Tenia el pequeno ataud ante sus pies. No le habia afectado ningun proceso de descomposicion, presentaba el mismo aspecto que tenia en la capilla. Pero Gustav sabia que lo que descompone un cadaver no era lo que venia de fuera, sino lo que habia dentro.
Se paso la mano por la cara. Tenia miedo.
Habia, era cierto, historias fantasticas sobre cadaveres, especialmente de ninos, que hablaban de que los cuerpos estaban intactos cuando abrian las tumbas anos despues del entierro. Parecia solo que estaban dormidos, pero eso eran cuentos, leyendas de santos o de circunstancias muy especiales. Debia estar preparado para lo peor.
El feretro se meneo a causa de una ligera sacudida en su interior, un tintineo, y Mahler sintio, por primera vez desde que llego alli, un fuerte impulso de salir corriendo. El hospital psiquiatrico de Beckomberga se encontraba a tan solo un kilometro. Hacia alli. Tapandose los oidos con las manos, gritando. Pero…
«El castillo de Lego».
El castillo de Lego se hallaba aun en su apartamento. Los munequillos estaban abandonados en las mismas posiciones que la ultima vez que jugaron. Mahler recordo las manos de Elias cogiendo los munecos y las espadas.
– ?Abuelo, habia dragones en los tiempos de los caballeros?
El abuelo se inclino sobre el ataud.
La tapa solo estaba sujeta con dos tornillos, uno en los pies y otro en la cabecera. Sirviendose de la llave de su apartamento, consiguio desatornillar el de la cabecera, tomo aire y retiro la tapa hacia un lado. Contuvo la respiracion.
«No es Elias».
Retrocedio ante el cuerpo que reposaba sobre el blando revestimiento. Era un enano. Un enano entrado en anos enterrado en vez de Elias.
Jadeante, aspiro sin querer el aire por la boca, por la nariz, y el hedor virulento a queso demasiado curado le provoco una nausea que le costo contener para que no se convirtiera en vomito.
«No es Elias».
La luz de la luna era mas que suficiente para que pudiera ver lo que habia pasado con el cuerpo. Las diminutas manos que ahora se movian buscando a tientas estaban deshidratadas, negras, y la cara… la cara. Mahler cerro los ojos, se los tapo con las manos, sollozando.
Se dio cuenta entonces de lo mucho que, a pesar de todo, habia confiado, aunque fuera imposible, en que Elias iba a tener el mismo aspecto que en vida. De todos modos
Pero no lo era.
Gustav se mordio los labios, se los chupo, se quito las manos de los ojos. En su trabajo habia visto muchas cosas terribles, dominaba el arte de quedarse impavido, distante, como si no estuviera alli. Ahora lo puso en practica al acercarse al ataud y levantar a Elias entre sus brazos.
La seda del pijama de pinguinos tenia un tacto suave bajo sus dedos. Debajo de aquella sintio la piel rigida, dura como el cuero. Tenia el tronco hinchado por los gases formados en el vientre, y el olor a proteinas descompuestas era peor de lo que pueda imaginarse.
Pero Mahler no estaba alli. Alli solo estaba un hombre que llevaba un nino en brazos. Un nino que pesaba muy poco. Miro el ataud una vez mas para comprobar si se habia dejado algo. Y si, se lo habia dejado. El Lego.
Eso era lo que habia provocado aquel ruido como de roce. Elias habia conseguido abrir la caja que le habian dejado en el ataud, y las piezas de plastico estaban ahora en un monton a los pies de este, junto a la caja rota.
El hombre se detuvo, se imagino la escena. Elias alli enterrado y…
Apreto los ojos. Borro aquella imagen. Se quedo alli parado en un instante de locura, dudando, pensando si no deberia dejar a su nieto, recoger las piezas y guardarselas en los bolsillos.
«No, no, comprare nuevas, comprare toda la tienda…».
Con el paso corto y una respiracion jadeante, que parecia insuficiente para oxigenar la sangre, Gustav se encamino hacia la salida diciendo en voz baja:
– Elias… Elias… todo se va a arreglar. Ahora vamos a ir a casa… con el castillo de Lego. Esto ya se ha terminado. Ahora vamos… a ir a casa…
Elias se giro lentamente en los brazos de Mahler, como si tuviera sueno, y este penso en todas las veces que habia llevado aquel cuerpecillo dormido desde el coche o desde el sofa hasta la cama. Con el mismo pijama.
Pero ese cuerpo ahora no era suave, ni calido; era duro y frio, rigido como el de un reptil. A mitad de camino hacia la salida se atrevio a mirarle a la cara otra vez.
La piel, de color marron anaranjado, se habia tensado tanto que los pomulos se le veian con toda claridad. Los ojos solo eran un par de hendiduras, dos cortes, y todo el rostro parecia… asiatico. Pero tenia la nariz y los labios negros, arrugados. No habia mucho que recordara a Elias, excepto el cabello castano y rizado que le caia sobre la amplia frente.
Con todo, habian tenido suerte.
Elias habia empezado a momificarse. Si el terreno hubiera sido mas humedo, probablemente se habria descompuesto.
– Has tenido suerte de que haya sido un verano tan caluroso, pequeno. Bueno, tu no lo sabes, pero ha hecho… muy buen tiempo este verano. Como aquella vez que fuimos a pescar percas… ?Te acuerdas? Te daban mucha pena las lombrices y pescamos con ratas de gominola en vez de lombrices…
El hombre siguio hablando todo el camino hasta que llego de nuevo ante la verja. Seguia cerrada. No habia pensado en ello.
Agotado, incapaz de dar un paso mas, se dejo caer con Elias en brazos junto al muro de la verja. Ya no notaba el hedor. El mundo olia asi.
Mahler contemplo la luna con Elias apretado contra su pecho. Amarilla y amable, aquella le envio un guino, veia con buenos ojos todo cuanto habia hecho. El asintio, cerro los ojos y acaricio los cabellos de Elias.
Sus preciosos cabellos.
– ?Como se siente ahora?
Alguien le puso un microfono debajo de la barbilla y David, en un acto reflejo, estuvo a punto de cogerlo.
– ?Que… como me siento?
– Si. ?Como se siente en estos momentos?
No sabia como le habia localizado el reportero de TV4. Despues de que le hicieran abandonar la habitacion de Eva, fue a sentarse a la sala de espera y un cuarto de hora despues aparecio el periodista y le pidio permiso para hacerle algunas preguntas. El reportero, un hombre de su misma edad, tenia un brillo especial en los ojos que podia deberse a la falta de sueno o a algun tipo de maquillaje. O a la excitacion.
– Me siento bien -respondio David, alzando las comisuras de los labios en una mueca que en la imagen parecia aterradora-. Pensando ya en la semi…
– ?Perdon?
– La semifinal. Contra los cariocas…