cubo.
– Gracias por el prestamo.
Oskar cogio el cubo y lo miro. Volvio a mirarlo. Lo puso a la luz lo mejor que pudo, lo volvio, mirando todas las caras. Estaba hecho. Todas las caras de un solo color.
– ?Lo has desmontado?
– ?Como?
– Pues… desmontando las piezas y… poniendolas bien.
– ?Se puede hacer eso?
Oskar tocaba el cubo como para comprobar si las piezas estaban sueltas despues de haberlas desmontado. El lo habia hecho una vez, asombrado de los pocos giros que hacian falta para que se perdiera y fuera incapaz de conseguir que las caras estuvieran de nuevo de un solo color. Las piezas, evidentemente, no habian quedado sueltas cuando el lo desmonto, pero no era posible que ella lo hubiera completado.
– No.
– Pero si no habias visto uno antes.
– No. Era divertido. Gracias.
Oskar se puso el cubo delante de los ojos como si esperara que le contase como habia ocurrido. No sabia por que, pero estaba casi seguro de que la chica no mentia
– ?Cuanto tiempo has tardado?
– Unas cuantas horas. Ahora iria mas rapido.
– Increible.
– No es tan dificil.
La muchacha se volvio hacia el. Sus pupilas eran tan grandes que casi ocupaban todo el ojo, la luz de los portales se reflejaba en su negra superficie y parecia como si ella tuviera una lejana ciudad dentro de la cabeza.
El cuello alto, muy subido, ocultaba su cuello destacando aun mas sus rasgos suavemente perfilados, lo que le daba una apariencia de… personaje de comic. Su piel, las lineas eran como un cuchillo de untar mantequilla que uno hubiera estado lijando durante varias semanas con papel de lija bien fino hasta que la madera quedaba como la seda.
Oskar carraspeo:
– ?Cuantos anos tienes?
– ?Cuantos me echas?
– Catorce, quince.
– ?Aparento tantos?
– Si. ?O no? No, pero…
– Tengo doce.
– ?Doce!
?Toma ya! Probablemente era mas joven que Oskar, que iba a cumplir los trece dentro de un mes.
– ?Cuando cumples anos?
– No lo se.
– ?No lo sabes? Pero bueno… ?cuando celebras tu cumpleanos y eso?
– No suelo celebrarlo.
– ?Pero lo sabran tu papa y tu mama!
– No, mi mama ha muerto.
– ?Huy! Ya, ya. ?De que murio?
– No lo se.
– Pero tu papa… lo sabra.
– No.
– Entonces… que pasa… ?no recibes regalos de cumpleanos y eso?
Ella se le acerco mas. Su aliento se extendio ante la cara de Oskar y la luz de la ciudad reflejada en sus ojos se apago bajo la sombra del muchacho. Las pupilas, dos grandes agujeros negros en su rostro.
– No. No me dan ningun regalo. Nunca.
Oskar asintio paralizado. El mundo que tenia a su alrededor habia dejado de existir. Solo aquellos dos agujeros negros a un palmo de distancia. El vaho de sus bocas se mezclaba, ascendia, se dispersaba.
– ?Te gustaria hacerme un regalo?
– Si.
Su voz sono menos que un susurro. Solo un suspiro. La cara de la chica estaba cerca y sus mejillas, suaves como el cuchillo de untar la mantequilla, atrajeron la mirada de Oskar.
Eso le impidio ver como le cambiaban los ojos, se le achinaban, tenian otra expresion. Como el labio superior se levantaba dejando al descubierto un par de colmillos amarillentos. El no vio mas que sus mejillas y, mientras los dientes de ella se acercaban a su cuello, el le acaricio la mejilla con la mano.
La chica se detuvo, paralizada por un instante, luego se aparto. Sus ojos recuperaron su aspecto anterior, la luz de la ciudad volvio a encenderse.
– ?Que has hecho?
– Perdon… yo…
– ?Que? ?Que hiciste?
– Yo…
Oskar se miro la mano en la que tenia el cubo, aflojo un poco. Lo habia apretado tan fuerte que los bordes le habian dejado senales oscuras en la mano. Puso el cubo delante de la chica.
– ?Lo quieres? Te lo doy.
La chica nego moviendo despacio la cabeza.
– No. Es tuyo.
– ?Como… te llamas?
– Eli.
– Yo me llamo Oskar. ?Como has dicho? ?Eli?
– … Si.
La muchacha parecia de pronto inquieta. Con la mirada perdida como si buscara algo en la memoria, algo que no podia encontrar.
– Yo… me tengo que ir ahora.
Oskar asintio. La chica le miro directamente a los ojos durante un par de segundos, luego se volvio para irse. Llego hasta el borde superior del tobogan y dudo un poco. Se sento y bajo deslizandose, y se dirigio a su portal.
Oskar apreto el cubo con la mano.
– ?Vas a venir manana?
La chica se detuvo y dijo en voz baja:
– Si. -Y sin volverse, continuo andando. Oskar la siguio con la mirada. No entro en su portal, sino que fue hacia el arco que conducia fuera del patio. Desaparecio.
Oskar miro el cubo que tenia en la mano. Increible.