Magnus cogio sus cartas, las estuvo barajando un rato y despues pregunto:

– ?Esta muerta?

– Si, pero… vive.

El nino asintio.

– Entonces, ?cuando vuelve a casa?

– Eso no lo se, pero de un modo u otro va a volver.

Permanecieron en silencio el uno junto al otro. Magnus repaso todas sus cartas. Miro un par de ellas con detenimiento. Despues agacho la cabeza y rompio a llorar. Su padre le rodeo con los brazos, le sento en sus rodillas y el nino se hizo un ovillo, apretando la cara contra el pecho de David.

– Quiero que ella este en casa ahora. Cuando yo vuelva a casa.

A David tambien se le cubrieron los ojos de lagrimas. Mecio a Magnus hacia delante y hacia atras, acariciandole los cabellos.

– Lo se, carino… Lo se.

Bondegatan, 15:00

Las escaleras de piedra en forma de caracol que subian hasta el apartamento de Flora en el segundo piso estaban desgastas por el paso de generaciones. Como la mayoria de los edificios antiguos, aquella casa de la calle Bondegatan envejecia con dignidad. La madera se arqueaba y la piedra se desgastaba en vez de abrirse o romperse como el hormigon. Era una casa con caracter y, en contra de su voluntad, Flora estaba enamorada de ella.

Sabia que aspecto tenia cada uno de sus cuarenta y dos peldanos, conocia cada irregularidad de las paredes de la escalera. Un ano y pico antes, ella habia dibujado con un rotulador una A abajo, en la puerta del portal, del tamano de un puno. Ella misma habia sufrido al verlo cada vez que pasaba, y se sintio aliviada el dia que pintaron la puerta.

Se le iba un poco la cabeza al subir los escalones. No habia comido nada en todo el dia y no habia dormido mas que un par de horas en toda la noche. Abrio la puerta de fuera y alcanzo a oir un par de segundos antes de que apagaran la musica electronica procedente del cuarto de estar. Despues escucho unos cuchicheos agitados y movimientos rapidos.

Cuando ella entro en la sala de estar, Viktor, su hermano pequeno de diez anos, y Martin, el amigo con el que se habia ido a dormir la noche anterior, estaban sentados cada uno en un sillon, completamente entregados a la lectura de los tebeos del Pato Donald.

– ?Viktor?

El contesto con un «mm» sin levantar la vista del comic. Martin alzo el suyo para que Flora no pudiera verle la cara. Ella no se lo quito, sino que pulso el boton de salida del video y cogio la cinta; la puso delante de Viktor.

– ?Que demonios andas haciendo? -El no respondio. Flora le arranco el tebeo de las manos-. ?Escucha! Te he hecho una pregunta.

– ?Que pasa? -dijo Viktor-. Solo estabamos mirando a ver que era.

– ?Una hora?

– Cinco minutos.

– Vete a la mierda. He escuchado la musica al entrar, asi que ya se hasta donde habeis llegado. La habeis visto casi entera.

– ?Y cuantas veces la has visto tu? ?Eh?

Flora le dio a Viktor en la cabeza con la pelicula El dia de los muertos.

– Ni se te ocurra volver a tocar mis cosas.

– Solo queriamos ver lo que era.

– ?Ah, si? ?Y era divertida?

Los chicos se miraron y menearon la cabeza.

– Aunque molaba cuando los descuartizaban -repuso Viktor.

– Si, muy guay. Vamos a ver con que suenas esta noche.

Flora penso que no volverian a coger videos de su estanteria nunca mas. Percibio la infantil desazon, el miedo que rezumaban sus cuerpos. La pelicula les habia impresionado profundamente. Seguramente a Viktor y a Martin iban a perseguirles aquellas imagenes de la misma manera que a ella la acosaron con doce anos las deCannibal Ferox despues de que viera el largometraje en casa de un amigo mas mayor. Aquella pelicula no la abandono nunca.

– Flora ?es cierto que han salido de las tumbas de verdad? -le pregunto Viktor.

– Si.

– ?Es como con ellos? -inquirio Viktor senalando la cinta de video que Flora tenia en la mano-. ?Se comen a la gente y eso?

– No…

– ?Como es entonces?

Ella se encogio de hombros. Viktor habia estado muy triste despues de la muerte del abuelo, pero Flora sospechaba que no estaba tan afectado por su perdida como por la muerte como tal; el hecho de que la muerte significaba en realidad la desaparicion de las personas. Que todas las personas iban a desaparecer.

– ?Teneis miedo? -les pregunto.

– Yo estaba muy asustado al salir de la escuela -confeso Martin-. Pensaba que todos eran como zombis de esos.

– Yo, tambien -dijo Viktor-. Pero yo he visto uno de verdad. Tenia los ojos totalmente locos. Joder, como he corrido. ?Crees que el abuelo se va a poner asi?

– No se -mintio Flora, y se fue a su habitacion.

* * *

Flora saludo con la cabeza a Pinhead, que la miraba fijamente desde el poster de la pared, y coloco el video en la estanteria. Deberia comer algo, pero no tenia ganas de ir al frigorifico y empezar a sacar todos los paquetes y cacharros habituales. Le gustaba sentir hambre, como un asceta. Se echo en la cama y su cuerpo se lleno de tranquilidad.

Despues de descansar un rato, cogio la funda vacia de Pretty Woman y saco la navaja de afeitar que guardaba alli. Sus padres nunca habian dado con ella durante el periodo en que la usaba.

Las marcas de los brazos eran de su epoca de aficionada, enseguida habia pasado a cortarse debajo de los huesos de las claviculas y los omoplatos. Por fuera de la escapula tenia un par de cicatrices tan profundas y tan largas que mas bien parecia que le habian cortado las alas. Que idea mas bonita, pero esa vez se asusto; parecia que aquello no queria dejar de sangrar nunca, fue entonces cuando tuvo la conversacion con Elvy y la vida se volvio algo mas soportable. Las cicatrices de las alas fueron las ultimas.

Miro la navaja, la abrio, la giro entre los dedos y… si. Hacia mucho tiempo que no estaba tan lejos de querer autolesionarse.

Recorrio la estanteria con la mirada para ver si le apetecia leer algo. La mayoria eran novelas de terror. Stephen King, Clive Barker, Lovecraft. Lo habia leido todo, no tenia ganas de releerlos. Entonces se fijo en un libro con ilustraciones, en el nombre de una escritora, y en algun rincon de su cerebro se le encendio una luz.

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