mexicana en un lado de la balanza y probaba con varios lingotes de plata peruana en el otro hasta que encontro uno que pesaba exactamente lo mismo.
– Este servira -dijo, y coloco todos los lingotes del mismo peso a un lado.
Cuando termino, se acerco al barrilete de agua y sumergio en primer lugar el lingote de plata mexicana. El nivel del agua subio. El Judio senalo el nuevo nivel con la hoja de su punal, haciendo una incision en la madera.
Saco el lingote mexicano y sumergio la plata peruana. El nivel del agua subio por encima de la marca.
– ?Que significa esto, don Diego? ?Es plata?
– En parte -dijo el Judio-. Pero no completamente. Hay algunas impurezas, de otro metal, mas pesado que la plata pero del mismo color.
– ? Es plumbum?
– Quiza. Pero el plomo es mate en la superficie y este no. Diria que esta plata esta mezclada con platinum.
La noticia fue recibida con gemidos. El platino era un metal sin valor.
– ?Que proporcion de cada lingote es platino, don Diego?
– No puedo asegurarlo. Para saberlo con exactitud necesito realizar mas pruebas. Pero yo diria que la mitad.
– Malditos espanoles -gruno Sanson-. No solo roban a los indios, sino que se roban entre ellos. Felipe debe de ser un rey muy necio si se deja enganar asi.
– A todos los reyes los enganan -dijo Hunter-. Forma parte del papel de rey. Pero estos lingotes siguen teniendo algun valor, al menos diez mil libras. Seguimos teniendo un tesoro fabuloso.
– Si -acepto Sanson-. Pero piensa en lo que podria haber sido.
Habia otro tesoro que anadir al inventario. Las bodegas del barco contenian objetos de uso domestico: telas, madera, tabaco y especias como chile y clavo. Todo ello podia subastarse en Port Royal, y alcanzaria la considerable suma de unas dos mil libras en total.
El recuento les llevo toda la noche; cuando terminaron, el grupo se reunio con los demas para beber y cantar. Sin embargo, Hunter y Sanson no participaron, sino que se reunieron en el camarote del capitan.
Sanson fue directamente al grano.
– ?Como esta la mujer?
– Irritable -dijo Hunter-. Y no deja de llorar.
– Pero ?esta ilesa?
– Esta viva.
– Incluyela en la decima del rey -propuso Sanson-. O en la del gobernador.
– Sir James no lo permitira.
– Seguro que puedes convencerlo.
– Lo dudo.
– Has rescatado a su unica sobrina.
– Sir James tiene un sentido de los negocios muy particular. Sus dedos necesitan tocar oro.
– Creo que debes intentarlo; por la tripulacion -dijo Sanson-. Debes hacerle entrar en razon.
Hunter se encogio de hombros. En realidad ya habia pensado en ello, y no excluia plantear la cuestion al gobernador.
Pero no tenia intencion de hacer ninguna promesa a Sanson.
El frances se sirvio vino.
– Bien -dijo entusiasmado-. Hemos realizado grandes cosas, amigo mio. ?Que planes tienes para el regreso?
Hunter le conto su intencion de viajar hacia el sur, para permanecer en mar abierto hasta que pudieran llegar por el norte a Port Royal.
– ?No crees -dijo Sanson- que seria mas seguro dividir el tesoro entre los dos barcos, separarnos ahora y regresar por dos rutas distintas?
– Creo que es mejor que permanezcamos juntos. Dos barcos parecen un obstaculo mayor, vistos desde lejos. Solos, podrian atacarnos.
– Si -admitio Sanson-. Pero hay una docena de barcos espanoles de guerra patrullando estas aguas. Si nos separamos, es muy improbable que ambos tropecemos con uno.
– No debemos temer a los barcos espanoles. Somos mercaderes espanoles legitimos. Solo los franceses o los ingleses podrian atacarnos.
Sanson sonrio.
– No te fias de mi.
– Por supuesto que no -respondio Hunter, sonriendo a su vez-. Te quiero cerca, y quiero tener el tesoro bajo mis pies.
– Como gustes -dijo Sanson, pero sus ojos tenian una mirada torva que Hunter se prometio a si mismo no olvidar.
26
Cuatro dias despues avistaron al monstruo.
Habian navegado sin incidentes por el archipielago de las Antillas Menores. El viento era favorable y el mar estaba en calma; Hunter sabia que se encontraban a un centenar de millas al sur de Matanceros, y cada hora que pasaba respiraba mas aliviado.
La tripulacion estaba ocupada manteniendo el galeon en condiciones. Los marineros espanoles habia dejado El Trinidad en un estado lamentable. Las jarcias estaban deshilachadas; las velas eran finas en ciertos puntos, y estaban desgarradas en otros; los puentes estaban sucios y las bodegas hedian a causa de los deshechos. Habia mucho que hacer mientras navegaban frente a Guadalupe y San Marino.
A mediodia del cuarto dia, Enders, siempre atento, percibio un cambio en el mar. Indico un punto a estribor.
– Mirad alli -dijo a Hunter.
Hunter se volvio. El agua se veia placida, con solo un ligero oleaje que apenas interrumpia la superficie transparente. Pero a unos cien metros se distinguia una mayor agitacion entre las olas: un objeto largo se dirigia hacia ellos a una velocidad increible.
– ?A que velocidad navegamos? -pregunto.
– A diez nudos -dijo Enders-. Dios santo…
– Si nosotros vamos a diez, esa cosa debe de ir a veinte -dijo Hunter.
– Como minimo -corroboro Enders. Echo un vistazo a los marineros. Ninguno de ellos se habia percatado.
– Poned rumbo a tierra -dijo Hunter-. Vayamos a aguas menos profundas.
– A los krakens no les gustan las aguas poco profundas -anadio Enders.
– Esperemos que no.
La forma sumergida se acerco y paso junto al barco a unos cincuenta metros de distancia. Hunter entrevio una masa de luz de color blanco grisaceo y le parecio que estaba dotada de tentaculos, pero desaparecio enseguida. Se alejo, pero luego dio la vuelta y volvio.
Enders se abofeteo la mejilla.
– Estoy sonando -dijo-. Tengo que estar sonando. Decidme que no es verdad.
– Es verdad -respondio Hunter.
Desde la cofa del palo mayor, Lazue, la vigia, llamo la atencion de Hunter con un silbido. Lo habia visto. Hunter la miro y sacudio la cabeza para que no diera la alarma.
– Gracias a Dios que no ha gritado -dijo Enders-, solo nos faltaria eso.
– Aguas menos profundas -dijo Hunter lugubremente-. Y a toda velocidad.
Contemplo las aguas agitadas que se acercaban una vez mas.