– ?Podeis entrar en la prision?
– No, senora -contesto Richards-. Vuestro marido ha ordenado que una guardia especial vigile la prision; me descubririan inmediatamente y me impedirian entrar.
– Entonces, ?quien puede?
– Una mujer -dijo Richards.
Era costumbre que a los prisioneros la comida y los efectos personales se los proporcionaran los amigos y familiares.
– ?Que mujer? Debe ser una mujer astuta, que pueda evitar que la registren.
– Solo se me ocurre una -dijo Richards-. La senorita Sharpe.
La senora Hacklett asintio. Recordaba a la senorita Sharpe, una de las treinta y siete convictas que habian llegado en el Godspeed. Desde entonces, la senorita Sharpe se habia convertido en la cortesana mas solicitada del puerto.
– Arregladlo -dijo la senora Hacklett-, sin demora.
– ?Y que debo prometerle?
– Decidle que el capitan Hunter la recompensara generosamente y con justicia. Estoy segura de que lo hara.
Richards asintio, pero despues vacilo.
– Senora -dijo-, confio que comprendais las consecuencias de liberar al capitan Hunter.
Con una frialdad que provoco a Richards un estremecimiento en la columna, la mujer respondio:
– No solo las comprendo sino que estoy impaciente. -Muy bien, senora -dijo Richards y se alejo en la noche.
En la oscuridad, las tortugas reunidas en Chocolate Hole emergieron a la superficie haciendo chocar sus afiladas fauces. No lejos de alli, la senorita Sharpe, ataviada con volantes y riendo, esquivo coquetamente a uno de los guardias que queria tocarle los pechos. Le mando un beso y siguio caminando a la sombra del alto muro de Marshallsea. Llevaba en las manos un cazo con estofado de tortuga.
Otro guardia, taciturno y bastante borracho, la acompano a la celda de Hunter. Metio la llave en la cerradura y se quedo inmovil.
– ?Por que dudas? -pregunto ella.
– ?Que cerradura se ha abierto nunca sin una voluptuosa vuelta?
– Es mejor que la cerradura este bien lubrificada -contesto ella mirandolo lascivamente.
– Si, senora, y tambien que la llave sea la adecuada.
– Creo que tienes la llave -dijo ella-. En cuanto a la cerradura, bueno, eso tendra que esperar un momento mejor. Dejame unos minutos con este perro hambriento y te prometo que despues podras darle una vuelta que no olvidaras.
El guardia rio y abrio la puerta. Ella entro y oyo como la cerraban otra vez con llave. El guardia se quedo alli vigilando.
– Concedeme unos minutos a solas con este hombre -dijo ella-, en nombre de la decencia.
– No esta permitido.
– ?A quien le importa? -pregunto ella, y se lamio los labios con expresion lasciva.
El le sonrio y se marcho.
En cuanto se fue, ella dejo el cazo de estofado en el suelo y miro a Hunter. El no la reconocio, pero estaba hambriento, y el olor del estofado de tortuga era fuerte y agradable.
– Que amable eres -dijo.
– No tienes ni idea -contesto ella, y con un gesto rapido, cogio el dobladillo de la falda y se la levanto hasta la cintura. El movimiento fue de una lascivia asombrosa, pero mas asombroso fue lo que dejo a la vista.
Atada a las pantorrillas y a los muslos llevaba una autentica armeria: dos cuchillos y dos pistolas.
– Dicen que mis partes mas reconditas son peligrosas -dijo-; ahora sabes por que.
Rapidamente, Hunter cogio las armas y se las guardo al cinto.
– No las descargues antes de tiempo.
– Puedes contar con mi capacidad de dominio.
– ?Hasta cuando puedo contar?
– Hasta cien -respondio Hunter-. Es una promesa.
Ella miro en direccion al guardia.
– Te recordare tu promesa mas adelante -anadio ella-. Por el momento, ?debo dejarme violar?
– Creo que es lo mejor -dijo Hunter y la echo en el suelo.
Cuando ella empezo a chillar y a pedir ayuda, el guardia acudio corriendo. Enseguida supo que ocurria; abrio apresuradamente la puerta y entro en la celda.
– Maldito pirata -gruno. Pero, en ese instante, el cuchillo en la mano de Hunter se hundio en su cuello, y el hombre retrocedio, agarrando la hoja por debajo de la barbilla. Cuando se la arranco, la sangre broto como de un surtidor sibilante; a continuacion, cayo y murio.
– Rapido, senorita -dijo Hunter, ayudando a Anne Sharpe a levantarse.
Los demas detenidos en Marshallsea permanecieron en silencio; lo habian oido todo pero se quedaron totalmente callados. Hunter abrio las puertas de las celdas y despues entrego las llaves a los hombres para que terminaran la tarea.
– ?Cuantos guardias hay en la puerta? -pregunto a Anne Sharpe.
– He visto cuatro -dijo-, y otra docena en los bastiones.
Esto seria un problema para Hunter. Los guardias eran ingleses y no tenia estomago para matarlos.
– Debemos utilizar una estratagema -comento-. Haz que venga el capitan de los guardias.
Ella asintio y salio al patio. Hunter se quedo atras, en la sombra.
Hunter no se maravillo por la compostura de aquella mujer, que acababa de ver como mataba brutalmente a un hombre. No estaba acostumbrado a las mujeres que se desmayaban por cualquier cosa, tan en boga en las cortes francesa y espanola. Las mujeres inglesas tenian el temperamento duro, en cierto sentido eran mas duras que los hombres, y esto podia aplicarse tanto a las mujeres del pueblo como a las aristocratas.
El capitan de la guardia de Marshallsea se acerco a Anne Sharpe; hasta el ultimo momento no vio el canon de la pistola de Hunter sobresaliendo de las sombras. Hunter le indico que se acercara.
– Escuchame bien -dijo el capitan-. Haz bajar a tus hombres y ordenales que tiren los mosquetes al suelo; de este modo nadie saldra herido. O puedes resistirte y todos moriran.
El capitan de la guardia dijo:
– Esperaba con ansia que huyerais senor, y espero que lo recordeis en el futuro.
– Ya veremos -dijo Hunter, sin prometer nada.
Con voz formal, el capitan anadio:
– El comandante Scott tomara medidas contra vos por la manana.
– El comandante Scott -dijo Hunter- no vivira hasta manana. Ahora decide.
– Espero que recordeis…
– Puede que me acuerde de no degollarte -dijo Hunter.
El capitan de la guardia ordeno a sus hombres que bajaran y Hunter superviso personalmente que todos fueran encerrados en las celdas de Marshallsea.
Tras dar instrucciones a Richards, la senora Hacklett volvio junto a su marido. Estaba en la biblioteca, tomando una copa despues de cenar en compania del comandante Scott. En los ultimos dias ambos hombres se habian aficionado a la bodega de vinos del gobernador, y se habian propuesto dar buena cuenta de las reservas antes de que el gobernador se recuperara.
Cuando llego la senora ya estaban borrachos.
– Querida mia -saludo su esposo al verla entrar en la habitacion-, llegais en el momento mas oportuno.
– ?De verdad?
– De verdad -dijo Robert Hacklett-. Justo ahora estaba contando al comandante Scott como os hicisteis embarazar por el pirata Hunter. Sin duda sabeis que pronto se balanceara en la brisa hasta que su carne se pudra hasta los huesos. En este clima extremo, tengo entendido que sucede muy rapidamente. Pero estoy seguro de que entendeis de cosas rapidas, ?no es cierto? Hablando de vuestra seduccion, el comandante Scott no estaba informado de los detalles del asunto. Acabo de ponerlo al dia.