Este metodo de disparo era bastante eficaz, siempre que el oido fuera pequeno. Pero tras repetidos disparos, la mecha encendida y la explosion de polvora lo corroia y lo ensanchaba, de forma que hacia de valvula de escape de los gases en expansion. Cuando esto sucedia, el alcance del canon se reducia considerablemente; y finalmente, el proyectil no se disparaba, con lo cual el canon resultaba muy peligroso para los artilleros.
Para remediar este deterioro inevitable, los fabricantes de canones habian dotado las culatas de una pieza metalica reemplazable con un agujero perforado en el centro. La pieza se introducia por la boca del canon, de modo que la expansion de los gases debida a la explosion la empujara a su lugar, ajustan- dola mas con cada disparo. Cuando el oido se ensanchaba demasiado, bastaba retirar la pieza de metal y colocar una nueva.
Pero a veces toda la pieza de metal salia expulsada con la explosion, lo que dejaba un gran agujero en la culata del canon. A esto se referia el Judio: queria inutilizar los canones y que tuvieran que colocar una nueva pieza, un proceso que podia llevar varias horas.
– Creedme -aseguro don Diego-, cuando acabemos con los canones, tan solo serviran de lastre en un barco mercante.
Hunter miro a Lazue.
– ?Que ves en el interior de la fortaleza?
– Tiendas. Muchas tiendas.
– Seran para la guarnicion -dijo Hunter.
Durante casi todo el ano, el clima era tan suave en el Nuevo Mundo que los soldados no necesitaban una proteccion mas permanente, y esto era particularmente cierto en islas donde llovia tan poco como en Matanceros. De todos modos, Hunter podia imaginar la consternacion de los soldados, que habrian dormido en el barro, debido a la tormenta de la noche anterior.
– ?Y el polvorin?
– Hay una construccion de madera al norte, dentro de la muralla. Podria estar alli.
– Bien -dijo Hunter. No queria perder tiempo buscando el polvorin cuando entraran en la fortaleza-. ?Ves defensas en el exterior de la muralla?
Lazue observo el terreno circundante.
– No veo nada.
– Bien. Ahora habiame del barco.
– Una tripulacion reducida al minimo -dijo ella-. Veo cinco o seis hombres en los botes varados en tierra, frente al pueblo.
Hunter se habia fijado en el pueblo. La habia sorprendido ver una serie de construcciones toscas de madera paralelas a la costa, a cierta distancia del fuerte. Obviamente, las habian construido para albergar a la tripulacion del galeon en tierra, prueba de que tenian la intencion de permanecer una larga temporada en Matanceros, quiza hasta que partiera la siguiente flota del tesoro.
– ?Soldados en el pueblo?
– Veo algunos jubones rojos.
– ?Guardias en los botes?
– Ninguno.
– Nos ponen las cosas bastante faciles -dijo Hunter.
– Por ahora -replico Sanson.
El grupo recogio el material y borro cualquier rastro de su paso por la cueva. Emprendieron la larga marcha por la pendiente hacia Matanceros.
En el descenso se enfrentaron con el problema opuesto al que habian tenido los dos dias anteriores. En la vertiente oriental de la cresta del monte Leres habia poca vegetacion, y por tanto escasa proteccion. Se vieron obligados a avanzar furtivamente de un grupo de vegetacion espinosa al siguiente, asi que su avance era lento.
A mediodia se llevaron una sorpresa. El barco de guerra negro de Cazalla aparecio en la bocana del puerto, y, con velas amainadas, anclo cerca de tierra. Bajaron una barca; Lazue, con el catalejo, dijo que Cazalla estaba en popa.
– Esto lo echara todo a perder -se lamento Hunter, observando la posicion del buque de guerra. Estaba paralelo a la costa, de modo que los canones de un lado podian barrer el canal.
– ?Y si se queda ahi? -inquirio Sanson.
Era exactamente lo que se preguntaba Hunter, y solo se le ocurrio una respuesta.
– Le prenderemos fuego -dijo-. Si permanece anclado, tendremos que quemarlo.
– ?Prendiendole fuego a un bote en la playa y mandandolo a la deriva?
Hunter asintio.
– Necesitariamos mucha suerte -dijo Sanson.
Entonces Lazue, todavia mirando por el catalejo, intervino:
– Hay una mujer.
– ?Que? -exclamo Hunter.
– En la lancha. Hay una mujer con Cazalla.
– Dejame mirar. -Hunter cogio el catalejo ansiosamente. Pero solo alcanzo a ver una forma blanca irregular sentada a popa junto a Cazalla, que estaba de pie de cara a la fortaleza. Hunter no distinguia ningun detalle. Devolvio el catalejo a Lazue-. Describemela.
– Vestido blanco y sombrilla, o un sombrero grande o algo que le tapa la cabeza. Cara oscura. Podria ser negra.
– ?Su amante?
Lazue sacudio la cabeza. La lancha estaba atracando en el muelle de la fortaleza.
– Esta bajando. Se esta resistiendo…
– Tal vez haya perdido el equilibrio.
– No -dijo Lazue con firmeza-. Se esta resistiendo. Tres hombres la estan sujetando y la obligan a entrar en la fortaleza.
– ?Dices que es morena? -pregunto Hunter. Estaba perplejo. Cazalla podia haberla tomado cautiva, pero cualquier mujer que valiera un rescate sin duda tenia que ser blanca.
– Si, morena -dijo Lazue-. Pero no puedo ver mas.
– Esperaremos -decidio Hunter.
Extranados, siguieron descendiendo.
Tres horas despues, en el momento mas caluroso de la tarde, se detuvieron en unos matorrales de acacias espinosas para beber un poco de agua. Lazue vio que la barca de Cazalla se alejaba de la fortaleza, esta vez con un hombre a bordo que describio como «severo, muy esbelto, firme y erguido».
– Bosquet -dijo Hunter. Bosquet era el lugarteniente de Cazalla, un frances renegado, famoso por ser terriblemente frio e implacable-. ?Esta Cazalla con el?
– No -contesto Lazue.
El bote se detuvo a un lado del galeon y Bosquet subio a bordo. Poco despues la tripulacion izo el bote. Aquello solo podia significar una cosa.
– Van a zarpar -informo Sanson-. Tu suerte sigue, amigo mio.
– No cantes victoria -dijo Hunter-. Veamos primero si se dirige a Ramonas.
Se referia a la isla donde el Cassandra y su tripulacion estaban ocultos. El Cassandra estaba en aguas demasiado poco profundas para que el barco de guerra lo atacara, pero Bosquet podia bloquear el balandro en la cala, y sin el no tenia ningun sentido atacar Matanceros. Necesitaban a los hombres del Cassandra para gobernar el galeon del tesoro fuera del puerto.
El barco de guerra salio del puerto rumbo al sur, pero esto era necesario para llegar a aguas profundas. Sin embargo, una vez en mar abierto, siguio rumbo al sur.
– Maldicion -dijo Sanson.
– No, tan solo esta cogiendo velocidad -respondio Hunter-. Espera.
Mientras hablaba, el barco de guerra cogio viento y, virando a estribor, invirtio la ruta poniendo rumbo al norte. Hunter sacudio la cabeza, aliviado.
– Ya siento el oro entre los dedos -dijo Sanson.
Una hora despues, el navio negro se habia perdido de vista.