– Mala -dijo Sanson-. Me puso los grilletes el resto del viaje.

– A continuacion, ?atacaron Matanceros y capturaron el galeon?

– Si, caballeros -contesto Sanson-. Asi fue como me encontre en el Cassandra: el senor Hunter subio a bordo del barco y decidio que el balandro no podia seguir navegando, tras el ataque a Matanceros. Me cedio el mando de aquella ruina de barco, lo cual era como abandonarme en una isla desierta, porque no se esperaba que sobreviviera en mar abierto. Me dejo una exigua tripulacion de hombres que pensaban como yo. Nos dirigiamos hacia Port Royal cuando un huracan nos golpeo de improviso. Nuestro barco quedo destrozado y perdi a todos los hombres de la tripulacion. Yo, en una chalupa, consegui llegar a Tortuga y, desde alli, a Port Royal.

– ?Que sabeis de lady Sarah Almont?

– Nada.

– ?Nada en absoluto?

– Nada hasta este momento -dijo Sanson-. ?Existe esa persona?

– Parece que si -contesto Hacklett, con una rapida mirada a Hunter-. El senor Hunter asegura haberla rescatado de Matanceros y haberla traido hasta aqui sana y salva.

– No estaba con el cuando se marcho de Matanceros -dijo Sanson-. Si esperais que formule una hipotesis, diria que el senor Hunter ataco un barco mercante ingles y se llevo a la pasajera como botin y para justificar sus fechorias.

– Un suceso de lo mas conveniente -comento Hacklett-. ?Por que no se ha sabido nada de aquel barco mercante?

– Probablemente mato a todos los hombres que iban a bordo y lo hundio -especulo Sanson-. En su viaje de regreso de Matanceros.

– Una ultima pregunta -dijo Hacklett-. ?Recordais una tormenta en el mar los dias doce y trece de septiembre?

– ?Una tormenta? No, caballeros. No hubo ninguna tormenta.

Hacklett asintio.

– Gracias, senor Sanson. Podeis bajar.

– Como desee el tribunal -dijo Sanson. Y salio de la sala.

Hubo una larga pausa despues de que la puerta se cerrara con un golpe seco. Los miembros del tribunal miraron a Hunter, que estaba palido y temblando de rabia, pero intento recuperar la compostura.

– Senor Hunter -dijo Hacklett-, ?podriais atribuir a vuestra mala memoria las discrepancias existentes entre vuestra version de los hechos y la que nos ha dado el senor Sanson, de quien vos mismo habeis hablado en terminos tan elogiosos?

– Es un mentiroso. Un vil y miserable mentiroso.

– El tribunal esta dispuesto a tomar en consideracion esta acusacion, si sois tan amable de ofrecer algun detalle util que avale vuestra tesis.

– Solo cuento con mi palabra -dijo Hunter-, pero podeis obtener todas las pruebas que deseeis de la propia lady Sarah Almont, que contradecira la version del frances punto por punto.

– Sin duda escucharemos su testimonio -afirmo Hacklett-. Pero antes de llamarla, deseariamos formular una pregunta que nos tiene perplejos. El ataque a Matanceros, justificado o no, se produjo el veintiuno de septiembre. Pero habeis regresado a Port Royal el veinte de octubre. Entre piratas, es de esperar que esta demora se explique unicamente por la decision de fondear en una isla secreta para descargar el tesoro sustraido y, de ese modo, privar al rey de lo que le corresponde. ?Cual es vuestra explicacion?

– Nos vimos mezclados en una batalla naval -dijo Hunter-. Despues tuvimos que enfrentarnos con un huracan durante tres dias. Estuvimos reparando el galeon durante cuatro dias en una isla cercana a la Boca del Dragon. A continuacion, zarpamos pero nos ataco un kraken…

– Disculpad. ?Os referis a un monstruo de las profundidades?

– Si.

– ?Que divertido! -Hacklett rio y los otros miembros del tribunal lo secundaron-. Vuestra imaginacion para explicar el mes de retraso acumulado merece al menos nuestra admiracion, si no nuestra credulidad. -Hacklett se volvio en su silla-. Convocad a lady Sarah Almont al banco de los testigos.

