El reloj de la mesilla marcaba las 00:20. Se repitieron los roces. Probablemente seria algun animal, quiza un perro, pero ?por que venia a su casa? Espero un momento, pero los roces continuaban. No era normal que los perros anduvieran corriendo sueltos por ahi. En invierno solia andar rondando por la urbanizacion algun que otro corzo, pero nunca se acercaban a la puerta ni pretendian hacerle una visita.

Se puso la bata y fue hasta la puerta, donde aguzo el oido. No estaba segura, pero no era un gato. En parte porque los restregones eran demasiado fuertes, y en parte porque parecian producirse a la altura del pecho. Elvy se inclino sobre el marco de la puerta y susurro:

– ?Quien es?

Los roces cesaron. En su lugar se oyo ahora un gemido sordo.

«Debe de ser alguien que esta herido o algo asi».

Sin pensarselo dos veces abrio la puerta.

* * *

El llevaba puesto el traje nuevo, pero no le quedaba bien. Durante la enfermedad habia adelgazado mas de veinte kilos y el traje de gabardina le caia suelto sobre los hombros enjutos cuando aparecio alli, en el rellano de las escaleras, con los brazos inertes pegados al cuerpo. Elvy retrocedio un par de pasos, hasta que sus pies tropezaron con el zapatero y a punto estuvo de perder el equilibrio, pero se agarro al perchero y se enderezo.

Tore estaba inmovil, mirandose los pies. Elvy tambien los miro. Llevaba los pies descalzos, blancos, y las unas sin cortar.

Ella se quedo mirandole fijamente a los pies y penso: «Me han enganado, que frescos. No le han cortado las unas».

Porque no fue terror ni panico lo que Elvy sintio entonces al ver aparecer a su marido, muerto tres anos despues de que celebraran sus bodas de rubi. No. Solo sorpresa y… cansancio. Por eso avanzo hacia el y le pregunto:

– ?Que haces aqui?

El no contesto, pero levanto la cabeza. Sus ojos seguian alli, pero con la mirada vacia. Ella estaba acostumbrada, habia vivido con aquella mirada inexpresiva durante tres anos. Solo que ahora parecia aun mas apagada, mas inerte.

«No es Tore. Es un muneco».

El espantajo dio unos pasos hacia delante y entro en la casa. Elvy fue incapaz de hacer nada para impedirselo. No estaba asustada, pero no tenia ni idea de que iba a hacer.

Era Tore, eso era innegable, pero ?como era posible algo asi? Ella misma habia comprobado que no tenia pulso, ella misma le habia colocado su espejo de bolsillo delante de la boca y habia comprobado que ya no respiraba. Se lo habia oido decir al personal de la ambulancia, tenia papeles que certificaban que su esposo estaba muerto, sin vida, fallecido.

«La resurreccion de la carne…».

Tore paso por delante de ella y continuo hacia el interior de la casa. Un hedor frio a hospital alcanzo la nariz de Elvy; ascaridol, almidon y un olor mas dulce, afrutado, de fondo, pero enseguida se acostumbro, le cogio del brazo y le pregunto en voz baja:

– ?Que haces?

El no le presto atencion y siguio avanzando a trompicones como si cada paso le supusiera un esfuerzo, encaminandose hacia la otra habitacion. Su habitacion.

Entonces fue cuando ella cayo en la cuenta de que era la primera vez que le veia andar desde hacia siete anos. Rigido, como si aun no se hubiera acostumbrado a su cuerpo recien recuperado, pero andar, ya lo creo que andaba. Iba derecho hacia la habitacion en la que estaba durmiendo Flora.

Elvy se volvio, le agarro de los hombros por detras y le susurro con un tono mas alto:

– ?Flora esta durmiendo! ?No la molestes!

