en el suelo. Se levanto con las rodillas temblorosas, dejo a un vigilante al cargo de la anciana. Al ver a Mahler torcio el gesto.

– Que cabron -le espeto, y volvio a desplomarse de nuevo a unos metros del cadaver. El periodista dio un paso hacia ella, pero decidio que era mejor dejar las cosas como estaban. No tenia ninguna necesidad de volver a oir lo cobarde que era.

«La alarma, la alarma».

La melodia que se oia era la de Eine Kleine Nachtmusic, y Mahler empezo a tararearla. Una melodia agradable en medio de aquel caos. La misma que la de su movil. Y la misma que tenia…

Rebusco el telefono dentro de la bolsa, se quedo mirando el ridiculo y diminuto auricular mientras seguia sonando la alegre melodia. Le dio la risa. Se alejo un poco por el pasillo con el movil en la mano y se apoyo en la pared al lado de un letrero en el que ponia: «Apaguen sus telefonos moviles». Aun se estaba riendo cuando contesto:

– Si, soy Mahler.

– Hola, soy Benke. Oye, ?que esta pasando ahi?

Gustav miro hacia la sala de autopsias, a los cuerpos que se movian por alli en un revoloteo de colores. Verde, azul, blanco.

– Pues, si. Es verdad. Se han despertado.

Benke resoplo en el auricular. Mahler creyo que iba a decir algo chistoso, y penso acercar el telefono hacia la sala de autopsias para que Benke pudiera oirlo, pero este no hizo ninguna broma. En vez de eso, dijo pausadamente:

– Por lo visto esta sucediendo… en varios sitios por toda la zona de Estocolmo.

– ?Que se despiertan?

– Si.

Permanecieron un momento en silencio. Mahler vio ante si como se desarrollaba la misma escena en varios lugares. ?De cuantos muertos estarian hablando? ?200? ?500? Se quedo de repente helado, rigido.

– ?Y en los cementerios? -inquirio.

– ?Que?

– Los cementerios. Los enterrados.

– ?Dios mio…! -musito Benke con tono casi inaudible, y anadio-: No se… No se… No hemos recibido ninguna… -Se interrumpio-. ?Gustav?

– ?Si?

– Esto es una broma, ?no? Me estas tomando el pelo. Eres tu quien ha…

Mahler oriento el movil hacia la sala de autopsias, miro con los ojos en blanco durante un par de segundos, despues se volvio a poner el telefono en la oreja. Benke estaba hablando solo.

– … esto es absurdo. ?Como puede suceder…? Aqui, en Suecia…

Mahler lo interrumpio.

– Benke. Tengo que irme.

El redactor de noche se impuso al hombre incredulo, y Benke pregunto:

– Estaras haciendo fotos, ?no?

– Si, si.

Mahler se guardo el movil. El corazon le latia desbocado.

«Elias no fue incinerado, Elias fue enterrado, Elias fue enterrado, Elias, Elias yace en el cementerio de Racksta, Elias…».

Extrajo la camara de la bolsa y saco unas fotos a toda prisa. La situacion se habia estabilizado y parecia bajo control. Aqui. Por el momento. Se fijo en el uno de los celadores que sujetaba a un senor mayor, que no cesaba de mover la cabeza de arriba abajo como si quisiera decir: «?Si, si, estoy vivo, estoy vivo!», y le grito:

– ?Oye, tu! ?Que haces?

El periodista hizo un gesto evasivo…

«No tengo tiempo».

… y salio retrocediendo de la sala. Se dio la vuelta y echo a correr hacia las escaleras.

Fuera del tanatorio habia un hombre viejisimo, delgado como un palillo, hurgando con los dedos en la tirilla de su mortaja. Una de las mangas de quita y pon se le habia caido y el tipo estaba boquiabierto; parecia preguntarse como se habia puesto aquella prenda tan elegante y que iba a hacer ahora que la habia roto.

* * *

Habia varios coches de la policia aparcados fuera de la entrada del hospital, y Mahler murmuro:

– ?Policias? ?Que van a hacer? ?Arrestarlos?

El sudor le chorreaba por todo el cuerpo cuando llego hasta su vehiculo. La cerradura del lado del conductor estaba estropeada y habia que empujar con el cuerpo para que se abriera. Cuando lo hizo, la manija se le deslizo entre los dedos y bajo sus pies el asfalto dio un giro de noventa grados, Mahler sintio un golpe en los hombros y en la nuca.

Quedo tendido cuan largo era al lado de su coche, mirando a las estrellas. El estomago subia y bajaba como un fuelle al ritmo de sus profundos resuellos. Oyo el ruido de las sirenas a lo lejos, una buena melodia para un reportero en condiciones normales, pero el ya no podia mas.

Las estrellas titilaban encima de el; su respiracion se fue sosegando.

Gustav concentro la vista en un punto lejano mas alla de las estrellas.

– ?Donde estas, mi querido nino? ?Estas alli… o aqui?

Pasados unos minutos volvio a sentirse con fuerzas. Se levanto, entro en el vehiculo, arranco y se alejo del aparcamiento del hospital, conduciendo en direccion a Racksta. Le temblaban las manos por el agotamiento. O ante la expectativa.

Taby Kyrkby, 23:20

Elvy preparo la cama a su nieta en la habitacion de Tore. El persistente olor a hospital causado por los antisepticos se mezclaba desde hacia tres semanas con el de los productos de limpieza. No quedaba ni rastro del propio Tore. Ya al dia siguiente de su muerte, Elvy habia tirado a la basura el colchon, las almohadas y toda la ropa de cama, y habia comprado un juego nuevo.

Cuando Flora la visito al dia siguiente, a la abuela le habia sorprendido que la chica no tuviera ningun reparo en pasar la noche en el dormitorio donde acababa de morir su abuelo, sobre todo pensando en su sensibilidad.

– Yo lo conocia. El no me da miedo -se limito a decir Flora, y el tema quedo zanjado.

La chica entro y se sento en el borde de la cama. Elvy se quedo mirandole la camiseta de Marylin Manson, que le llegaba por las rodillas, y le pregunto:

– ?Tienes otra ropa para manana?

Flora sonrio.

– Claro. Yo tambien tengo mis limites.

– No es que a mi me importe, pero… -dijo Elvy mientras ahuecaba las almohadas.

– Las viejas -la interrumpio Flora.

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