Pero a estas alturas Gustav conocia bien el cementerio; entrar en el era facil. Mas dificil le resultaba comprender por que cerraban a cal y canto. Camino a lo largo del muro hasta donde este daba paso a una zona de cesped muy pendiente y donde, gracias al riego artificial, las siemprevivas ofrecian un espectaculo magnifico, aunque a su alrededor todo estaba seco.

«?Facil?».

A veces actuaba como si creyera que su cuerpo tenia aun treinta anos. Entonces si que habria sido facil. Ahora no. Echo una ojeada a su alrededor. El reflejo azul de la luz del televisor era visible en un par de ventanas en las casas de tres pisos de la calle de Silversmedsgrand. No se veia a nadie por alli. Se paso la lengua por los labios y miro hacia lo alto de la cuesta.

Eran tres metros con unos cuarenta y cinco grados de inclinacion.

Se echo hacia delante, se agarro a dos matas de hierba y empezo a subir. Las raices de los matojos cedieron y tuvo que hincar los dedos de los pies en la tierra para no caerse hacia atras. Avanzaba con el rostro casi pegado al suelo; se interponia la barriga, que actuaba como un freno mientras el se arrastraba por el repecho centimetro a centimetro, como si fuera un perezoso, y en mitad de la desgracia Mahler se echo a reir, pero paro en seco, ya que las vibraciones de la barriga amenazaban con hacerle perder el equilibrio.

«Vaya pinta debo de tener».

Se quedo un rato tumbado en el suelo cuando llego a la cima, tratando de recuperar el aliento. Observo el cementerio: lapidas y cruces bien alineadas emergian de sus propias sombras a la luz de la lima.

La mayoria de los alli sepultados habian sido incinerados, pero Anna quiso enterrar el cuerpo de Elias. Mahler solo habia sentido pavor al imaginarse aquel cuerpecillo introducido en la fria tierra, pero su hija habia hallado consuelo. Ella se nego rotundamente a abandonarlo y esto era lo mas cerca que podia estar de el.

A Gustav le habia parecido una motivacion conmovedora pero desatinada, algo que en el futuro solo iba a provocar angustia, pero evidentemente se habia equivocado. Anna iba todos los dias a visitar la tumba y decia que se sentia mas animada al saber que el realmente estaba ahi abajo. No solo como ceniza, sino las manos, los pies, la cabeza. El aun no se habia acostumbrado, al contrario, en medio de la pena sentia una especie de contrariedad cada vez que visitaba la tumba.

«Los gusanos. La putrefaccion».

Si. Ahora se le vino a la mente con toda su crudeza, y dudo antes de bajar la ladera.

Y si… y si realmente era asi… ?Que aspecto tendria Elias?

El periodista habia estado presente en innumerables lugares donde se habia cometido un delito, habia visto exhumar cadaveres enteros y descuartizados enterrados en sacos de plastico, habia visto el levantamiento de restos humanos que llevaban dos semanas dentro de su apartamento con la compania del perro, cuerpos de ahogados que habian sido encontrados entre redes de las esclusas. No habian sido espectaculos agradables.

La imagen del pequeno ataud blanco de su nieto permanecia en su retina. Recordaba el ultimo adios, una hora antes de la ceremonia. Mahler habia ido a comprar una caja de Lego por la manana, y Anna y el estuvieron juntos al lado del ataud abierto, mirando a Elias. Llevaba puesto su pijama favorito, el de los pinguinos, y sostenia su osito en la mano; todo resultaba terriblemente absurdo.

Anna se acerco entonces al ataud y mientras le acariciaba la mejilla le dijo:

– Vamos, despierta ya, Elias. Venga, carino. No sigas. Despierta, mi nino. Ya es de dia, tienes que ir al cole…

Mahler abrazo entonces a su hija sin decir nada, porque no habia palabras, pues el sentia lo mismo. Cuando coloco junto al osito la caja de Lego de Harry Potter que Elias tanto habia deseado tener, creyo por un instante que eso le haria despertar, haria que dejara de estar alli tumbado de esa manera, y como se le veia tan guapo y tan bien, solo tendria que levantarse y entonces terminaria aquella pesadilla.

Se arrastro como pudo cuesta abajo y se adentro en la zona de enterramientos con cuidado, como si no quisiera molestar. La tumba de Elias estaba bastante alejada de alli, y de camino hacia ella, Mahler paso junto a la lapida de una relativamente reciente:

DAGNY BOMAN

14 de septiembre de 1918 – 20 de mayo de 2002

Se detuvo a escuchar y siguio al no oir nada.

La lapida de su nieto aparecio ante sus ojos, a la derecha, al fondo de una hilera. Las azucenas blancas que Anna habia colocado en un jarron resplandecian ligeramente a la luz de la luna. Que extrano que un cementerio pudiera estar tan poblado y resultase, no obstante, el lugar mas solitario de la tierra.

A Mahler le temblaban las manos y tenia la boca seca cuando se puso de rodillas junto a la tumba. Los trozos rectangulares de cesped colocados encima de la tierra removida aun no habian tenido tiempo de igualarse con el resto. Los bordes se veian como sombras negras.

ELIAS MAHLER

19 de abril de 1996 – 25 de junio de 2002

Siempre te llevaremos

en nuestro corazon

No se oia ni se veia nada. Todo estaba como siempre. La tierra no se abultaba por ningun sitio, ninguna…

«Si, eso era lo que el se habia imaginado».

… mano asomaba hacia arriba pidiendo ayuda.

Gustav se tumbo sobre el terreno, abrazo la tierra bajo la cual estaba el ataud y pego el oido contra la hierba. Esto era una locura. Estaba aguzando el oido hacia abajo, tapandose con la mano la oreja no apoyada contra el suelo.

Y oyo algo.

«Aranazos».

Mahler se mordio el labio con tanta fuerza que llego a hacerse sangre, apreto la cabeza aun mas fuerte contra la hierba, sintiendo como esta cedia.

Si. Se escuchaban aranazos ahi abajo.

Elias se movia, intentaba… salir.

Se estremecio, se levanto, se puso a los pies de la tumba y se abrazo a si mismo, como tratando de evitar su propio estallido. Tenia la cabeza vacia. Pese a que era precisamente por eso por lo que habia ido alli, hasta el ultimo momento habia sido incapaz de creer que fuera cierto. No tenia ni idea de como actuar, carecia de herramientas, no habia ninguna posibilidad de…

– ?Elias!

Cayo de rodillas, retiro los trozos de cesped superpuestos y empezo a apartar la tierra con las manos. Cavo como un poseso: se le partieron las unas, se le metio tierra en la boca y en los ojos. De vez en cuando pegaba el oido al suelo y oia los aranazos cada vez mas claros.

La tierra estaba seca y suelta, sin entramado alguno de raices, y las primeras gotas de humedad que recibia en varias semanas eran los chorros de sudor que caian de la frente a Mahler. La cosa iba bien, pero la tumba era mas profunda de lo que el creia. Despues de excavar durante veinte minutos llego a un punto en el que los brazos ya no llegaban mas abajo, y aun no se veia el ataud.

Habia estado mucho tiempo trabajando con la cabeza hundida por debajo del borde, y la sangre le latia contra las paredes del craneo como un badajo contra el hierro fundido. Se le nublaron

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