Foster, un prospero mercader de seda, poseia una gran casa en Pembroke Street, al nordeste de los astilleros. Hunter se introdujo por la parte trasera, cruzando la cocina exterior. Subio al segundo piso donde estaba el dormitorio principal.

Encontro a Foster en la cama durmiendo, con su esposa. Hunter lo desperto apretando una pistola ligeramente bajo su nariz.

Foster, un hombre obeso de cincuenta anos, ronco, hizo una mueca e intento volverse, pero Hunter le apreto el canon de la pistola en un orificio de la nariz.

Foster parpadeo y abrio los ojos. Se sento en la cama, sin decir una palabra.

– No te muevas -murmuro su esposa adormilada-. No dejas de dar vueltas.

Pero no se desperto. Hunter y Foster se miraron. Foster miraba a Hunter y a la pistola, una y otra vez.

Por fin, Foster alzo un dedo y se levanto silenciosamente de la cama. Su esposa seguia durmiendo. Vestido unicamente con el camison, Foster cruzo la habitacion hacia una comoda.

– Os recompensare -susurro-. Mirad esto. -Abrio un compartimiento falso y saco un saquito de oro muy pesado-. Hay mas, Hunter. Os pagare lo que querais.

Hunter no dijo nada. Foster extendio el brazo con el saco de oro. Su brazo temblaba.

– Por favor -susurro-. Por favor, por favor…

Se puso de rodillas.

– Por favor, Hunter, os lo ruego, por favor.

Hunter le disparo a la cara. El cuerpo cayo hacia atras, y las piernas se levantaron en el aire, con los pies desnudos pataleando. En la cama, la mujer siguio sin despertarse; se dio la vuelta y siguio roncando.

Hunter recogio el saco de oro y salio tan silenciosamente como habia entrado.

Poorman, a pesar de su apellido, era un rico comerciante de plata y estano. Su casa estaba en High Street. Hunter lo encontro durmiendo, apoyado en la mesa de la cocina, con una botella de vino medio vacia delante.

Hunter cogio un cuchillo de cocina y le corto ambas munecas. Poorman se desperto aturdido, vio a Hunter, y despues la sangre que caia sobre la mesa. Levanto las manos ensangrentadas, pero no podia moverlas porque los tendones estaban cortados. Las manos cayeron inertes, como los dedos de una muneca, y empezaron a adquirir un color blanco grisaceo.

Dejo caer los brazos sobre la mesa. Contemplo la sangre que se encharcaba sobre la madera y se filtraba por las grietas del suelo. Volvio a mirar a Hunter. Su expresion era extrana, confundida.

– Habria pagado -dijo asperamente-. Os habria dado lo que… lo que…

Se levanto de la mesa, oscilando, mareado, sujetandose las manos heridas bajo los codos. En el silencio de la habitacion, la sangre repiqueteaba sobre el suelo con un ruido amplificado.

– Os habria… -empezo Poorman, y entonces cayo de espaldas al suelo-. Si, si, si, si-dijo, cada vez con voz mas debil.

Hunter se volvio, sin esperar a que el hombre muriera. Se adentro de nuevo en la noche y camino furtivamente por las calles oscuras de Port Royal.

Encontro al teniente Dodson por casualidad. El soldado iba dando tumbos por la calle, cantando borracho, y con dos rameras al lado. Hunter lo vio en un extremo de High Street; retrocedio, se metio rapidamente en Queen Street y doblo hacia el este en Howell Alley, a tiempo de tropezar con Dodson en la esquina.

– ?Quien va? -pregunto Dodson en voz alta-. ?No sabes que hay toque de queda? Desaparece si no quieres acabar en Marshallsea.

Desde la sombra, Hunter dijo:

– Acabo de salir de alli.

– ?Eh? -pregunto Dodson, ladeando la cabeza hacia la voz-. ?Que significa esta tonteria? Te hare…

– ?Hunter! -gritaron las rameras, y salieron corriendo.

Sin nadie en quien apoyarse, Dodson cayo en el barro.

– ?Maldito hijo de mala madre! -gruno, e intento levantarse-. Mira como ha quedado mi uniforme, maldita sea. -Estaba cubierto de barro y excrementos.

Ya estaba de rodillas cuando las palabras de las mujeres de repente se abrieron paso en su cerebro nublado por el alcohol.