– ?Lady Sarah Almont!

Un momento despues, palida y demacrada, lady Sarah entro en la sala, presto juramento y espero a ser interrogada. Hacklett, con modales solicitos, la miraba desde lo alto.

– Lady Sarah, antes que nada deseo daros la bienvenida a la colonia de Jamaica y disculparme por este indigno asunto que constituye con toda probabilidad vuestro primer contacto con la sociedad de esta region.

– Gracias, senor Hacklett -dijo ella, con una ligera reverencia. No miro a Hunter ni una sola vez, lo cual empezo a preocuparle.

– Lady Sarah -prosiguio Hacklett-, es de crucial importancia para este tribunal aclarar si fue capturada por los espanoles y posteriormente liberada por el capitan Hunter, o si fue capturada en primer lugar por el capitan Hunter. ?Puede iluminarnos sobre el particular? -Si.

– Hablad libremente.

– Iba a bordo del mercante Entrepid -comenzo ella-, en viaje de Bristol a Port Royal cuando…

Se le quebro la voz. Hubo un largo silencio. Miro a Hunter. El la miro a los ojos, que parecian mas asustados que nunca.

– Adelante, os lo ruego.

– … cuando avistamos un navio espanol en lontananza. Abrio fuego contra nosotros y fuimos capturados. Me sorprendio descubrir que el capitan del navio espanol era un ingles.

– ?Se refiere a Charles Hunter, el prisionero que teneis ahora delante?

– Si.

– Continuad, por favor.

Hunter apenas oyo el resto de su testimonio. Conto que el la habia subido a bordo del galeon y despues habia exterminado a la tripulacion inglesa, prendiendo fuego al mercante; luego, para justificar el ataque contra Matanceros, le habia pedido que mintiera y declarara que el la habia salvado de los espanoles. Hablo con voz aguda y tensa, muy apresuradamente, como si no viera el momento de acabar con aquel asunto.

– Gracias, lady Sarah. Podeis retiraros.

Ella salio de la sala.

Los miembros del tribunal miraron a Hunter, siete hombres con caras impasibles y frias, como si ya estuvieran ante un muerto. Hubo un largo silencio.

– La testigo no nos ha contado nada acerca de vuestra pintoresca aventura en la Boca del Dragon, o del encuentro con el monstruo marino. ?Teneis alguna prueba de ello? -pregunto Hacklett suavemente.

– Solo esto -dijo Hunter, y rapidamente se desnudo hasta la cintura.

En el pecho se apreciaban las escoriaciones y las cicatrices causadas por las gigantescas ventosas, grandes como platos: una vision aterradora. Los miembros del tribunal se sobresaltaron y murmuraron entre ellos.

Hacklett golpeo con el martillo para restablecer el orden.

– Un interesante entretenimiento, senor Hunter, pero en absoluto convincente a los ojos de los caballeros presentes. No es dificil imaginar los medios que habeis empleado, en vuestra desesperada situacion, para simular el encuentro con el monstruo. El tribunal no esta convencido.

Hunter miro las caras de los siete hombres y vio que si estaban convencidos. Pero el martillo de Hacklett volvio a golpear.

– Charles Hunter -dictamino Hacklett-, este tribunal os declara culpable del crimen de pirateria y rapina en el mar, segun el acta de acusacion. ?Podeis aportar alguna razon para que esta sentencia no se cumpla?

Hunter espero. Se le ocurrieron mil juramentos e insultos, pero ninguno que sirviera para nada.

– No -dijo en voz baja.

– No os he oido, senor Hunter.

– He dicho que no.

– En ese caso, Charles Hunter, se ordena que vos y todos los hombres de vuestra tripulacion seais devueltos a la prision, y que el lunes proximo seais conducidos al lugar de ejecucion, en la plaza de High Street de la ciudad de Port Royal, donde sereis colgado de la horca hasta morir. Despues, vuestros cadaveres seran descolgados y colgados de las vergas de vuestro barco. Que Dios se apiade de vuestras almas. Guardia, devolvedlo a la

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