en silencio, pero Hunter seguia maniobrando para alejarse del polvorin.

A su alrededor, los hombres de la guarnicion corrian y gritaban. Cualquiera de ellos podia matar a Hunter cuando quisiera. El peligro que corria el capitan era enorme; de repente, Cazalla adivino por que lo hacia. Se detuvo, dio un paso atras y miro hacia el polvorin.

– Sois un bastardo ingles, hijo de…

Cazalla corrio hacia el polvorin, justo cuando la primera explosion lo envolvia en una llamarada blanca y un calor abrasador.

La tripulacion a bordo del Cassandra, que estaba entrando en el estrecho canal, vio explotar el polvorin y grito entusiasmada. Pero Enders, al timon, tenia el ceno fruncido. Los canones de Matanceros seguian alli; distinguia los largos tubos sobresaliendo de los portillos en la pared de piedra. A la luz rojiza del incendio del polvorin, podia ver claramente a los artilleros preparandose para disparar los canones.

– Que Dios nos ayude -dijo Enders. El Cassandra estaba completamente a tiro de las baterias-. ?Todos preparados! -grito-. ?Vamos a probar a que saben las balas de un canon espanol!

Lazue y el Moro, en el puente de proa del galeon, tambien vieron la explosion. Contemplaron como el Cassandra pasaba velozmente frente a la fortaleza.

– Madre de Dios -dijo Lazue-. No han llegado a los canones. No han desarmado los canones.

Diego estaba en el exterior de la fortaleza y corria hacia el agua. No se paro cuando el polvorin exploto con un rugido aterrador; ni se pregunto si Hunter seguia vivo; no penso en nada. Corrio a toda velocidad, con los pulmones a punto de explotar, hacia el mar.

Hunter estaba atrapado en la fortaleza. Las patrullas espanolas apostadas fuera estaban entrando por la puerta occidental; no podia escapar por ahi. No veia a Cazalla por ninguna parte, pero corrio hacia el este, alejandose del polvorin, hacia una construccion baja de piedra, con la intencion de subir al tejado y, desde alli, saltar sobre el muro.

Cuando llego al edificio, cuatro soldados lo interceptaron, lo hicieron retroceder, apuntandole hacia la puerta con la espada y el se encerro dentro. La puerta era de madera gruesa y ellos la empujaron sin exito.

Echo una ojeada a la habitacion. Eran los aposentos de Cazalla, lujosamente amueblados. Una muchacha de cabellos oscuros estaba en la cama. Lo miro aterrorizada, con las sabanas hasta la barbilla, mientras Hunter cruzaba la habitacion hasta las ventanas traseras. Estaba a punto de salir por ellas cuando oyo que ella pregunto, en ingles:

– ?Quien sois?

Hunter se detuvo, estupefacto. Su acento era refinado y aristocratico.

– ?Y quien diablos sois vos?

– Soy lady Sarah Almont, de Londres -dijo-. Me tienen prisionera.

Hunter se quedo boquiabierto.

– Entonces vestios, senora -dijo.

En aquel momento se hizo pedazos otra ventana y Cazalla penetro en la habitacion, blandiendo la espada. Estaba gris y cubierto de hollin por la explosion de polvora. La muchacha grito.

– Vestios, senora -dijo Hunter, mientras se enzarzaba en un combate con Cazalla. Vio que la mujer se apresuraba a ponerse un complicado vestido blanco.

Cazalla jadeaba. Combatia con la desesperacion de la furia y de algo mas, tal vez miedo.

– Ingles -siseo, atacando de nuevo.

En ese momento, Hunter lanzo la espada como si fuera un cuchillo. La hoja atraveso la garganta de Cazalla. El hombre tosio y cayo hacia atras; quedo sentado en la silla de su mesa ricamente adornada. Se echo hacia delante, tirando de la hoja. En esa postura parecia que estuviera estudiando los mapas desplegados sobre la mesa. La sangre goteaba sobre las cartas. Cazalla emitio una especie de gorgoteo y cayo al suelo.

– Vamos -apremio a la mujer.

Hunter la ayudo a cruzar la ventana, para salir de la habitacion. No se volvio a mirar el cadaver de Cazalla.

