popa de El Trinidad.
Entonces la lengua montanosa de tierra tapo la vista del navio enemigo.
– ?Lanzad el ancla! -grito Enders, pero era demasiado tarde. En ese preciso momento, con un sonido sordo y un crujido, El Trinidad embarranco en el fondo arenoso de la bahia del Mono.
Aquella noche, solo en el camarote, Hunter evaluo la situacion. Estar embarrancado no le preocupaba en absoluto; el barco se habia hundido en la arena a causa de la marea baja y saldria a flote facilmente en unas pocas horas.
Por el momento, los dos barcos estaban a salvo. El puerto no era el ideal, pero serviria; disponia de agua potable y provisiones para mas de dos semanas, sin tener que hacer sufrir a su tripulacion. Si encontraban comida y agua en tierra, que era lo mas probable, podrian quedarse meses en la bahia del Mono.
Al menos podrian permanecer alli hasta que llegara una tormenta. Una tormenta podia ser desastrosa. La bahia del Mono estaba en el lado de barlovento de una isla en medio del oceano y sus aguas eran poco profundas. Una tormenta fuerte aplastaria sus barcos y los haria astillas en cuestion de horas. Y estaban en la estacion de los huracanes; probablemente no pasarian muchos dias hasta que llegara alguno, y no podrian quedarse en la bahia del Mono cuando se desatara.
Bosquet lo sabia. Si era un hombre paciente, sencillamente cerraria la salida de la bahia, se alejaria hacia aguas mas profundas y esperaria que el tiempo empeorara, lo que obligaria al galeon a salir del puerto y exponerse a su ataque.
Sin embargo, Bosquet no parecia ser un hombre paciente. Mas bien lo contrario: daba la impresion de andar sobrado de recursos y de audacia, de ser un hombre que preferia pasar a la ofensiva, si era posible. Y el tenia buenas razones para atacar antes de la llegada de un huracan.
En cualquier batalla naval, el mal tiempo era un factor igualador: deseado por la parte mas debil, evitado por la mas fuerte. Una tormenta castigaria a ambos barcos, pero reduciria la eficacia de la embarcacion superior desproporcionadamente. Bosquet debia de saber que los barcos de Hunter contaban con pocas manos y pocas armas.
Solo en el camarote, Hunter intento meterse en la cabeza de un hombre al que no conocia, e intento adivinar sus pensamientos. Decidio que, sin duda, Bosquet atacaria por la manana.
El ataque llegaria o por tierra o por mar, o por ambos a la vez. Dependia de la cantidad de soldados espanoles que tuviera Bosquet a bordo, y de cuanto confiaran ellos en su comandante. Hunter recordaba a los soldados que los habian custodiado en la bodega del barco de guerra; eran hombres jovenes, sin experiencia y poco disciplinados.
No se podia confiar en ellos.
No, decidio. Bosquet atacaria primero desde el barco. Intentaria entrar en la bahia del Mono y tener el galeon a la vista. Probablemente suponia que los corsarios estaban en aguas poco profundas, lo que les dificultaria maniobrar.
En ese momento daban la popa al enemigo, la parte mas vulnerable de la embarcacion. Bosquet podia navegar hasta la entrada de la cala y abrir fuego hasta que hundiera ambos barcos. Ademas, no perderia nada, porque el tesoro del galeon estaria en aguas poco profundas y podrian rescatarlo de la arena buceadores nativos.
Hunter llamo a Enders y ordeno que se encerrara a los prisioneros espanoles. Despues ordeno que todos los corsarios se armaran con mosquetes y volvieran a bordo sin demora.
El alba llego suavemente a la bahia del Mono. Solo soplaba un viento ligero; en el cielo, unas nubes deshilachadas captaban el brillo rosado de la primera luz. A bordo del navio de guerra espanol, las tripulaciones iniciaron sus tareas matinales con pereza y desidia. El sol ya estaba alto en el horizonte antes de que se ordenara desplegar las velas y levar el ancla.
En aquel momento, a lo largo de la playa, desde ambos lados de la entrada a la bahia, los corsarios apostados abrieron fuego con sus mosquetes. La tripulacion espanola reacciono con desconcierto. En los primeros instantes, los hombres que estaban izando el ancla principal murieron; los que levantaban el ancla de popa tambien murieron o quedaron heridos; los oficiales que se hallaban en el puente recibieron su parte, y los hombres del aparejo fueron alcanzados con asombrosa punteria y cayeron, gritando, al puente.
