celda.

Hunter fue conducido fuera de la sala de justicia. Al cruzar la puerta, oyo la risa de Hacklett: su cacareo peculiar y estridente. La puerta se cerro y lo acompanaron a la carcel.

35

Lo condujeron a una celda distinta; por lo visto, los carceleros de Marshallsea no diferenciaban las unas de las otras. Hunter se sento sobre la paja del suelo y considero su situacion desde todos los angulos. No podia creer lo que habia sucedido, y estaba mas furioso de lo que habia estado nunca.

Llego la noche y la prision quedo en silencio, excepto por los ronquidos y los suspiros de los detenidos. Hunter se estaba adormilando cuando oyo una voz conocida que siseaba:

– ?Hunter!

Se incorporo.

– ?Hunter!

Conocia esa voz.

– Susurro -dijo-. ?Donde estas?

– En la celda de al lado.

Todas las celdas se abrian por delante, asi que no podia ver la siguiente celda, pero si apretaba la mejilla contra la pared de piedra, podia oir bastante bien.

– Susurro, ?cuanto tiempo llevas aqui?

– Una semana, Hunter. ?Os han procesado?

– Si.

– ?Y os han declarado culpable?

– Si.

– A mi tambien -siseo Susurro-. Acusado de robo. Es falso.

El robo, como la pirateria, se castigaba con la pena capital.

– Susurro -dijo-, ?que le ha sucedido a sir James?

– Dicen que esta enfermo -siseo Susurro-, pero no lo esta. Esta sano, pero encerrado bajo vigilancia, en la mansion del gobernador. Su vida corre peligro. Hacklett y Scott han asumido el control. Han dicho a todos que sir James esta a punto de morir.

Hacklett debia de haber amenazado a lady Sarah, penso Hunter, y la habia obligado a testificar en falso.

– Corren mas rumores -siseo Susurro-. Parece que la senora Emily Hacklett esta encinta.

– ?Y?

– Por lo visto, su esposo, el gobernador en funciones, no habia cumplido los deberes conyugales con su mujer. No es capaz de hacerlo. En consecuencia, su estado es motivo de irritacion.

– Entiendo -dijo Hunter.

– Habeis puesto en ridiculo a un tirano, y ahora se vengara de vos.

– ?Y Sanson?

– Llego solo, en una barca. Sin tripulacion. Conto que todos sus hombres habian muerto en un huracan, salvo el.

Hunter apreto la mejilla contra la pared de piedra, sintiendo la fria humedad como una especie de solido consuelo.

– ?Que dia es hoy?

– Sabado.

Hunter tenia dos dias antes de la ejecucion. Suspiro, se sento y miro a traves de los barrotes de la ventana las nubes que pasaban frente a una luna palida y menguante.

La mansion del gobernador estaba construida con solidos ladrillos, como una especie de fortaleza, en el extremo norte de Port Royal. En el sotano, fuertemente custodiado, sir James Almont yacia en un lecho, consumido por la fiebre. Lady Sarah Almont le aplico una toalla fria sobre la frente ardorosa y le rogo que respirara mas pausadamente.

En aquel momento, el senor Hacklett y su esposa entraron en la estancia.

– ?Sir James!

Almont, con los ojos vidriosos por la fiebre, miro a su ayudante.

– ?Que pasa ahora?

– Hemos procesado al capitan Hunter. Lo ahorcaremos el proximo lunes, como a un vulgar pirata.

Al oirlo, lady Sarah se volvio. Tenia lagrimas en los ojos.

– ?Dais vuestra aprobacion, sir James?

– Lo que… decidais… sera lo mejor… -dijo sir James respirando con dificultad.

– Gracias, sir James. -Hacklett se rio, giro sobre sus talones y salio de la estancia.

La puerta se cerro pesadamente.

De inmediato, sir James se puso alerta. Miro a Sarah con el ceno fruncido.

– Quitame este maldito trapo de la frente, muchacha. Tengo mucho que hacer.

– Pero tio…

– ?Maldicion! ?Es que no entiendes nada? He pasado todos estos anos en esta colonia dejada de la mano de Dios, financiando expediciones corsarias y esperando el momento en el que uno de mis bucaneros me trajera un galeon espanol, cargado de tesoros. Y por fin ha sucedido. ?Acaso no comprendes lo que significa?

– No, tio.

– Una decima parte del botin sera para Carlos -le explico Almont-. Y el noventa por ciento restante se lo repartiran Hacklett y Scott. Puedes creerme.

– Pero me advirtieron…

– Olvida sus advertencias. Yo se que esta sucediendo. He esperado cuatro anos para este momento, y no permitire que me lo arrebaten. Ni lo permitiran los demas valientes habitantes de esta…, de esta pia ciudad. No me dejare estafar por un truhan moralista e imberbe y un mujeriego refinado vestido con uniforme militar. Hunter debe ser liberado.

– Pero ?como? -inquirio lady Sarah-. Lo ejecutaran dentro de dos dias.

– Ese perro viejo -dijo Almont- no colgara de ninguna verga, te lo prometo. La ciudad le apoya.

– ?En que sentido?

– Porque tiene deudas pendientes, y si regresa a casa las pagara generosamente. Con intereses. A mi y a otros. Solo necesitamos liberarlo…

– Pero ?como? -insistio lady Sarah.

– Preguntale a Richards -indico Almont.

Una voz procedente de un rincon apartado y en la penumbra de la estancia, dijo:

– Yo hablare con Richards.

Lady Sarah se volvio de golpe. Miro a Emily Hacklett.

– Tengo una cuenta pendiente -dijo Emily Hacklett, y salio de la estancia.

Cuando estuvieron solos, lady Sarah pregunto a su tio:

– ?Sera suficiente?

Sir James Almont solto una risita.

– Sin la menor duda, querida mia -dijo-. Sin la menor duda. -Se rio ruidosamente-. Antes de manana veremos correr la sangre en Port Royal. Puedes estar segura de ello.

– Estoy deseoso de ayudaros, senora -dijo Richards.

El fiel mayordomo se estaba volviendo loco desde hacia semanas por la injusticia cometida con su amo, recluido bajo vigilancia.

– ?Quien puede entrar en Marshallsea? -pregunto la senora Hacklett.

Ella habia visto el edificio por fuera, pero evidentemente no habia entrado en el. De hecho era imposible que entrara nunca. Ante un crimen, una mujer de alta cuna torcia el gesto y volvia la cara para mirar a otra parte.

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