– Y bueno, hay de todo en este mundo, ya sabes…

– … despues Shaw volvio a integrar al heroe…

– ?Por que me sentire tan mal…?

Nicholas seguia dueno de su rincon, hablando a Richard de la metafisica de Berkeley; cada vez que una de las muchachas mas jovenes pasaba cerca, la llamaba con ademan solemne, la besaba en la boca con identica solemnidad, y la despedia con un ademan pomposo de la mano para luego reanudar la conversacion interrumpida. Donald Fellowes estaba solo, hosco y malhumorado. Yseut no se separaba del lado de Robert.

– ?Querido, se bueno conmigo esta noche, por favor! -gemia-. ?No me destruyas la fiesta, Robert, querido! -ya estaba bastante bebida.

Al comienzo de la velada Nigel habia buscado a Helen, en cuya compania permanecio, con algun que otro intervalo, toda la noche. El calor y el bullicio comenzaban a darle dolor de cabeza. Los circunstantes habian llegado al punto de hacer payasadas, en las que no tenia el menor deseo de intervenir. Consultando su reloj vio que llevaba alli dos horas, y sugirio a Helen que se marcharan.

– Dentro de un minuto, querido. Debo de cuidar de Yseut; en el estado en que se encuentra no podra volver sola.

Nigel busco a Yseut con la mirada, viendo alarmado que estaba en medio de un grupo compacto de invitados, esgrimiendo un pesado revolver.

– ?Miren lo que encontre -gritaba a voz en cuello-, miren lo que encontre yo solita!

Peter Graham se abrio paso a codazos entre quienes la rodeaban.

– Vamos, Yseut querida -le dijo-, dame eso; es peligroso, ?sabes?

– ?No digas tonterias, que va a ser peligroso! Si ni siquiera esta cargado.

– De cualquier modo es peligroso, hija. Damelo. ?No sabes que las armas las carga el diablo? -se lo quito, mas o menos por la fuerza, y anadiendo en tono sedante-: Mira, lo pondremos en el cajon junto a las balas, y no se hable mas del asunto. ?Asi!

– ?Bestia! -chillo Yseut, furiosa, y sin previo aviso se le fue encima, tratando de aranarle la cara con sus unas afiladas.

– Vamos, quieta -dijo Peter, tomandola de los brazos-. ?Que clase de modales son esos? Estamos entre amigos -agrego, no muy convencido.

Yseut opto por la petulancia.

– ?Sueltame! -grito, librandose del abrazo-. ?Sueltame, pedazo de… bruto! -volviendose bruscamente hacia Robert le echo los brazos al cuello-. Querido -sollozo-, ?viste que me hizo ese puerco? Trato de…, de molestarme, querido -esbozo una sonrisa tonta-. Anda y…, y duermelo de un golpe…, si eres hombre. Anda y tumba a ese cochino.

Profundamente incomodo, Robert trato de soltarse, pero Yseut estaba tan mareada que si la soltaba, lo mas probable era que se fuese al suelo. Helen intervino entonces.

– Ven, Yseut -le dijo secamente-. Nos vamos. Apoyate en mi -sosteniendo a su hermanastra fue hacia la puerta, rehusando los vagos y puramente formales ofrecimientos de ayuda-. Buenas noches a todos -dijo con admirable sangre fria-. Gracias, Peter, todo ha estado muy bien -y se marcho.

Nigel la siguio para ver si podia ser de ayuda. Encontro a ambas hermanas cuando salian del tocador, una Yseut palida, sudorosa y tremula, y una Helen que se sonrojo al verlo.

– Permitame que la ayude -dijo Nigel.

– No, gracias, Nigel. Puedo arreglarme sola. Vuelva y diviertase -pero sin hacerle caso las acompano hasta la puerta del hotel.

– Buenas noches, querido -dijo Helen, oprimiendole la mano-. Si despues de esto vuelvo a asistir a una fiesta, es que soy incurable.

– Fue bastante estupido. ?Seguro que podra sola?

– Si. No es lejos -hizo ademan de alejarse y despues, mirandolo, anadio vacilante-: Yseut no es mala, ?sabe? Solo un poco tonta -una ligera sonrisa le encendio el rostro.

Siguiendo un impulso, Nigel fue hasta la muchacha y le oprimio una mano. Yseut, colgada del brazo de su hermanastra, balbuceaba incoherencias.

– Que Dios la bendiga, querida -dijo Nigel. Y las muchachas se marcharon.

