Mientras leian los cargos presentados contra el, le hicieron ponerse de pie.
– Levantad la mano derecha.
Hunter obedecio.
– Vos, Charles Hunter, con todos los hombres de vuestra tripulacion, en nombre de nuestro senor soberano, Carlos, rey de Inglaterra, sois acusados de los cargos siguientes.
Hubo una pausa. Hunter escruto las caras: Hacklett lo miraba con expresion cenuda desde arriba, con un ligero indicio de sonrisa presuntuosa; Lewisham, juez del Almirantazgo, se sentia evidentemente incomodo; el comandante Scott se hurgaba los dientes con un palillo de oro; los mercaderes Foster y Poorman evitaban mirar a Hunter a la cara; el teniente Dod- son, un rico oficial de la milicia, daba tirones a su uniforme, y finalmente James Phips, un capitan de la marina mercante. Hunter, que los conocia a todos, se daba cuenta de lo mal que lo estaban pasando.
– Con absoluto desden por las leyes de vuestro pais y de la soberana alianza de vuestro rey, os habeis asociado con fines malvados, habeis urdido ataques por mar y por tierra, provocando danos a sujetos y bienes del rey cristianisimo, Su Majestad Felipe de Espana, ademas de asaltar, siguiendo las intenciones mas perversas y maliciosas, el asentamiento espanol de la isla de Matanceros, con el proposito de saquear, incendiar y apoderaros de todos los navios y barcos que encontrarais en vuestra expedicion.
»Ademas, se os acusa del criminal asalto a una nave espanola en el estrecho al sur de Matanceros, terminado con el hundimiento del mencionado navio y la perdida de todas las vidas humanas y de todos los bienes en ella embarcados.
»Y, finalmente, de haber conspirado deliberadamente, para el cumplimiento de tales gestas perversas, con vuestros asociados, individualmente y en su conjunto, con el fin de conseguir todos los medios para provocar danos y agredir a los mencionados navios y dominios espanoles y causar la muerte a subditos espanoles. ?Como os declarais, Charles Hunter?
Hubo una breve pausa.
– Inocente -dijo Hunter.
Para Hunter, aquel juicio era una farsa. La Ley del Parlamento de 1612 especificaba que el tribunal debia estar compuesto por hombres que no tuvieran interes, ni directa ni indirectamente, en los detalles del caso que se estaba juzgando. En aquel caso, todos los componentes del tribunal sacarian algun beneficio de la condena de Hunter y de la confiscacion de su navio y del tesoro que transportaba.
Sin embargo, lo que le dejo mas perplejo fue la minuciosidad del acta de acusacion. Nadie podia saber lo que habia ocurrido durante la expedicion a Matanceros excepto el y sus hombres. Aun asi, en el acta de acusacion se incluia su defensa victoriosa contra el navio de guerra espanol. ?De donde habia obtenido el tribunal esa informacion? Solo podia suponer que algun miembro de la tripulacion habia hablado, probablemente bajo tortura, la noche anterior.
El tribunal acepto su declaracion de inocencia sin la menor reaccion. Hacklett se echo hacia delante.
– Senor Hunter -dijo, con voz calmada-, este tribunal reconoce el prestigio del que gozais en la colonia de Jamaica. No queremos de ninguna manera que este proceso se fundamente en rituales vacios que pudieran prestar un mal servicio a la justicia. ?Deseais, pues, explicaros en defensa de vuestra declaracion de inocencia?
Aquello fue una sorpresa. Hunter penso un momento antes de contestar. Hacklett estaba rompiendo las reglas del procedimiento judicial. Si lo hacia, tenia que ser en su beneficio. De todos modos, la oportunidad era demasiado buena para desaprovecharla.
– Si me lo permiten los distinguidos miembros de este justo tribunal -dijo Hunter, sin atisbo de ironia-, lo intentare.
Los jueces del tribunal asintieron pensativa, cuidadosa y razonablemente.
Hunter los miro a la cara uno por uno, antes de empezar a hablar.
