– Le dire. Empezamos a las ocho menos cuarto, y yo tengo que llegar bastante antes para cambiarme y arreglarme un poco. Me daria un sofocon. ?Que opina del te? -anadio, alegremente.

Ambos se echaron a reir.

– Digamos una cena fria, despues del ensayo de la noche. El te es tan insipido… Puede que convenza a la administracion del hotel para que nos sirvan algo en mi cuarto.

– ?Vaya, caballero, que insinuacion!

– Oh, bueno, el lugar no importa. Vendre a buscarla despues de la funcion. ?A que hora le parece bien?

– Mas o menos a las diez y media.

– Perfecto.

Robert entro y, despues de dirigir un leve saludo a Nigel, comenzo a hablar a Helen de su papel. A Nigel no le quedo mas remedio que deambular solo por el camerino, tratando de que la taza mantuviera un equilibrio no demasiado precario en su mano izquierda. Donald, Yseut y Jean Whitelegge formaban un grupito junto a la ventana, envueltos en una atmosfera que parecia cualquier cosa menos intima. En vago intento de verter aceite sobre aguas revueltas, Nigel se les acerco.

– Hola, Nigel -saludo Yseut al verlo-. ?Le gusto la obra de arte?

– Si mucho.

– Que curioso. A la pequena Jean tambien -Jean empezo a decir algo, pero Yseut la interrumpio en seco-. Claro que es de una superficialidad que aterra, y no brinda ninguna oportunidad de lucimiento a una verdadera actriz. Pero indudablemente el nombre de Rachel atraera publico; vendran como avispas al tarro de miel.

Mentalmente, Nigel se sumo a la de por si crecida lista de quienes no simpatizaban con Yseut Haskell. Fue el primer sorprendido al oirse decir en tono dogmatico:

– La comedia es superficial por necesidad. Y, aunque diferente de la requerida para representar obras serias, la tecnica que exige una comedia no por eso deja de ser dificil.

– ?Caramba, Nigel! -exclamo Yseut, exagerando el tono de sorpresa-. ?Se nos esta revelando como todo un entendido! ?Y nosotros que creiamos que no sabia nada de teatro!

Nigel se sonrojo.

– Se muy poco de teatro, en efecto. Pero he visto actuar a tantos actores y actrices que me permito dudar cuando afirman ser los unicos que saben algo al respecto.

Viendo que las posibilidades de mostrarse desagradable en ese terreno se agotaban con demasiada rapidez, Yseut opto por pasar a otro.

– Veo que ha conocido a mi hermana. ?No le parece guapa?

– Si, muy guapa.

– Richard comparte su opinion -siguio diciendo Yseut-. Por lo visto la cosa entre ellos va en serio, ?no?

Nigel sintio que el corazon se le iba a los pies. Aunque tenia a Yseut por malefica, algo de cierto debia de haber en sus palabras. Con el tono mas indiferente que pudo, pregunto.

– Son novios, ?verdad?

– Si, por supuesto, crei que todo el mundo lo sabia. Pero ahora recuerdo que usted hace poco que nos conoce. ?Como iba a saberlo? Por otra parte, estoy segura de que le es completamente indiferente.

A punto de decir. «Si, claro», Nigel se detuvo a tiempo. Si lo decia, todo indicaba que Yseut se lo contaria a Helen en la primera oportunidad. ?Que intrigante e hipocrita era aquella mujer! Pero el de Yseut era un juego que obligaba a jugar, al menos temporalmente, a todos con quienes entraba en contacto.

– Por el contrario, me interesa -dijo-. ?No acabo de decir que la encuentro muy guapa?

Fue un alivio oir una voz fria, sensata, a sus espaldas. Era Rachel.

– Hola, Nigel -saludo-. ?Se encuentra a gusto en medio del caos que es un ensayo? Aunque la pregunta es tonta -anadio con una sonrisa, sin darle tiempo a contestar-. Apuesto a que todos le han preguntado lo mismo, y esta harto de repetir la misma contestacion.

– Me estoy acostumbrando a decir, «Si, mucho», y ver la expresion de cortes incredulidad que adopta la gente.

– Oh, bueno, a finales de semana andara un poco mejor -tomandolo de un brazo lo aparto del grupito-. No se, pero tengo la impresion de que Yseut no le ha caido en gracia -dijo.

