labios. Luego, las comisuras, movidas por un impulso irresistible, se contrajeron hacia arriba poco a poco, hasta que una amplia sonrisa invadio el rostro de Elvy.

– ?Abuela? ?De que te ries?

Elvy queria reirse a carcajadas. No. Mas. Queria saltar del sofa, dar un par de pasos de baile y reir. Pero Flora echo la cabeza hacia atras un par de centimetros, como suele hacerse ante un fenomeno extrano, y Elvy se llevo la mano derecha a la cara para borrarse mecanicamente la sonrisa. Las comisuras de los labios querian volver a alzarse, pero haciendo un esfuerzo consiguio ponerlas en su sitio. Nada de asustar.

– Es la resurreccion de la carne -comento con hilaridad contenida-. ?No lo entiendes? Es la resurreccion. La resurreccion de la carne. No puede ser otra cosa.

Flora ladeo la cabeza.

– ?Ah, si?

No habia palabras. Elvy no podia explicarlo. Su alegria y sus expectativas eran demasiado grandes para poder expresarlas con palabras, por eso dijo:

– Flora, no quiero hablar de eso ahora. No tengo ganas de discutir. Solo quiero estar un momento a solas.

– ?Que? ?Por que?

– Quiero estar tranquila. Es un momento. ?Me dejas?

– Si, si. Claro.

Flora se dirigio a la ventana y se puso a mirar alternativamente las copas apenas visibles de los arboles frutales, y la imagen de Elvy reflejada en el cristal. Esta se entrego en silencio a su religiosidad. Despues de un rato, Flora dio un golpecito al espanta-espiritus de tubos metalicos colgado en la ventana, abrio la puerta del balcon y salio a la terraza. El ruido de sus pisadas se confundia con el tintineo del espanta-espiritus, pero aquellas enmudecieron al cabo unos segundos.

«El reino de los cielos al final de los tiempos».

Euforia. No habia palabra mejor para describir lo que se agitaba en el pecho de Elvy.

Como si fuese la vispera de un largo viaje, por la

[noche:

ya tienes el billete en el bolsillo y hechas al fin las

[maletas.

Y puedes sentarte y percibir la cercania de lo

[lejano… [5]

Si. Asi se sentia. La anciana trato de ver ante si el pais lejano al que pronto iba a viajar, adonde pronto iban a viajar todos, pero aqui no habia folletos turisticos en los que apoyarse, todo dependia de ella y ella no era capaz de imaginarselo, era indescriptible y superaba su imaginacion.

Pero estaba alli sentada y sentia que pronto… pronto…

Pasaron unos minutos, tras los cuales algunas gotas de mala conciencia se mezclaron en el caliz de su regocijo. Flora estaba en su casa. Aqui. Ahora. ?Que habia sido de su nieta? Cuando se levanto del sofa para ir a buscarla, vio el sillon delante de la puerta del dormitorio y llego a pensar: «?Por que esta ahi el sillon?», antes de que recordara el motivo. Precisamente porque Tore estaba alli dentro, sentado junto al escritorio, revolviendo los papeles como cuando estaba vivo. Elvy se detuvo de repente porque la asalto una duda sombria.

«Y si fuera asi».

Cuando Flora volvio del telefono y le comunico lo que le habian dicho, la anciana se imagino un ejercito silencioso de resucitados, cientos, miles, avanzando solemnemente por las calles como una senal sublime de lo que estaba por llegar. A pesar de lo que ella habia visto ya, se volvio y fue hasta la puerta del dormitorio. Alli habia papeles revueltos, pies desnudos con las unas sin cortar, manos frias, hedor, pero ni rastro de un coro de angeles en las alturas, solo cuerpos de carne y hueso que se metian en todas partes y causaban problemas.

«Pero los caminos del Senor…».

… son inescrutables, si. No sabemos nada. Elvy meneo la cabeza y lo dijo en voz alta:

– No sabemos nada. -Ahi lo dejo, y salio a la terraza en busca de su nieta.

La oscuridad de agosto era profunda y no corria brisa entre las hojas. «Es de noche y hay tanta calma que la luz de la vela arde sin flamear». Cuando los ojos se le acostumbraron a la oscuridad, Elvy distinguio la oscura silueta de su nieta reclinada sobre el tronco del manzano. Elvy bajo las escaleras y fue hacia ella.

– ?Estas aqui sentada? -le pregunto.

La chica no contesto a la pregunta que no era tal, sino que dijo:

– He estado pensando. -Y se levanto, cogio del arbol una manzana medio madura y se puso a jugar con ella entre las manos.

– ?Y que has pensado?

La manzana volo por los aires, capto la luz de la sala de estar por un instante y cayo en las manos de la joven con un golpe.

– ?Que demonios van a hacer? -dijo Flora, echandose a reir-. Todo va a cambiar ahora. Nada encaja. ?Comprendes? Todo en lo que han basado toda esa mierda… ?Paf! ?Se acabo! La muerte, la vida. Nada encaja.

– No -reconocio Elvy-. Es verdad.

Flora descubrio las piernas y dio unos pasos de baile sobre el cesped. De repente, lanzo la manzana alto, lejos. Elvy la vio volar sobre el seto describiendo un arco amplio y la oyo caer con un golpe sordo en el tejado del vecino, para luego rodar sobre las tejas.

– No hagas eso -la reprendio.

– ?Y? ?Y que? -Flora extendio los brazos como si quisiera abrazar la noche, el mundo-. ?Que van a hacer? ?Llamar a los antidisturbios? ?Arrestar a alguien? ?Avisar a Bush y pedirle que venga a bombardear? Quiero verlo… de verdad, quiero ver como solucionan esto.

La joven cogio otra manzana y la tiro en otra direccion. Esta vez no acerto en ningun tejado.

– Flora…

Elvy intento poner la mano en el brazo de su nieta, pero esta se zafo.

– No lo entiendo -admitio Flora-. Tu crees que esto es Armagedon, ?no? Yo no me se la historia, pero los muertos despiertan, los sellos se rompen y todo el programa y esto se acaba, ?no?

La anciana sintio un profundo rechazo a ver reducidas sus creencias a esa descripcion, pero contesto:

– Si.

– De acuerdo. Yo no lo creo. Pero si uno cree eso, ?que demonios importa una fruta en el tejado del vecino?

– Hay que mostrar consideracion. Flora, por favor, tranquilizate un poco.

La chica solto una carcajada, pero sin malicia. Abrazo a Elvy, la mecio hacia delante y hacia atras como si fuera una nina pequena que no entendia nada. Elvy supo encajarlo. Se dejo acunar.

– Abuela, abuela -le dijo Flora en voz baja-. Tu crees que el mundo se va a hundir y me dices a mi que me tranquilice.

La anciana sonrio. Resultaba algo gracioso, la verdad. Flora la solto, dio un paso atras, apreto las palmas de las manos y movio la cabeza como en un gesto de saludo hindu.

– Como dijiste antes: no comparto tus creencias, pero, abuela, yo creo que se

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