En lo alto del palo mayor, Lazue estaba a la suficiente altura respecto a la superficie del mar para poder ver claramente al monstruo que avanzaba hacia ellos. Tenia el corazon en un puno; el kraken era una bestia legendaria, el protagonista de canciones de marineros y cuentos para los hijos de los hombres del mar. Pero pocos habian visto a esa criatura y Lazue no se alegraba de ser uno de ellos. Le parecio que su corazon se detenia mientras miraba como se acercaba aquella cosa otra vez, a una velocidad espeluznante, surcando la superficie del mar hacia El Trinidad.

Cuando estuvo muy cerca, vio al animal claramente en toda su dimension. La piel era de un gris apagado. Tenia un hocico puntiagudo, un cuerpo bulboso que media seis o siete metros y en la parte trasera una marana de largos tentaculos, como la cabeza de Medusa. Paso por debajo del barco, sin tocar el casco, pero las olas que levanto hicieron que el galeon se balanceara. Luego vieron que emergia por el otro lado y volvio a sumergirse en las profundidades azules del oceano. Lazue se seco la frente sudorosa.

Lady Sarah Almont subio a cubierta y vio a Hunter mirando atentamente por la borda.

– Buenos dias, capitan -dijo.

El se volvio y le hizo una pequena reverencia.

– Senora.

– Capitan, estais muy palido. ?Os encontrais bien?

Sin responder, Hunter corrio al otro lado del puente de popa y siguio escrutando las olas, muy concentrado.

Enders, desde el timon, pregunto:

– ?Lo veis?

– ?Ver que? -inquirio lady Sarah.

– No -contesto Hunter-. Se ha sumergido.

– Aqui el mar debe de tener una profundidad de cincuenta metros -dijo Enders-, pero para esa cosa es poco profundo.

– ?Que cosa? -pregunto lady Sarah, con un mohin encantador.

Hunter volvio a su lado.

– Podria regresar -dijo Enders.

– Si -coincidio Hunter.

Ella miro a Hunter y luego a Enders. Ambos estaban empapados de sudor, y muy palidos.

– Capitan, no soy marinero. ?Que significa esto?

Enders, a punto de estallar, dijo:

– Por la sangre de Cristo, senora, acabamos de ver…

– … un presagio -concluyo Hunter rapidamente, lanzando una mirada de advertencia a Enders-. Un presagio, senora.

– ?Un presagio? ?Sois supersticioso, capitan?

– Si, es muy supersticioso, si -interrumpio Enders, mirando hacia el horizonte.

– Es evidente -dijo lady Sarah, golpeando el suelo con el pie- que no vais a contarme que sucede.

– Asi es -dijo Hunter sonriendo.

A pesar de estar palido, su sonrisa era encantadora.

Podia llegar a ser realmente exasperante, penso ella.

– Se que soy una mujer -empezo-, pero debo insistir…

En ese momento, Lazue grito:

– ?Barco a la vista!

Con el catalejo, y forzando la vista, Hunter vio unas velas cuadradas a popa, que apenas asomaban por encima de la linea del horizonte. Miro a Enders, pero el artista del mar estaba gritando ordenes para desplegar todas las velas de El Trinidad. Se desplegaron los juanetes, asi como la vela de cruz, y el galeon gano velocidad.

Una salva de advertencia paso cerca del Cassandra, a un cuarto de milla delante de ellos. Enseguida, el pequeno balandro tambien solto todas las velas.

Hunter volvio a mirar por el catalejo. Las velas en el horizonte no parecian haber aumentado de tamano, pero tampoco habian disminuido.

– Maldicion, de un monstruo a otro -renego Enders-. ?Que tal vamos?

– Nos mantenemos -contesto Hunter.

– Debemos cambiar de rumbo cuanto antes -dijo Enders.

Hunter asintio. El Trinidad navegaba con viento del este a favor, pero aquel rumbo los acercaria demasiado a un archipielago que se encontraba a su derecha. Pronto el agua seria demasiado poco profunda; tendrian que cambiar de direccion. Para cualquier embarcacion, un cambio de rumbo representaba, cuanto menos, perder velocidad temporalmente. Pero en el caso del galeon, con tan pocos brazos, iria demasiado lento.

– ?Podemos virar a popa? -pregunto Hunter.

Enders sacudio la cabeza.

– No me atrevo, capitan. Somos demasiado pocos.

– ?Cual es el problema? -pregunto lady Sarah.

– Silencio -dijo Hunter-. Volved abajo.

– No pienso…

– ?Bajad! -grito el capitan.

Ella retrocedio, pero no se fue. Desde cierta distancia, observo lo que le parecio un extrano espectaculo. Lazue bajaba del aparejo con agilidad felina, casi con movimientos femeninos. Lady Sarah se quedo estupefacta cuando, bajo la camisa que el viento le adheria al cuerpo, distinguio la forma de un pecho. ?Asi que aquel hombre tan agradable era en realidad una mujer! Sin embargo, lady Sarah no tuvo tiempo para pensar en ello, porque Hunter, Enders y Lazue estaban enzarzados en una animada discusion. Hunter le mostraba a ella el barco perseguidor y el archipielago a la derecha. Senalo el cielo despejado y el sol, ya en la parte descendente de su parabola. Lazue fruncia el ceno.

– ?A que isla querriais dirigiros? -pregunto.

– A la del Gato -contesto Enders, senalando una isla grande del archipielago.

– ?A la bahia del Mono? -pregunto ella.

– Si -respondio Enders-. A la bahia del Mono.

– ?La conoces? -dijo Hunter.

– Si, pero de eso hace muchos anos. Es un puerto a barlovento. ?En que fase esta la luna?

– Cuarto menguante -dijo Hunter.

– Y no hay nubes -confirmo Lazue-. Que lastima.

Tras ese comentario, todos asintieron y sacudieron la cabeza lugubremente. Entonces, Lazue dijo:

– ?Sois jugador?

– Sabes que si -contesto Hunter.

– Entonces intentad cambiar de rumbo y despegaros de los perseguidores. Si lo lograis, perfecto. Si no, ya nos las arreglaremos.

– Me fio de tus ojos -dijo Hunter.

– Podeis fiaros -aseguro Lazue, y trepo por el aparejo hasta su puesto de vigilancia.

Lady Sarah no habia entendido la conversacion, aunque habia reconocido claramente la tension y la preocupacion. Permanecio junto a la borda, mirando al horizonte, donde las velas del navio perseguidor ya se distinguian a simple vista, hasta que Hunter se acerco a ella. Una vez conocia la situacion, parecia mas relajado.

– No he entendido ni una palabra -dijo ella.

– Es bastante sencillo -aclaro Hunter-. ?Veis ese navio que nos sigue? -Si.

– ?Y veis aquella isla a barlovento, la isla del Gato?

– La veo.

– Alli hay un puerto, llamado bahia del Mono. Sera nuestro refugio, si conseguimos llegar a el.

Ella miro primero el navio perseguidor y luego la isla.

– Estamos muy cerca de la isla, no parece que tenga que haber problemas.

– ?Veis el sol? -Si…

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