Tore se detuvo. El frio de su cuerpo se colaba a traves del tejido y Elvy lo sintio en las manos. Tras permanecer asi unos segundos, asomo a la cabeza de ella un recuerdo: las veces que el habia vuelto a casa borracho cuando Margareta era pequena. La nina durmiendo en su cama, Elvy haciendo guardia en la puerta para impedir que Tore entrara tambaleandose en la habitacion de Margareta a balbucir sus muestras de carino sobre la aterrorizada nina.

«?Esta dormida! ?No la molestes!».

La mayoria de las veces habia conseguido evitarlo, pero no siempre.

El difunto se volvio. Ella intento atraer su mirada, clavarle los ojos y ponerlo en su sitio como habia hecho cuarenta anos atras. Hacer que se detuviera, que se atuviera a razones, pero fue como tratar de poner una chincheta en una bola de bolera; su mirada resbalaba, no podia alcanzarlo y fue entonces cuando se asusto.

Aunque tenia las mejillas hundidas, los labios caidos y habia perdido veinte kilos, seguia siendo bastante mas fuerte que ella. Y en sus ojos no habia ningun sentimiento, ningun atisbo de memoria. La anciana no pudo seguir mirandolos, se dio por vencida y perdio.

Tore se volvio y continuo hacia la habitacion. Elvy trato de sujetarlo de nuevo, pero al mismo tiempo que a ella se le escurrian de las manos los hombros de Tore, se abrio la puerta de la habitacion y aparecio Flora.

– Abuela, ?que…?

Entonces vio al muerto. Se le escapo un lamento y se hizo inmediatamente a un lado para no toparse con su imperturbable determinacion. El, sin advertir siquiera su presencia, entro en el dormitorio al tiempo que la muchacha se tropezo con el sofa, se cayo y, a gatas, se dirigio hacia la puerta del balcon, donde se dejo caer en el suelo con los ojos de par en par y empezo a chillar.

Elvy corrio hasta ella, la abrazo y le acaricio el pelo y las mejillas.

– Chissst… chissst… No hay peligro… chissst.

Flora dejo de gritar. Elvy pudo sentir bajo sus manos como se le tensaba la mandibula. La chica comenzo a temblar y busco refugio en el regazo de su abuela sin poder tranquilizarse, con la mirada puesta en el dormitorio, donde Tore se dirigia a su escritorio y tomaba asiento como si acabara de llegar a casa despues del trabajo y tuviera aun algo pendiente antes de acostarse.

Ellas le vieron mover los brazos y oyeron el ruido suave del roce de los papeles. Incapaces de hacer algo, siguieron acurrucadas un buen rato, hasta que Flora se solto de los brazos de Elvy y se irguio, sentada aun en el suelo.

– ?Que tal, hija? -susurro Elvy bajito, para que Tore no la oyera.

Flora abria y cerraba la boca, haciendo gestos entrecortados hacia la mesa del sofa y hacia el dormitorio. Elvy observo esos gestos y comprendio a que se referia. En la mesa auxiliar estaba la funda del videojuego de Flora, Resident Evil. Flora dijo algo entre dientes y Elvy se acerco a ella.

– ?Que has dicho?

La voz de la nieta apenas era un susurro, sin embargo Elvy pudo entender lo que dijo.

– Esto… esto es absurdo.

La anciana asintio. Si. Absurdo. Lo que es imposible es absurdo. Pero ahi estaba. Elvy se levanto. Flora la agarro por el dobladillo de la bata.

– Silencio -susurro la mujer-. Solo voy a ver que esta haciendo.

Se deslizo hacia el dormitorio. ?Por que hablaban en voz baja, por que se movia ella con tanto sigilo, si aquello era tan absurdo? Porque lo imposible estaba presente en el limite de nuestra existencia. El mas minimo movimiento equivocado, la mas minima perturbacion, y se caia uno por el precipicio o se alzaba dando aullidos. Nunca se sabia. Habia que andar con cuidado, tenerlo en cuenta.

Elvy se apoyo en el marco de la puerta, pero solo veia la espalda de Tore, su codo aparecia y desaparecia. Ella entro en la habitacion, moviendose sigilosamente cerca de la pared para verlo

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