Cuando la primera cancion se llevo lo peor, puso
Si. Ven a nuestra casa. La carne esta fria, a veces sencillamente se pudre, pero la hemos envuelto con el rollo de plastico, te prometemos que no vas a notar el olor. Quedate un rato.
Rollo de plastico.
Flora tuvo una vision de Estocolmo envuelto totalmente en plastico. Plastico sobre las aceras, una fina pelicula sobre las aguas de Strommen; cuando uno intentaba mojar los dedos en el agua, lo unico que sentia era que se abombaba el plastico. Plastico sobre la cara de la gente, plastico liquido para protegernos de las bacterias. Un perro pequeno avanzaba dando vueltas dentro de una burbuja de plastico rigido.
Bajo el volumen y abrio los ojos. Al lado de su cama estaba su madre con los brazos cruzados:
– Flora -le dijo-, mientras vivas con nosotros…
– Ya se. Ya se.
– ?Que es lo que sabes?
Flora se conocia todo el rollo. Como debia comportarse uno, como se comportan en general «todos los jovenes que nosotros conocemos». Lavate las orejas, pon el iPod, escucha a Kent, si, deja que los lamentos de Jocke Berg te acunen hasta el conformismo. Acepta lo que te dan, se agradecida. Y da algo a cambio.
No iba a tragar. Esta vez no.
– ?No piensas hablar de ello? -le pregunto Flora.
– ?De que?
– Del abuelo.
La madre agito los brazos mientras tomaba aire.
– ?Que puedo decir de eso?
Flora miro a su madre y vio en sus ojos un miedo que no le correspondia a ella manejar. Giro la cabeza hacia la pared y no quiso insistir.
– Nada. Hablalo con tu psicologo -le dijo.
– ?Que?
– He dicho: hablalo con tu psicologo. Dejame en paz.
Sintio la presencia de Margareta detras de ella unos segundos mas, y a continuacion salio dando un portazo.
«El viejo pequeno…».
Eso era lo que aterraba a su madre.
Hacia medio ano, cuando volvieron a casa despues de una visita a la unidad de psiquiatria para menores, a la que Margareta habia obligado a Flora a acudir, Margareta, de pronto, se habia abierto y le habia contado lo de su padre.
– No puedo soportarlo -habia dicho entonces-. No soporto esa mirada vacia, que no diga nada, que solo este alli sentado. -Por entonces llevaba ya varios meses sin ir a visitar a Tore-. Y al mismo tiempo -siguio diciendo ella-, al mismo tiempo es como si yo me imaginara que dentro del abuelo, dentro de su cabeza hay… hay otro viejo mas pequeno… un viejo pequeno que piensa con claridad y observa el mundo y me acusa, que piensa: ?por que no viene mi hija a verme? Ese viejo esta ahi dentro esperando, pero no puedo soportarlo.
Ella suponia que uno de los grandes temas de conversacion entre Margareta y el psicologo, al que visitaba una vez a la semana -dos veces durante el peor periodo de autolesiones de Flora-, era precisamente ese, su padre.
Ya entonces, la muchacha penso que lo mejor seria que fuera de una vez a Taby. Pero Margareta creia en la psicologia. Creia que uno podia salir de alli entero. Solo con ir trabajando los problemas de uno en uno, ordenadamente, se conseguia finalmente la paz y la armonia. Probablemente, tambien un diploma. Todos los problemas se pueden solucionar, con una excepcion: los insolubles.
?Y que hace uno con ellos? ?Ignorarlos! ?Viejos pequenos dentro de la cabeza? Pero si eso no existe. No hay nada de lo que hablar, ni pensar en ello siquiera.
Ahora el viejecito habia salido de paseo. Ahora andaba por ahi sobre dos piernas y con los ojos vacios. Ahora habia en Danderyd un dedo acusador dispuesto a senalar a Margareta.
Pero era un problema sin solucion. Por lo tanto no habia ningun problema. No existia.
Flora rebobino y subio el volumen.
Plastico.
Media hora despues empezaron los truenos de la tormenta, que causo problemas en la conexion a Internet. Flora intento llamar a Elvy, pero no cogia el telefono. Cuando llamo a Peter, el respondio a la primera senal.
– Si, soy Peter. -Hablaba en voz baja, casi en un susurro.
– Hola, soy yo, Flora. ?Que pasa?
– La policia esta limpiando esto.
Aunque hablaba en tono bajo, Flora pudo apreciar la nota de desprecio que habia en el.
– ?Y eso por que?
Silbo en el auricular cuando Peter resoplo.
– ?Has podido guardar la moto?
– Si, pero han cogido todas las bicis.
– No.
– Que si. Nunca habia visto
– ?Y a ti?
– No. No puedo hablar mas. No debo hacer ruido. Ya hablaremos.
– Si. Suer…
Se corto la linea.
– … te.
David miraba fijamente el paquete de frambuesas guardado en el congelador cuando el primer rayo resquebrajo el cielo sobre el distrito de Norrmalm. El trueno que le siguio un par de segundos despues lo saco de su ensimismamiento y guardo los frutos en el ultimo cajon; saco una bolsa de pan.
«Roast'n Toast. Consumir antes del 16 de agosto». Todo era normal cuando