encontrar alli algun tipo de entrada, pero solo vio la tirita. Fruncio los labios y dijo:
– Piensa en los apostoles. Ellos podian hablar asi de repente cualquier idioma. Que tu tengas un poco de inspiracion tampoco es tan raro despues de que se te haya aparecido la virgen, ?no?
Elvy asintio y se irguio.
– No. Supongo que no.
– Entonces, ?vamos a seguir? -Hagar saludo con la cabeza en direccion a la casa, desde donde ahora el hombre las miraba a traves de la ventana-. Ahi dentro no habia mas que ramas secas.
Elvy sonrio palidamente.
– El Senor ha hecho milagros mas grandes que hacer que crezcan brotes de un arbol muerto.
– Eso es verdad, si -dijo Hagar-. Ya estas otra vez en forma.
Siguieron caminando.
Flora estaba sentada enfrente del ordenador cuando sus progenitores volvieron a casa. Habia entrado en un chat de discusion cristiano y habia defendido un punto de vista satanico en el tema de los zombis, tambien les habia contado que en su parroquia en Falkoping ahora celebraban misas negras con el proposito de acelerar la llegada de Belcebu. Lo mas divertido fue al principio, cuando los otros todavia pensaban que era una devota de la iglesia pentecostal que habia visto la luz o la oscuridad, cuando trataban de convencerla para que volviera al buen camino, pero ella habia ido demasiado lejos y estaba perdiendo la credibilidad justo cuando se abrio la puerta de casa y Margareta grito:
– ?Ju, ju! ?Hay alguien en casa?
La chica escribio: «Adios. Nos vemos en el Infierno», y salio del chat. Despues se quedo con los dedos sobre el teclado esperando el barullo. Ahi estaba la escandalera que siempre marcaba la vuelta a casa de sus padres despues de los viajes. El ruido de las bolsas con las compras.
– ?Ju, juuu!
Flora cerro los ojos, vio a su padre y a su madre hundidos en un mar de bolas de plastico de todos los colores. Crujia cuando sus cabezas desaparecian de la superficie. Le habria gustado poner a Manson, exorcizar sus voces con una descarga de guitarras, pero habia una cosa que le picaba la curiosidad: como se tomaria su madre esto de los redivivos. Elvy la habia llamado y le habia contado que su madre habia telefoneado desde Londres, asi que estaba informada. ?Como iba a reaccionar?
Efectivamente, el suelo de la cocina estaba cubierto de bolsas de plastico con los logotipos de tiendas inglesas. En medio de ese fangal estaban Margareta y Goran sacando cosas, Viktor se hallaba justo al lado esperando con mal contenida impaciencia su pistola de agua a pilas. Flora cruzo los brazos sobre el pecho y se apoyo contra el marco de la puerta. Margareta la vio.
– ?Hola, carino! ?Que tal todo?
– Bien. -Le hizo la pregunta como siempre. Alegre y animada. Ninguna alusion a que habia pasado algo especial, de manera que Flora anadio-: Algo muerto.
Una sonrisa cruzo como un latigazo la cara de Margareta mientras rebuscaba en una bolsa de plastico. Flora vio por el rabillo del ojo que Goran la miraba con severidad. Margareta saco un paquete y se lo dio a Viktor.
– … y aqui tienes.
Viktor arrugo la frente y abrio la caja, saco una escultura de Gandalf realizada con todo lujo de detalles y la giro entre las manos. Su decepcion era enorme. Flora vio la etiqueta en la caja: 59,90 libras.
– Solo tenian de esas que parecen de verdad -adujo Goran extendiendo las manos-. Asi que…
– ?De esas que que parecen de verdad? -repitio Viktor.
– Pistolas. Y cuando se apretaba el gatillo hacian ruido tambien como las de verdad. Y nos parece que… no vas a tener eso. Por esa razon te compramos la escultura.
– ?Para que quiero yo esto?
– Para tu habitacion. ?No lo quieres?
Viktor miro la escultura. Se le hundieron los hombros.
– Si, si, claro.
Margareta habia empezado a rebuscar en otra bolsa, y dijo sin levantar la vista:
– ?Y que se dice entonces?
– Gracias -dijo Viktor, y le echo una mirada a Gandalf como si tuviera ganas de matarlo.
Margareta se levanto con otro paquete y se lo entrego a Flora.
– Y aqui esta el tuyo. Es uno de esos que hay que tener, ?no?
Lo que habia que tener era un iPod. Flora le devolvio el paquete a su madre.
– Gracias, pero ya tengo uno.
Margareta senalo el paquete sin cogerlo.
– Pero se pueden tener… -Se volvio hacia Goran-. ?Cuantos eran? ?Doscientos?
– Trescientos -especifico Goran.
– … En ese caben trescientos discos. Todo.
– Ya -dijo Flora-. Lo se. Pero no lo necesito. Tengo el mio.
Se hizo el silencio. Cayo una bolsa de plastico con un ruido que parecia un suspiro. Flora disfruto. No podia comprarse todo, no, hay cosas que no se pueden comprar.
Goran dio una palmada.
– Me parece -dijo el padre-, que sois increiblemente desagradecidos.
– ?Sabeis lo que ha ocurrido? -pregunto Flora. Margareta meneo la cabeza: «No hables de eso ahora», y Flora hizo como si no hubiera captado el gesto. La muchacha continuo-: Pues si, anoche sobre las once…
– ?Habeis comido algo? -le interrumpio Margareta, cogiendo finalmente el paquete de las manos de su hija. Sin esperar respuesta, agito el paquete delante de Flora-. ?Quieres que lo vendamos o que se lo demos a otro, eso es lo que quieres?
Flora miro a su madre con los labios apretados, que se abrieron un segundo y dejaron escapar un temblor en el labio inferior, antes de volver a cerrarse.
«Podria sentir lastima de ella, pero no quiero».
– Quedate tu con el -respondio Flora.
– ?Para que?
– Ah, no se. Para escuchar a Bjorn Afzelius [11].
Flora volvio a su habitacion y cerro la puerta. Tenia la cabeza espesa, pues en su mente se mezclaban de forma pegajosa mala conciencia, rabia y cansancio, mucho cansancio. Puso