– Caballeros, ninguna de vuestras senorias esta mas informada que yo del sagrado tratado firmado entre Su Majestad el rey Carlos y la Corona espanola. Jamas osaria infringir los pactos que acaban de suscribir las dos naciones, sin mediar provocacion. Sin embargo, esta provocacion se produjo, y en mas de una ocasion. Mi velero, el Cassandra, fue atacado por un navio espanol de guerra, y todos mis hombres fueron capturados sin justificacion. Mas tarde, dos de ellos fueron asesinados por el capitan del barco, un tal Cazalla. Por fin, el mismo Cazalla intercepto un barco mercante ingles que transportaba, junto con otras cargas desconocidas para mi, a lady Sarah Almont, sobrina del gobernador de esta colonia.
»Ese espanol, Cazalla, oficial del rey Felipe, destruyo el barco mercante ingles, el Entrepid, y mato a todos los que estaban a bordo en un acto de despiadada violencia. Entre los asesinados se contaba uno de los favoritos de Su Majestad Carlos, un tal capitan Warner. Estoy seguro de que Su Majestad sufre en gran medida por la perdida de ese caballero.
Hunter se callo unos instantes. El tribunal no conocia esta informacion y era evidente que no les complacia oirla.
El rey Carlos tenia una vision muy personal de la vida; su habitual buen temperamento podia cambiar rapidamente si uno de sus amigos resultaba herido o incluso tan solo insultado. Asi que por un amigo muerto, era del todo inimaginable lo que podria hacer.
– Debido a estas diversas provocaciones -prosiguio Hunter-, y como represalia, atacamos la fortaleza espanola de Matanceros, pusimos en libertad a lady Almont y nos llevamos a modo de simbolica reparacion una cantidad razonable y proporcionada de riquezas. Caballeros, no se trato de un acto de pirateria. Se trato de una venganza justificada por unas atroces fechorias cometidas en el mar. Esta es la esencia y la autentica naturaleza de mi conducta.
Se callo y miro las caras del tribunal. Ellos le devolvieron la mirada, impasibles e impenetrables. Era evidente que todos conocian la verdad.
– Lady Sarah Almont puede dar fe de mi testimonio, como todos los hombres a bordo de mi barco, si puede llamarse asi. No hay ninguna verdad en la acusacion que se me imputa, porque no puede haber pirateria si media una provocacion, y sin duda hubo la mas grave de las provocaciones -concluyo, mirandolos a la cara.
Los miembros del tribunal seguian inexpresivos e impenetrables. Hunter sintio un frio gelido.
Hacklett se apoyo en la mesa.
– ?Teneis algo mas que decir en respuesta a la acusacion, senor Charles Hunter?
– Nada mas -contesto Hunter-. He dicho todo lo que queria decir.
– Y con gran elocuencia, debo reconocer -comento Hacklett. Los demas acogieron aquellas palabras con asentimientos y murmullos-. Pero la verdad de vuestro discurso es otra cuestion, y es la que ahora debemos considerar. Tened la bondad de informar a este tribunal de la intencion con la que zarpo vuestro velero.
– Para talar madera -dijo Hunter.
– ?Tenia patente de corso?
– La tenia, expedida por el propio sir James Almont.
– ?Y donde estan esos documentos?
– Se perdieron con el Cassandra -contesto Hunter-, pero no tengo ninguna duda de que sir James confirmara su existencia.
– Sir James -dijo Hacklett- esta muy enfermo y no puede ni confirmar ni negar nada ante este tribunal. Sin embargo, creo que podemos fiarnos de vuestra palabra y aceptar que tales documentos fueron emitidos.
Hunter hizo una ligera reverencia.
– Veamos -prosiguio Hacklett-. ?Donde fuisteis capturados por el navio de guerra espanol? ?En que aguas?
Instantaneamente, Hunter presintio el problema al que se enfrentaba y vacilo antes de responder, aunque era consciente de que esa vacilacion danaria su credibilidad. Decidio decir la verdad… o casi.
– En el Paso de los Vientos, al norte de Puerto Rico.
– ?Al norte de Puerto Rico? -repitio Hacklett con una expresion de elaborada sorpresa-. ?Acaso hay madera en esos lares?
– No -reconocio Hunter-, pero una poderosa tormenta nos arrastro durante dos dias, asi que nos desviamos mucho de nuestro rumbo inicial.
– Sin duda debio de ser asi, porque Puerto Rico esta al norte y al este, mientras que la madera se encuentra al sur y al oeste de Jamaica.