Hospital de Danderyd, 23:46

Mahler estaciono el coche en el aparcamiento de tiempo limitado mas proximo al hospital y se bajo del vehiculo con dificultad. El Fiesta no estaba hecho para su metro noventa de estatura y sus ciento cuarenta kilos de peso. Saco primero las piernas y luego el cuerpo. Se quedo al lado del automovil y se dio un poco de aire en el pecho con la camisa, donde ya habian empezado a aparecer circulos oscuros en las axilas.

El edificio del enorme hospital se alzaba ante el expectante. La unica senal de actividad era la suave succion del aire acondicionado, la respiracion asistida del inmueble, su manera de decir:

– Estoy vivo, aunque no lo parezca.

Se echo la bolsa al hombro y fue hacia la entrada. Miro el reloj. Las 23:45.

El espejo de agua poco profundo, situado cerca de la puerta giratoria, reflejaba el cielo nocturno, convirtiendolo en un mapa de estrellas, y junto a el, como si fuera su vigilante, estaba Ludde fumando. Cuando vio a Mahler, levanto la mano a modo de saludo y tiro la colilla al agua, donde entro con un silbido.

– Hola, Gustav. ?Que tal?

– Bueno… Sudando.

Ludde tenia cuarenta anos, pero parecia algo mas joven, de una manera enfermiza. Cualquiera le habria tomado por un paciente de no ser por la camisa azul con la tarjeta identificativa, que dejaba claro que se llamaba Ludvig. Tenia los labios finos y palidos, la piel tirante de una forma poco natural, como si se hubiera sometido a una operacion de cirugia plastica o hubiera estado en un tunel de viento, y los ojos inquietos.

Entraron por la puerta normal, ya que la giratoria estaba cerrada por la noche. Ludde miraba todo el tiempo a su alrededor, pero su cautela era innecesaria: el edificio parecia desierto.

Cuando cruzaron la entrada y se adentraron por los pasillos, Ludde se relajo y le pregunto:

– ?Has traido…?

El recien llegado metio la mano en el bolsillo del pantalon, y la dejo alli.

– Ludde, tendras que disculparme, pero todo eso parece…

El aludido se paro y le miro ofendido.

– ?Te he enganado alguna vez? ?Eh? ?Te he dicho alguna vez que tenia algo y luego no era nada? ?Eh?

– Si.

– Te refieres a lo de Bjorn Borg. Si. Si. Pero tenia un parecido de la hostia, reconocelo. De acuerdo, de acuerdo. Pero esto… bueno, bueno. Quedate con la pasta entonces, cascarrabias de los cojones.

Ludde, cabreado, echo a andar por el pasillo, y a Mahler le costo seguirle el paso. En silencio tomaron un ascensor de bajada y luego recorrieron un pasillo largo y ligeramente empinado con una puerta de hierro al fondo. El confidente oculto aposta el teclado cuando paso su tarjeta y marco la clave. Se oyo el chasquido de la puerta.

Mahler saco el panuelo y se seco la frente. Alli abajo hacia mas fresco, pero la caminata le habia dejado agotado. Se apoyo contra la pared de cemento pintada de verde y agradablemente fresca bajo su mano.

Ludde abrio la puerta de hierro. El periodista pudo oir a lo lejos, a traves de las paredes, gritos y ruidos de metales. La primera y unica vez que habia estado alli antes todo estaba silencioso como… una tumba. Ludde lo miro con una sonrisa burlona que venia a decir «que te dije». Mahler asintio, le entrego los billetes arrugados y Ludde se ablando, le hizo un gesto invitandole a que cruzara la puerta abierta.

– Adelante. La primicia te esta esperando. -Echo una rapida ojeada a la parte baja del pasillo-. Los otros entran por el otro lado, asi que puedes estar tranquilo.

El reportero se guardo el panuelo en un bolsillo.

– ?No vienes conmigo?

El confidente sonrio con malicia.

– ?Tu sabes la cantidad de trabajo que me va a caer encima si bajo? -Le indico por senas que debia doblar la esquina-. Basta con descender un piso en el ascensor.

* * *

Mahler sintio un profundo malestar cuando la puerta se cerro tras el. Se dirigio al ascensor y dudo antes de pulsar el boton para llamarlo. Se habia vuelto miedoso con los anos. Aun se oian gritos y ruido de metales alla abajo, y se quedo quieto, intentando que su corazon se tranquilizara.

Le inquietaba menos la perspectiva de ver a los muertos dando vueltas por ahi que el hecho de no tener derecho alguno a estar alli. Cuando era joven pasaba de esas cosas. «Hay que informar de lo que esta pasando», habria pensado entonces, y se habria lanzado al combate.

Pero ahora…

«?Y tu quien eres? ?Que haces aqui?».

Estaba oxidado y demasiado inseguro para poder aparentar la autoridad necesaria en tales situaciones. No obstante, apreto el boton.

«Debo ver lo que pasa».

El ascensor se puso en movimiento con un ruido sordo, el se mordio el labio y se aparto de la puerta. Lo cierto era que tenia miedo. Habia visto demasiadas peliculas donde llegaba el ascensor y dentro habia alguien. Pero llego, y a traves del estrecho cristal de la puerta pudo comprobar que estaba vacio. Entro y pulso el boton del ultimo piso del sotano.

Cuando el ascensor empezo a bajar, el intento no pensar en nada, solo registrar los hechos como una camara cuya pelicula se revelara luego con palabras.

El ascensor arranca con una sacudida. Oigo gritos a traves de las gruesas paredes de cemento. La planta del deposito de cadaveres aparece a traves del cristal que hay en la puerta.

Nada.

Un tramo del pasillo, una pared y nada mas. Empujo la puerta del ascensor.

Noto el frio. La temperatura de ese corredor estaba varios grados por debajo de la del resto del edificio. El sudor que le cubria el cuerpo se convirtio en una pelicula helada, sintio un escalofrio. La puerta se cerro a sus espaldas.

Justo a la derecha estaba abierta la puerta de acceso a una de las salas del deposito y fuera, en el suelo, habia dos personas sentadas, abrazandose cabizbajas.

«?Que hacen?».

El estrepito de una plancha metalica en la sala de autopsias que habia a la derecha hizo que una de ellas levantara la cabeza, y Mahler comprobo entonces que se trataba de una enfermera joven. Tenia el rostro desencajado.

Sujetaba entre sus brazos a una mujer muy vieja; tenia cuatro canas como una nube alrededor de la cabeza, el cuerpo como un tonel y las piernas como palillos, que se agitaban en el suelo tratando de encontrar apoyo para levantarse. Estaba desnuda, salvo la sabana anudada alrededor del cuello que le cubria un lado del cuerpo. Debia de ser la madre o la abuela de alguien, quiza la bisabuela.

Su rostro se reducia a dos pomulos prominentes bajo una piel palida, y los ojos

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