Camino hacia la casa con la bolsa en brazos y, no pudo evitarlo, miro de reojo por encima del hombro, para comprobar si su vecino estaba mirando detras del recodo. No estaba.
Mahler dejo la bolsa encima de la mesa de la cocina.
– Hola -grito, y fue hasta el dormitorio al no obtener respuesta.
El pequeno estaba en la cama tal como le habia dejado, aunque ahora tenia las manos sobre el pecho. Mahler trago. ?Se acostumbraria alguna vez al aspecto de Elias?
En el suelo, al lado de la cama, yacia tumbada Anna. Estaba como muerta, con los ojos abiertos de par en par mirando fijamente al techo.
– ?Anna?
– Si -contesto ella con voz apagada, sin levantar la cabeza.
Habia un biberon junto a la almohada de Elias. Se habia caido un poco de liquido en la sabana. Mahler cogio el biberon y lo puso encima de la mesilla.
– ?Que pasa?
Seguia cabreado. Habia sido un suplicio andar dando vueltas con las bolsas por Norrtalje bajo aquel calor sofocante, llevar las cosas y hacer bien los encargos. Habia contado con volver a casa y poder descansar un poco. Pero ahora habia pasado algo mas. Anna no contestaba. Tuvo ganas de darle un golpecito con el pie, pero se abstuvo.
– Oye, ?que pasa?
Anna tenia los ojos hinchados, rojos de llorar. Su voz, apenas un susurro a traves de capas de viejas lagrimas.
– Esta vivo.
– Si. Ya lo se. -Mahler cogio el biberon, lo agito. Quedaban los posos del azucar que no se habia disuelto bien-. ?Le has dado esto?
Anna asintio sin palabras.
– Ha bebido.
– ?Ah, si? Que bien.
– Ha chupado.
– Ya.
Mahler sabia que deberia estar mas entusiasmado con la noticia de lo que era capaz de mostrar; tenia la cabeza embotada por la falta de sueno, el cansancio y el calor.
– ?Puedes ayudarme a descargar el coche?
Anna levanto la cabeza y lo miro. Un buen rato. Lo observo como si el fuera un ser de otro planeta y ella estuviera tratando de entender como funcionaba. El se paso la manga de la camisa por la frente y dijo de mal humor:
– Traigo cosas congeladas que se van a deshacer si no…
– Yo lo descargare. -Anna se levanto-. Yo descargare las cosas congeladas.
Era necesario aclarar las cosas. Algo no iba bien. El ya no era capaz de pensar. Cuando Anna fue al coche, el se encerro en su habitacion y se tumbo en la cama. Advirtio, agotado, que la habitacion habia sido limpiada mientras el estaba fuera. Solo la cantidad de telaranas que habia en los angulos entre las paredes y el techo indicaban que no habia vivido nadie alli desde hacia tiempo. Medio amodorrado, oyo la entrada de Anna y el crujir de las bolsas de papel cuando sacaba las cosas en la cocina.
«La bolsa grande lo dice todo…» [10].
No estaba dormido, pero su cuerpo se fue hundiendo lentamente hasta llegar a un punto en el que algo arranco dentro de el, un clic, y entonces abrio los ojos, se sentia bastante mas despierto de lo que lo habia estado en todo el dia. Se quedo un rato en la cama, disfrutando de que ya no sentia como si tuviera arena debajo los parpados. Luego se levanto y fue a la cocina.
Anna estaba sentada a la mesa leyendo uno de los libros que el habia traido de la biblioteca.
– Hola -dijo el-. ?Que estas leyendo?
Anna le enseno la cubierta,
El permanecio indeciso unos instantes, luego fue al cuarto de Elias y se llevo una sorpresa. El pequeno estaba tumbado en la cama con un biberon que el mismo sujetaba con la mano. Mahler parpadeo, se acerco.
Probablemente eran imaginaciones suyas, motivadas por el hecho de que Elias hacia algo que cualquier nino puede hacer, pero tuvo la impresion de que la cara de Elias parecia un poco mas… sana. No tan absolutamente rigida y aspera, de viejo. Como si se hubiera posado un poco de luz y de alivio sobre aquella piel reseca.
Tenia aun los ojos cerrados y con el biberon en la boca parecia casi como si… disfrutara. Gustav cayo de rodillas al lado de la cama.
– ?Elias?
No hubo respuesta ni gesto que indicara que Elias oia o veia. Pero sus labios se movian, succionando poco a poco, y la garganta tragaba.
Mahler estiro la mano y le acaricio con cuidado el cabello rizado. Era fino y suave bajo su mano.
Anna habia dejado el libro y estaba sentada mirando por la ventana, el muro del bosque de abetos y el alamo alto y solitario en el que habian empezado a construir una cabana; habia algunas tablas de madera y contrachapados clavadas entre las ramas. Elias y ella habian empezado a construirla el verano pasado; Mahler no era hombre de andar subiendo escaleras.
Mahler se puso detras de ella y dijo:
– Fantastico.
– ?El que? ?La cabana?
– No. Que beba el solo.
– Si.
Mahler respiro profundamente, solto de nuevo el aire. Dijo luego:
– Perdon.
– ?Por que?
– Porque… no se. Por todo.
Anna sacudio la cabeza.
– Las cosas son como son.
– Si. ?Quieres un whisky?
– Si.
Mahler echo un chorrito de whisky en dos vasos, los puso en la mesa y levanto el suyo delante de Anna.
– ?Paz? -propuso-. ?De momento?
– Paz. De momento.
Despues de beber cada uno su trago, suspiraron ambos al mismo tiempo, lo cual hizo sonreir a los dos. Anna le conto que habia masajeado la mano y los dedos de Elias un buen rato hasta que se le pusieron mas suaves y que despues le habia puesto el biberon en la mano.
Mahler le conto lo de Aronsson y comento que debian andarse con cuidado; Anna hizo muecas grotescas imitando la cara de Aronsson, que recordaba a la de un gran inquisidor.
Mahler cogio el libro que Anna habia estado leyendo, y pregunto:
– ?Que te parece?
– Bien, pero todo este… programa de entrenamiento que describen, pues es para… -Anna se quedo sin voz-, para ninos mas sanos. -Se tapo la cara con las manos-. El esta tan grave… -El