Entonces, tan abruptamente como habia comenzado, el fuego ceso. Exceptuando una neblina gris aspera que planeaba sobre la playa, no habia ninguna senal de movimiento, ni agitacion en la vegetacion, nada.
Hunter, apostado en el mar, en el extremo de la punta de tierra, observaba con satisfaccion el navio de guerra a traves del catalejo. Oia gritos confusos y observo como las velas medio desplegadas se agitaban con el viento. Pasaron varios minutos antes de que otros marineros treparan al aparejo y se afanaran con los cabrestantes en cubierta. Empezaron timidamente, pero al ver que no volvian a disparar desde la playa, se envalentonaron.
Hunter espero.
Sabia que gozaba de una clara ventaja. En una epoca en la que ni los mosquetes ni los tiradores eran muy precisos, los corsarios podian considerarse unos tiradores excelentes. Los marineros de Hunter eran capaces de acertar a los hombres de la cubierta del barco desde un velero abierto sin que el balanceo les hiciera perder la punteria. Asi que disparar desde tierra era un juego de ninos para sus hombres.
Ni siquiera les divertia.
Hunter espero hasta que vio que el ancla empezaba a moverse y entonces dio la senal de volver a disparar. Otra rafaga cayo sobre el barco de guerra, con el mismo efecto devastador. A continuacion, silencio de nuevo.
Bosquet sin duda ya se habria dado cuenta de que entrar en el pasaje coralino, acercarse mas a la playa, le costaria muy caro. Probablemente conseguiria salvar el paso y entrar en la cala, pero perderia a docenas sino a cientos de sus hombres. Mas grave aun era el riesgo de que los hombres clave en los puntos altos, incluso el timonel, fueran abatidos; el barco quedaria sin gobierno en aquellas aguas peligrosas.
Hunter espero. Oyo gritar ordenes, y despues de nuevo el silencio. A continuacion vio que caia al agua la cuerda del ancla principal. La habian cortado. Al cabo de un instante, tambien cortaron las cuerdas del ancla de popa y el barco empezo a alejarse lentamente de la barrera de coral, a la deriva.
Una vez fuera del alcance de los mosquetes, aparecieron hombres en cubierta y en el aparejo. Desplegaron las velas. Hunter espero para ver si viraba y se dirigia a la costa. El barco no lo hizo. Por el contrario, se desplazo hacia el norte un centenar de metros y en esta nueva posicion lanzo otra ancla. Amainaron las velas; la embarcacion se balanceo suavemente frente a las colinas que protegian la cala.
– Bien -dijo Enders-. Estamos empatados. Los espanoles no pueden entrar y nosotros no podemos salir.
A mediodia, en la bahia del Mono hacia un calor tan sofocante que apenas se podia respirar. Hunter, paseando arriba y abajo por las cubiertas ardientes de su galeon, sentia como se le pegaban las suelas al alquitran de los tablones. Tomo conciencia de la ironia de su situacion. Habia realizado la expedicion corsaria mas osada del siglo, con un exito absoluto, y habia acabado atrapado en una cala sofocante e insalubre por culpa de un solitario navio de guerra espanol.
La situacion era dificil para el, pero lo era mas aun para su tripulacion. Los corsarios esperaban ordenes y nuevos planes de accion de su capitan, pero era evidente que Hunter no podia ofrecerles nada de eso. Algunos empezaron a darle al ron, y la mayoria de los marineros empezaron a pelearse. Una de las discusiones acabo en un duelo, aunque Enders lo detuvo en el ultimo minuto. Hunter hizo correr la voz de que cualquier hombre que matara a otro seria ejecutado personalmente por el. El capitan queria mantener intacta su tripulacion, y los desacuerdos personales deberian esperar a que desembarcaran en Port Royal.
– Dudo que hagan caso de la amenaza -dijo Enders, tan pesimista como siempre.
– Lo haran -aseguro Hunter.
Estaba de pie en el puente a la sombra del palo mayor con lady Sarah cuando sono otro disparo de pistola en alguna de las cubiertas inferiores.
– ?Que ha sido eso? -pregunto lady Sarah, alarmada.
– ?Maldicion! -exclamo Hunter.
Un momento despues, llego Bassa empujando a un marinero que forcejeaba. Enders los seguia con expresion desconsolada.
Hunter miro al marinero. Era un muchacho de veinticinco anos, de cabellos canosos, llamado Lockwood. Hunter apenas lo conocia.