– A decir verdad, no. Y a usted ?le resulta simpatica?

– La considero repugnante.

Ambos se echaron a reir, y la conversacion, siguio otros rumbos. Al poco rato la voz de Robert domino a las demas diciendo:

– Jane, querida, ?quieres hacer el favor de ir hasta el Aston y traer a los hombres? En seguida empezamos el segundo acto.

Yseut se desperezo con un bostezo.

– Gracias a Dios que ya he terminado. Pasare una semana bastante agradable, practicamente sin nada que hacer -dijo.

– Yseut -intervino Jean Whitelegge, de pronto-, quiero hablarte sobre Donald.

– ?Si? -dijo Yseut, en tono burlon-. ?Y se puede saber que hay que hablar al respecto? Donald, tesoro, sera mejor que te retires; si oyes como dos mujeres se pelean por ti te pondras insoportablemente vanidoso.

– Oh, por amor de Dios, Jean… -musito Donald.

– ?Por que no lo dejas en paz? -estallo Jean, entonces-. Sabes que no te interesa nada, salvo cuando no hay ningun otro par de pantalones cerca. Ahora que tienes a tu dichoso Robert podrias dejar de jugar con el como has estado haciendo hasta ahora. Hazme caso, Yseut, te lo aconsejo, ?dejalo en paz! No lo quieres, ni lo querras jamas. ?Eres incapaz de querer nada mas que no sea tu propia vanidad y egoismo!

– Jean, Jean, por favor -suplicaba Donald, cada vez mas molesto.

La joven se volvio hacia el, temblando de indignacion.

– Y tu no seas idiota -grito-. ?No te das cuenta de que es por tu propio bien, si, por tu bien, maldito seas!

– Caramba, Jean -dijo Yseut, suavemente-. ?Voy a creer que tienes celos! Pero querida, una muchacha tan bonita e inteligente como tu no tiene nada que temer de posibles rivales; con solo levantar un dedo, Donald hara lo que tu digas…

Jean tenia el rostro congestionado.

– ?Te odio! -sollozo-. ?Te odio, eres una vampiresa descarada…! -y sin poder contenerse se echo a llorar desconsoladamente.

Rachel fue hasta ella y la tomo con fuerza del brazo.

– Jean -le dijo en tono sedante-, ?recuerdas que hablamos de un cuadro grande, moderno, para el primer acto? Pues se me acaba de ocurrir que podrias conseguir uno muy apropiado en esa casa del Turl; me parecio ver una buena reproduccion de un Wyndham Lewis. ?Que te parece si vas a buscarlo ahora mismo?

Jean asintio con la cabeza y salio corriendo del camerino sin dejar de sollozar, en la puerta se llevo por delante a Jane, que en ese preciso momento se asomaba para decir:

– ?Vamos, todos, al segundo acto! -despues, por lo bajo, pregunto a Richard-: Santo cielo, ?que ha pasado ahora? -y desaparecio.

– Me parece, Yseut, que deberias tener mas cuidado -dijo Rachel friamente-. Una o dos escenitas como esa, y de la compania no quedan ni rastros.

– No pienso permitir que semejante mocosa critique mis asuntos en publico -dijo Yseut-, y por cierto que no es cosa de tu incumbencia. Vamos, Donald, salgamos de esta atmosfera viciada. Aparentemente una de las ultimas disposiciones establece que la amante del director puede dar ordenes a la compania cada vez que le da la gana.

– Lo que necesita esa chica -dijo Rachel a Nigel cuando Yseut se hubo marchado- es una buena paliza.

La compania volvio a reunirse en el escenario, pero el ambiente de depresion creado por el incidente subsistio durante todo el ensayo. La noticia de lo ocurrido durante la escena protagonizada por Yseut habia corrido de boca en boca con la velocidad del relampago, y eso basto para que el animo de la compania, tan sensible siempre, cayera por el suelo. Nigel se quedo un rato mas, pero poco antes de la una abandono el teatro para regresar muy pensativo al Mace and Sceptre, para almorzar.

Casi una semana habria transcurrido antes de que comprendiese que esa manana habia oido algo que le permitiria desenmascarar a un asesino.

Вы читаете El caso de la mosca dorada
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×