Se dirigio con la mujer hacia la pared norte del parapeto. El suelo estaba a diez metros de altura y la tierra era dura, con algunos matorrales. Lady Sarah se agarro a el.

– Esta muy alto -dijo.

– No tenemos eleccion -replico el, y la empujo.

Con un chillido, ella cayo. Hunter miro hacia atras y vio que el Cassandra entraba en la bahia, pasando bajo la bateria principal de canones de la fortaleza. Los artilleros estaban a punto para disparar. Hunter tambien salto. La muchacha todavia estaba en el suelo, agarrandose un tobillo.

– ?Os habeis hecho dano?

– No demasiado, creo.

La ayudo a ponerse de pie y le paso un brazo por el hombro. Sosteniendola, corrieron hacia el agua. Oyeron que los primeros canones abrian fuego contra el Cassandra.

Los canones de Matanceros dispararon uno tras otro, con un segundo de diferencia. Pero cada uno de ellos salio despedido hacia atras con la misma frecuencia, escupiendo polvora y fragmentos de bronce. Los artilleros huyeron para ponerse a cubierto. Uno tras otro, los grandes canones retrocedieron y enmudecieron.

Poco a poco los artilleros se levantaron y, perplejos, se acercaron a los canones. Examinaron los oidos que habian explotado y hablaron con voces alteradas.

Entonces, una por una, las cargas colocadas bajo las curenas estallaron, haciendo saltar astillas, y los canones se desplomaron en el suelo. El ultimo canon rodo por el parapeto aterrorizando a los soldados, que corrian intentando esquivarlo.

A menos de quinientos metros de la costa, el Cassandra entro intacto en el puerto.

Don Diego, braceando en el agua, grito a pleno pulmon al Cassandra, que se echaba encima de el. Horrorizado penso que nadie le veria ni le oiria, pero repentinamente la proa del barco viro hacia babor y unas manos fuertes se asomaron por la borda y lo izaron, chorreando, a cubierta. Le pusieron en la mano un frasco de ron; le dieron una palmadita en la espalda y hubo algunas risas.

Diego paseo la mirada por cubierta.

– ?Donde esta Hunter? -pregunto.

A la luz de la aurora, Hunter corria con la muchacha hacia la orilla del extremo septentrional de Matanceros. Estaban pasando bajo los muros por los que sobresalian, torcidos, los canones ahora inutilizados.

Se pararon junto al agua para recuperar el aliento.

– ?Sabeis nadar? -pregunto Hunter.

La muchacha nego con la cabeza.

– ?Nada de nada?

– No, lo juro.

Hunter miro la proa del Cassandra que surcaba la bahia dirigiendose hacia el galeon.

– Vamos -dijo, y volvieron a correr hacia el puerto.

Enders, el artista del mar, maniobro delicadamente el Cassandra para abordar al galeon. Inmediatamente, casi toda la tripulacion salto a bordo del navio mas grande. Incluso Enders paso al barco espanol, donde vio a Lazue y al Moro asomados por la borda. Sanson estaba al timon.

– Todo vuestro, senor -dijo este con una reverencia, entregando el timon a Enders.

– Con tu permiso, amigo mio -repuso Enders. Inmediatamente miro hacia lo alto, donde los marineros se afanaban con las jarcias-. ?Izad la vela mayor! ?Mas rapido con ese foque! -Se desplegaron las velas, y el gran barco empezo a moverse.

A su lado, la reducida tripulacion que quedaba en el Cassandra ato la proa de este ultimo a la popa del galeon. El balandro giro sobre si mismo, con las velas agitandose.

Enders no prestaba atencion al pequeno velero.

Su atencion se concentraba en el galeon. En cuanto empezo a moverse, y la tripulacion se puso a trabajar con el cabrestante para subir el ancla, sacudio la cabeza.

– Menuda vieja carraca -se lamento-. Se mueve como una vaca.

– Pero navegara -dijo Sanson.

– Oh, si, navegara, por decirlo de algun modo.

El galeon se movia hacia el este, en direccion a la boca del puerto. Enders miro hacia la costa, buscando a

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