– ?Hunter? -pregunto en voz baja-. ?Eres tu, Hunter?

Hunter asintio desde la sombra.

– Pues tendre que arrestarte por canalla y por pirata -dijo Dodson.

Pero antes de que pudiera ponerse de pie, Hunter le pego una patada en el estomago y lo hizo caer.

– ?Oh! -exclamo Dodson-. Me has hecho dano, maldito seas.

Fueron las ultimas palabras que pronuncio. Hunter agarro al soldado por el cuello y le apreto la cara contra el barro y los excrementos de la calle, sujetando el cuerpo que se agitaba, que se resistia cada vez con mas fuerza y, hacia el final, con contorsiones violentas hasta que dejo de moverse.

Hunter se aparto, jadeando por el esfuerzo.

Miro a su alrededor; la ciudad estaba oscura y desierta. Una patrulla de diez milicianos aparecio de la nada y el se escondio en la penumbra hasta que paso.

Se acercaron dos rameras.

– ?Eres tu, Hunter? -pregunto una, sin ningun miedo.

El asintio.

– Que Dios te bendiga -dijo-. Ven a verme y tendras lo que quieras sin pagar nada. -Se rio.

Entre carcajadas, las dos mujeres desaparecieron en la noche.

Hunter entro en la taberna del Jabali Negro. Habia cincuenta personas en el interior, pero el solo vio a James Phips, gallardo y apuesto, bebiendo con otros capitanes de la marina mercante. Los companeros de Phips se marcharon cautelosamente, con una expresion de terror en sus rostros. Pero Phips, tras el primer momento de sorpresa, decidio adoptar una actitud cordial.

– ?Hunter! -saludo, sonriendo con afecto-. ?Benditos mis ojos! Veo que habeis hecho lo que todos creiamos que hariais. Una ronda para todos; tenemos que celebrar vuestra nueva libertad.

En el Jabali Negro reinaba un silencio sepulcral. Nadie hablaba. Nadie se movia.

– ?Vamos! -dijo Phips en voz alta-. ?Invito a una ronda en honor del capitan Hunter! ?Una ronda!

Hunter avanzo hacia la mesa de Phips. Sus pasos sobre el suelo sucio era el unico ruido que se oia en la habitacion.

Los ojos de Phips miraban a Hunter con inquietud.

– Charles -dijo-. Charles, esta actitud severa no es propia de vos. Es un momento de celebracion.

– ?Ah, si?

– Charles, amigo mio -dijo Phips-. Sin duda sabeis que no os deseo ningun mal. Me obligaron a formar parte del tribunal. Lo urdieron todo Hacklett y Scott; lo juro. No tuve eleccion. Mi barco debe zarpar dentro de una semana, Charles, y no iban a darme la documentacion necesaria. Eso fue lo que me dijeron. Sabia que lograriais escapar. No hace ni una hora que le estaba diciendo a Timothy Flint que precisamente esto era lo que esperaba. Timothy: di la verdad, ?estaba diciendo o no que Hunter escaparia? ?Timothy?

Hunter saco la pistola y apunto a Phips.

– Vamos, Charles -dijo Phips-. Os ruego que os mostreis razonable. Tenia que ser practico. ?Creeis que os habria condenado de haber creido que la sentencia se cumpliria? ?Lo creeis de verdad?

Hunter no dijo nada. Amartillo la pistola, un unico chasquido metalico en el silencio de la habitacion.

– Charles -dijo Phips-, mi corazon se llena de alegria al veros. Vamos, sentaos conmigo y olvidemonos…

Hunter le disparo en el pecho. Los demas se agacharon para esquivar los fragmentos de hueso y un chorro de sangre que salio disparado de su corazon con un ruido sibilante. Phips dejo caer la taza que tenia en la mano, que golpeo contra la mesa y rodo por el suelo.

Los ojos de Phips lo siguieron. Alargo el brazo para cogerla y dijo con voz aspera:

– Una copa, Charles… -Se interrumpio y se desplomo sobre la mesa, empapandola de sangre.

Hunter se volvio y salio de la taberna.

Al salir a la calle, oyo el tanido de las campanas de Santa Ana. No paraban de tocar; era la senal de que estaban atacando Port Royal, o de cualquier otra situacion de emergencia.

Hunter sabia que solo podia significar una cosa: su huida de la prision de Marshallsea habia sido

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