– ?Y como quiere usted que me haga con el trasto? Ya no es comisario.
– Lo recuerdo -dijo Adamsberg, como si oyera grunir la voz de Clementine-. Pidaselo a Danglard, convenzalo, usted sabe hacerlo. Desde la exhumacion, Brezillon se esta poniendo de mi lado, y el lo sabe.
– Hare lo que pueda. Pero ahora le obedecemos a el.
LI
Josette se habia apoderado, con pasion, del ordenador de Michael Sartonna. Adamsberg tuvo la impresion de que no habria podido complacerla mas que ofreciendole aquella maquina sospechosa, un sueno de hacker. El ordenador no habia llegado a Clignancourt hasta ultima hora de la tarde, y Adamsberg sospechaba que Danglard habia hecho que sus propios especialistas lo examinaran antes. Logico, normal, ahora era el jefe de la Brigada. Con la entrega, el mensajero le habia dado una nota de Retancourt por la que confirmaba que el disco duro estaba vacio, tan refrotado como un fregadero. Lo que solo consiguio incrementar la concupiscencia de Josette.
Se atareo largo rato haciendo saltar los sucesivos filtros que protegian la lavada memoria de la maquina, confirmando a Adamsberg que la maquina acababa de ser visitada.
– Sus hombres no se han tomado el trabajo de disimular su paso. Es muy natural, no estaban haciendo nada ilegal.
El ultimo filtro solo se desbloqueo con el nombre invertido del perro de Michael,
Pero una vez superados aquellos filtros, Josette topo con el vacio anunciado.
– Buena colada, lavado con estropajo metalico -dijo a Adamsberg.
Evidentemente. Si los veteranos especialistas del laboratorio no habian encontrado nada, no existia razon alguna para que Josette les superara. Las arrugadas manos de la hacker volvieron a posarse, obstinadas, en el teclado.
– Sigo buscando -dijo, tozuda.
– Es inutil, Josette. Los tipos del laboratorio le han dado la vuelta como a un guante.
Era la hora del oporto y Clementine llamo a Adamsberg para la copa vespertina, como se ordena a un adolescente que haga sus deberes. Ahora, Clementine anadia una yema de huevo, batiendola en el vino dulce. El oporto-flip era mas reconstituyente.
– Se obstina -explico Adamsberg a Clementine, tomando el vaso lleno de aquella espesa mezcla a la que se habia acostumbrado.
– Viendola asi, se diria que puedes derribarla de un papirotazo -dijo Clementine haciendo chocar su vaso con el de Adamsberg.
– Y no se puede.
– No -interrumpio Clementine impidiendo el gesto de Adamsberg, que se llevaba el vaso a los labios-. Cuando se brinda, hay que mirarse a los ojos. Lo he dicho ya. Luego hay que beber enseguida sin dejar el vaso. Sin eso, no funciona.
– ?Que es lo que no funciona?
Clementine movio la cabeza como si la pregunta de Adamsberg fuera una pura burrada.
– Repitamoslo -dijo-. Mireme bien a los ojos. ?De que estabamos hablando?
– De Josette, de los papirotazos.
– Si. No hay que fiarse. Porque en el interior de mi Josette hay una brujula que nunca abandona el norte. Ha chorizado millones a los peces gordos. Y no va a dejarlo manana.
Adamsberg llevo un vaso de la mezcla reconstituyente al despacho.
– Hay que mirarse bien a los ojos antes del brindis -explico a Josette-. De lo contrario no funciona.
Josette golpeo su vaso del modo debido, sonriendo.
– He podido pescar fragmentos de una linea -dijo con su fragil voz-. Se trata de los restos dispersos de un mensaje, que sus hombres no han leido -anadio con una pizca de orgullo-. Hay rincones que los mejores sabuesos olvidan peinar.
– Un intersticio entre la pared y el pie del lavabo.
– Por ejemplo. Siempre me ha gustado hacer la limpieza a fondo, lo que molestaba a mi armador. Venga a verlo.
Adamsberg se acerco a la pantalla y leyo una hermetica sucesion de algunas letras que habian sobrevivido a la debacle:
Josette parecia satisfecha por su descubrimiento.
– ?Eso es todo lo que queda? -pregunto Adamsberg, decepcionado.
– Nada mas, pero es algo de todos modos -dijo Josette, alegre aun-. Porque ese grupo de vocales
– Y en
–
– Es una gran fiesta mundana, Josette.
– Ah, si. Nosotros lo llamabamos «coctel», cuando vivia a todo tren. Lo que nos da cinco palabras que contengan esas vocales, y solo tres si prescindimos de las que llevan acento circunflejo.
– Ignoro si Michael era muy fuerte en ortografia.
– Mantendremos pues
– Es el codigo clasico para referirse al distribuidor de Amsterdam. Michael se dedicaba a trapichear, estoy casi seguro.
– Podria adecuarse. Con ese
– ?Como nombre en clave? Nunca lo he oido, pero es posible. La resina del cannabis, el
– Y eso pareceria el mensaje de un camello. O lo que queda de el.
Josette anoto las letras diseminadas en un papel y trabajaron un momento en silencio.
– No se que hacer con
– ?«Cruzar municion chalupa»? -propuso Adamsberg.
– Lo que daria algo parecido a:
– Y eso nada tiene que ver con el tridente -dijo Adamsberg en voz baja-. Michael debio de verse envuelto en un trafico demasiado grande para el. Un caso para estupefacientes, pero no para nosotros, Josette.
Josette bebio con delicadeza su oporto-flip, mientras la contrariedad multiplicaba las arrugas de su pequeno rostro.