aire salio de sus pulmones con una respiracion entrecortada.
Mahler se levanto, se puso a su lado y le apreto el hombro y la cabeza contra su estomago. Ella le dejo hacer. El le acaricio el pelo y le dijo en voz baja…
– Se va a poner bien, se va a poner bien… Solo tienes que ver lo que ha pasado hoy. -Apreto la cabeza de su hija contra su pecho y anadio-: Debemos tener confianza.
Anna asintio.
– Eso hago. Y eso es lo que me causa tanto dolor.
De repente alzo la cabeza, se seco los ojos y se levanto.
– Ven -le pidio.
Mahler la siguio hasta el dormitorio. Se agacharon el uno junto al otro al lado de la cama de Elias.
– Hola, carino. Ahora estamos los dos aqui -dijo, y volviendose hacia Mahler anadio-: Papa. Mira su cara. Dime si estoy loca.
El observo. Lo que habia visto cuando Elias sujetaba el biberon habia desaparecido. Tenia la cara inmovil, sin vida. Se le cayo el alma a los pies. Anna retiro la sabana hacia atras. Mahler vio que le habia puesto a Elias uno de sus pijamas viejos que se habia quedado olvidado en la casa y que le quedaba por las rodillas.
Anna coloco los dedos indice y corazon de una mano en el muslo de Elias. Y empezo a mover los dedos como si caminaran hacia su tripa mientras canturreaba:
– Aqui viene un raton… andando a cuatro patas… -Recorrio su cadera con los dedos-. Andando a cuatro patas… y de pronto va y dice… -Anna le dio un golpecito en el ombligo-. ?Piii!
Mahler lo vio. No fue mas que un esbozo, un pequeno temblor, pero ahi estaba: Elias sonreia.
Hagar se froto la rodilla derecha.
– Creo que va a llover. Me ha dolido esta vieja rodilla toda la tarde.
Elvy se asomo a la ventana y miro hacia fuera. Pues, si. No hacia falta una rodilla adivina para ver que se acercaba una tormenta. Las nubes estaban ya tan cerca que ocultaban el sol y parecia que iba a hacerse de noche a media tarde. El aire estaba cargado de electricidad. Elvy solo podia interpretarlo de una manera. Aclaro las tazas del te que habian tomado y dijo en voz alta:
– Tenemos que salir esta tarde.
Hagar asintio. Estaba preparada. Elvy le habia dicho por telefono que se pusiera algo decente, por si tenian que empezar su tarea sin perdida de tiempo.
El vestido de seda azul oscuro con estrellitas blancas que Hagar habia elegido era quiza un poco llamativo a los ojos de Elvy, pero Hagar se habia defendido diciendo que se trataba ciertamente de una «ocasion solemne», y eso no se podia negar.
Hagar no habia dudado. Cuando Elvy le conto lo de la aparicion, cloqueo encantada y la felicito. Que Maria se apareciera en aquella situacion tan extrema era para ella algo natural; que se le hubiera aparecido precisamente a Elvy, era una suerte increible, pero tambien habia gente de la que uno nunca habia oido hablar que ganaba diez millones a la primitiva, asi que…
A decir verdad, a Elvy no le acababa de gustar la ligereza con la que Hagar admitia todo aquello. Ponerse el vestido de fiesta y hacer esas comparaciones con la loteria.
El encuentro con Maria habia supuesto para Elvy una conmocion profunda, probablemente era lo mas grande que le habia ocurrido, pero Hagar solo le miro la herida de la frente, junto las manos y dijo: «?Que estupendo! ?Que maravilla!». Elvy sospechaba que si le hubiera contado que la habian secuestrado unos extraterrestres, Hagar habria reaccionado de la misma manera. Era como si su amiga solo pensara que era divertido que pasara algo, independientemente de lo que fuera.
Hagar habia estado casada tres veces. Rune, su ultimo marido, habia muerto hacia diez anos y desde entonces ella no habia hecho otra cosa que asistir a cursos y reuniones. Habia mantenido durante tres anos una
Se trataba, por lo tanto, de una mujer frivola y completamente distinta a Elvy. Pese a todo, eran las mejores amigas. ?Por que? Bueno, para empezar, tenian el mismo sentido del humor. Y eso daba para mucho. Ademas era culta y totalmente lucida, lo cual no podia decirse de todos los antiguos amigos de Elvy. Y aunque tenian opiniones diferentes en muchos asuntos, se entendian la una a la otra.
Sin embargo, Elvy no podia tomarse lo de la Virgen con la misma alegria que Hagar. No queria. Esto era algo serio. Era de suponer que Hagar lo comprenderia.
Hagar se froto la rodilla e hizo un gesto de dolor.
– ?Como vamos a empezar? Nadie es profeta en su propia tierra, ya lo sabes. A lo mejor debemos ir a otro sitio a predicar.
Elvy se sento al otro lado de la mesa y la miro fijamente a los ojos. Hagar bajo la mirada.
– ?Que pasa?
– Te lo voy a explicar, Hagar… -Elvy dio con los nudillos en la mesa para remarcarlo-.
Hagar balbucio:
– Que tienen que tener fe.
– Eso es. No vamos a hacer que se cuiden la barba ni que donen sus bienes, ni ninguna otra cosa. Vamos a hacer que crean, a traves de la fuerza de nuestra propia fe. Y ahora te pregunto, Hagar… -Elvy se asusto un poco de su propio tono de voz, pero, de todas formas, siguio-: ?Crees en Nuestro Senor Jesucristo?
Hagar se revolvio en la silla y mirando timidamente a Elvy, como si fuera una alumna que hubiera recibido una reprimenda del profesor, dijo:
– Lo sabes muy bien.
– ?No! -dijo Elvy levantando el indice. Siempre hablaba alto cuando conversaba con Hagar, pero ahora subio aun mas el tono de voz. Era como si estuviera poseida por alguien-. ?No, Hagar! Te lo pregunto: ?crees en Nuestro Senor Jesucristo, hijo unico de Dios?
– ?Si! -Hagar cerro los punos-. Creo en Jesucristo, hijo unico de Dios, que padecio bajo Poncio Pilatos, fue crucificado, subio a los cielos y resucito al tercer dia, ?si! ?Si, creo en el!
Lo que se habia apoderado de Elvy por un momento se retiro. Ella sonrio.
– Bien. Entonces, quedas aceptada.
Hagar meneo la cabeza lentamente.
– Dios mio, Elvy. ?Que es lo que te pasa?
Elvy no supo que contestar a eso.
Cuando salieron, una capa de nubes habia encapotado el cielo y parecia cubrir el mundo. Ambas llevaban paraguas. Hagar se quejo de que no solo le molestaba la rodilla derecha, sino que le dolia de lo lindo. Iba a ser una tormenta de mil demonios.