Al volver a las habitaciones de Peter se encontro con que la reunion se estaba deshaciendo. Los invitados bajaban la escalera en grupitos de dos o tres, bostezando y cambiando comentarios. Nigel hallo a Rachel sola, mientras Robert daba a Jean instrucciones para el dia siguiente.

– ?No se como esa mujer tuvo la desverguenza de burlarse asi de Robert, delante de todos! -dijo Rachel.

– Pero nadie podria echarle la culpa a el -objeto Nigel-. ?Por que motivo? Robert no provoco el incidente.

– Si, pero sospecho que tenerla siempre revoloteando alrededor no le es tan desagradable como pretende - dijo Rachel en un arranque ponzonoso que tomo desprevenido a Nigel.

– Sin embargo, no pensara usted que…

La mujer desecho el tema con un ademan de impaciencia.

– Robert es como todos; con tal de cambiar, cualquiera le viene bien. Pero si el, o ella, imagina que me voy a quedar cruzada de brazos y hacer la vista gorda… -se interrumpio bruscamente.

Nigel se revolvio incomodo. «?Otro hilo de la madeja!», penso. Por cierto que la situacion se estaba complicando mas alla de lo conveniente.

Despues del coro de «buenas noches», Nigel y Nicholas se encontraron solos con Peter Graham. La cantidad de alcohol que habia ingerido ejercio sobre el oficial un efecto tan inesperado como repentino, porque mientras los tres charlaban amablemente se desplomo en una silla y comenzo a roncar con estrepito. Nicholas suspiro.

– Bueno, supongo que habra que acostarlo -dijo, resignado.

Hecho esto, no sin cierta dificultad, volvieron a la salita. Nicholas echo una mirada de repugnancia alrededor, a las botellas vacias, los vasos sucios, las flores deshojadas, los muebles desarreglados, una bruma azulada de humo de cigarrillo y un sinfin de colillas, mas o menos concentradas alrededor de los ceniceros.

– ?En que pocilga se ha convertido este cuarto! -dijo-. Compadezco al infeliz que tenga que limpiarlo -se desperezo con un bostezo-. Bueno, supongo que llego la hora de irse a la cama. ?Viene? -Nigel asintio.

Ya en el corredor, Nicholas dijo:

– ?Ay, Senor, tengo un dolor de cabeza atroz! Si no tomo un poco de aire no voy a poder dormir. Creo que saldre un rato a andar. ?Me acompana?

– No, gracias. Si descubro que tambien necesito un poco de aire, me asomare a la ventana.

– Tiene razon -dijo Nicholas, en tono cortes-. Pero cuidado con la oscuridad. A proposito -agrego-, ?que fue lo que le decia Rachel antes de irse? Me parecio oirla criticar a nuestro admirable sexo.

– Lo de siempre, loas a Yseut.

– ?Ah, era eso! -Nicholas rio-. Rachel la odia. Su pose de mujer fria y sensata no enganaria a un nino. En el fondo la aborrece.

– ?Es pose? -pregunto Nigel.

El otro se encogio de hombros.

– ?Quien sabe! Para mi, al menos, lo es. «Todos los hombres son iguales» -cito burlon-. «Con tal de cambiar, cualquiera viene bien.»

– ?Acaso no es asi?

– Cualquier cambio, por bueno que sea, viene mal -afirmo Nicholas, categoricamente-. Pero basta de charla, hasta manana -desaparecio escalera abajo, y Nigel volvio a su cuarto y comenzo a desvestirse.

En los largos pasillos del hotel las luces principales habian dejado de brillar hacia rato; solo quedaban unos cuantos focos debiles, bien espaciados entre si. Peter Graham solto un quejido y se agito inquieto en suenos. En el gran vestibulo de entrada, iluminado apenas por la unica lampara que pendia del techo, el portero nocturno dormitaba incomodo en su cubiculo, y por eso no vio a la persona que subio sigilosamente la escalera hasta el cuarto de Peter Graham, ni tampoco lo que esa persona llevaba al volver. Las puertas de vaiven crujieron levemente, despabilando hasta cierto punto al portero, que, sin embargo, al abrir los ojos y no ver a nadie, se volvio a dormir. En su cuarto, Nigel dejo caer un boton del cuello que salio rodando por el suelo, yendo a parar debajo de la mesilla de noche.

– ?Maldito sea! -exclamo.

No sabia por que, pero estaba inquieto; algo pedia a gritos una investigacion. La fria razon le decia que lo

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