volvia a la escuela al dia siguiente por la manana. Incluso se ofrecio a ayudar para cuidar al abuelo, pero no habia mucho que hacer. Elvy le permitio que le diera la papilla algunas veces, para que pusiera su granito de arena ahora que queria ayudar.

Elvy intento varias veces y con mucho tacto hablar de Dios, pero Flora era atea. Flora intento que Elvy escuchara a Marilyn Manson, pero el resultado fue en vano. Su amistad tenia ciertos limites. Elvy podia tolerar las peliculas de terror, en pequenas dosis.

El volumen de la tele habia aumentado cuando volvieron al cuarto de estar. La joven intento de nuevo apagarla, pero no pasaba nada.

La GameCube habia sido el regalo de Elvy a Flora cuando cumplio quince anos. Aquello habia dado lugar a discusiones acaloradas con Margareta, que sostenia que las videoconsolas hacian que los jovenes se aislaran del mundo circundante, que se desconectaran. Elvy creia que su hija tenia razon, y ese fue precisamente el motivo de que comprase el juego. Ella tenia quince anos cuando empezo a beber alcohol para desconectar y apaciguar las antenas. Y desde su experiencia, le parecia que el videojuego era mejor.

– Vamos a salir un poco afuera -propuso Elvy.

En el jardin no se oia la tele, pero no se movia una brisa y el calor era agobiante. Todas las casas del vecindario tenian las luces encendidas, los perros no dejaban de ladrar y sobre ellas se cernio un gran presentimiento.

Se dirigieron hacia el manzano, el arbol protector, tan antiguo como la casa. Cientos de manzanas sin madurar destacaban entre el follaje de color verde oscuro y las ramas nuevas, que no se habian podado durante los anos que duro la enfermedad de Tore, sobresalian por arriba.

«Cojo la escopeta, subo arriba y mato a los perros».

– ?Has dicho algo? -pregunto Elvy.

– No.

La anciana escudrino el cielo. Las estrellas parecian alfileres contra aquel fondo azul oscuro infinitamente lejano. Las vio desprenderse y convertirse en autenticas agujas que caian y se clavaban en su cerebro, donde pinchaban y dolian.

– Como una doncella de hierro -observo Flora.

Elvy la miro. La muchacha tambien estaba mirando el cielo.

– Flora -le pregunto-. ?Pensaste tu hace un momento en una escopeta y… en los perros?

Su nieta alzo las cejas y se echo a reir.

– Si -respondio-. En como lo voy a hacer en el juego. ?Como…?

Se miraron la una a la otra. Esto, no obstante, era algo nuevo. La migrana era cada vez mas fuerte, las agujas se clavaban cada vez mas adentro y, como una repentina rafaga de viento, algo las envolvio.

No se movia ni una hoja, no se mecia ni una brizna de hierba, pero las dos se tambalearon cuando una fuerza grande cruzo el jardin y durante un segundo la tuvieron encima, alrededor, paso a traves de ellas.

«Es… tra… me… ser… fr… ts… za… cl… pro».

La mente se les lleno de sonidos como si fuera un buscador de emisoras de radio que alguien hubiera pasado a toda velocidad por cientos de frecuencias a ritmo de staccato, comiendose la mitad de las silabas; no obstante, las dos advirtieron que las voces pertenecian a personas aterradas. Pasaron por los cerebros de ambas y desaparecieron. A Elvy se le doblaron las piernas, cayo de rodillas en el cesped y balbucio:

– Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre, hagase tu voluntad asi en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada dia danosle hoy, y perdonanos nuestras deudas asi…

– ?Abuela?

– … como nosotros perdonamos a nuestros deudores, no nos dejes caer en la tentacion, mas libranos del mal.

– ?Abuela!

A Flora le temblaba la voz y Elvy, haciendo un esfuerzo, abandono los rezos y observo a su alrededor. Flora, sentada en el cesped con los ojos muy abiertos, la miraba fijamente. La anciana sintio en la cabeza una descarga de dolor tan fuerte que temio que fuera una hemorragia cerebral.

– ?Si…? -respondio en voz baja.

– ?Que ha sido eso?

Elvy hizo una mueca. Le dolia todo. Le dolia mover la cabeza, le dolia abrir la boca. Trato de dar forma a las palabras en su mente sin conseguirlo y, de pronto, desaparecio el tormento. Cerro los ojos y respiro. El suplicio desaparecio, el mundo recupero su lugar y sus colores. Pudo leer su propio alivio en el semblante de su nieta.

Respiro profundamente. Si. Habia desaparecido. Habia desaparecido. Estiro la mano, agarro la de Flora.

– No sabes como me alegro -dijo Elvy- de que estes aqui y no haber pasado por esto yo sola.

Flora se froto los ojos.

– Pero ?que ha sido eso?

– ?No lo sabes?

– Si. Bueno, no.

Elvy asintio con la cabeza. Era logico. De alguna manera era una cuestion de fe.

– Eran los espiritus -le explico-. Las almas de los muertos han sido liberadas.

Hospital de Danderyd, 23:07

Era su mujer, ?como podia tener miedo de ella? David dio un paso hacia la cama. Era el ojo, el aspecto de su unico ojo.

Es imposible describir un ojo humano: todas las simulaciones realizadas con la ayuda de los ordenadores resultaban fantasmales, aceptamos las pinturas y las fotos a sabiendas de que se trata de un instante detenido. No es posible describir ni representar un ojo vivo. Sin embargo, sabemos clarisimamente cuando no lo esta.

El ojo de Eva estaba muerto. Lo cubria una finisima pelicula gris, y, para el caso, podria haberse tratado de un muro de piedra. Ella estaba apagada, no estaba alli. David se inclino hacia delante.

– ?Eva…? -pregunto en voz baja.

Tuvo que agarrarse a los barrotes de acero de la cama para no retroceder cuando ella lo miro de frente…

«Algunas enfermedades provocan esa reaccion en el ojo».

… y abrio la boca, pero no emitio ningun sonido, solo un chasquido seco. David corrio hasta el lavabo, lleno de agua una taza de plastico y se la acerco. Ella se quedo mirando la taza, pero no hizo ningun movimiento para aceptarla.

– Ten, querida -dijo David-. Bebe un poco de agua.

Ella levanto la mano y le tiro la taza. El agua le cayo a Eva sobre el rostro y la taza aterrizo sobre su vientre. Ella se quedo mirandola, la cogio con una mano y la estrujo haciendola crujir.

David clavo los ojos en el orificio que ella tenia en el pecho, en las pinzas hemostaticas que oscilaban alli, infernales decoraciones navidenas, y finalmente salio de su paralisis. Apreto el boton que habia al borde de la cama y como no aparecio nadie en cinco segundos, salio corriendo al pasillo y grito:

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