedan evocar el de Fulgence.

– Si -aprobo Danglard.

– Pero no soy capaz de hacerlo. No se ni una palabra de etimologia. ?Podria usted hacerme una lista de todo lo que pueda sugerir el relampago, el rayo, la luz, y luego la grandeza, el poder, como en Maxime Leclerc? Incluya todo lo que se le pase por la cabeza.

– No necesito anotarlo, puedo decirselo enseguida. ?Tiene usted algo con que escribir?

– Vamos, capitan -dijo Adamsberg, admirado de nuevo.

– No hay muchas posibilidades. Por lo que se refiere a la luz, busque Luce, Lucien, Lucenet y demas formas, asi como Flamme, es decir, «llama», o Flambard. Por lo que se refiere a la claridad, busque entre los derivados de claras, «brillante», «ilustre». Mire si esta Clair o Clar, eventualmente algunos diminutivos como Claret o Clairet. Por lo que se refiere a la idea de grandeza, intente con Mesme o Mesmin, formas populares derivadas de Maxime, Maximin, Maximilien. Fijese tambien en los Legrand, Majorai, Majorel o, tambien, Mestrau o Mestraud, formas alteradas de «superior», «excelente». Anada Primat, y eventualmente sus variantes peyorativas como Primard o Primaud. Intentelo tambien con Auguste, Augustin, por lo que se refiere a la majestad. No olvide los nombres que recuerden la grandeza por su sentido figurado, como Alejandro, Alex, Cesar o Napoleon, aunque este sea demasiado chillon.

Adamsberg llevo de inmediato la lista a Josette.

– Habria que combinar todo eso para encontrar eventuales compradores entre la muerte del juez y la adquisicion de Maxime Leclerc. En relacion con mansiones senoriales, pequenos castillos, casas solariegas o grandes villas, aisladas todas.

– Ya lo he entendido -dijo Josette-. Ahora seguimos al fantasma.

Adamsberg, apretando sus rodillas con las manos, aguardo con ansiedad que la anciana terminara sus manejos subterraneos.

– Tengo tres que podrian adecuarse -anuncio-. Tengo tambien un Napoleon Grandin, aunque en un pequeno apartamento de Courneuve. No creo que sea su hombre. Su fantasma no es un espectro proletario, si lo he comprendido bien. En cambio, he encontrado un Alexandre Clar que adquirio una mansion en Vendee, en 1988, municipio de Saint-Fulgent precisamente. Vendida en 1993. Un Lucien Legrand, propietario de un dominio en Puy-de-Dome, municipio de Pionsat, de 1993 a 1997. Y un Auguste Primat en una mansion senorial del norte, municipio de Solesmes, de 1997 a 1999. Y luego el tal Maxime Leclerc, de 1999 hasta hoy. Las fechas se suceden, comisario. Voy a imprimirle eso. Concedame tan solo un momento para borrar nuestros pasos de la moqueta.

– Ya lo tengo, Danglard -dijo Adamsberg, jadeando por su carrera subterranea-. Sobre los nombres, compruebe primero que no esten en el registro civil: Alexandre Clar, nacido en 1935, Lucien Legrand, nacido en 1939, y Auguste Primat, nacido en 1931. Sobre los crimenes, busque en un radio de cinco a sesenta kilometros

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