– Bueno, ?pero no podemos hacer el segundo acto mientras tanto?

– No, sale en todos.

– ?Y donde esta Clive, se puede saber?

– Dijo que iba a tomar el tren de las ocho y media. Se habra retrasado mas de la cuenta, o de lo contrario no vendra.

– Y a fin de cuentas, ?a que viene esa prisa por correr a cada rato al pueblo?

– Va a ver a su mujer.

– ?Santo cielo! ?Todas las noches?

– Si.

– ?Dios!

Todo tenia una extrana sensacion de irrealidad, penso Nigel. Probablemente era el efecto de la luz artificial. Hasta entonces nunca habia pensado en cuan poco ven el sol los actores y las actrices. De pronto comprendio que, contra su voluntad, estaba escuchando lo que hablaban dos personas sentadas cerca en la oscuridad.

– Pero, querida, ?que necesidad tienes de andar corriendo asi tras el?

– No seas tonto, tesoro; si uno quiere llegar a ser alguien, tiene que mostrarse amable con la gente.

– ?O sea que en el teatro tienes que apelar a tus encantos para conseguir un papel?

– Bueno, no creeras que los buenos papeles se dan nada mas que por las condiciones artisticas.

Alguien, desde la galeria de electricistas, encendio un reflector, y a su luz deslumbrante Nigel vio que la pareja eran Donald e Yseut. Comprendio, incomodo, que debia alejarse, pero la curiosidad fue mas fuerte. Ellos no lo habian visto.

– Si no fueras tan absurdamente celoso, querido…

– Yseut, mi amor. Sabes cuanto te quiero…

– Si, si, lo se.

– Y supongo que como no me quieres te fastidio.

– Querido, ya te he dicho que te quiero. Pero, que diablos, tambien esta mi carrera por en medio.

– ?Jane! -grito de pronto Robert desde el escenario-. Llama a Yseut, ?quieres? Me gustaria que repasase mientras tanto esa cancion.

– No hace falta, querido, estoy aqui -dijo Yseut, encaminandose a la pasarela.

El pequeno grupo del escenario comenzo a desbandarse en todas direcciones.

– No, no se vayan -dijo Robert-. Despejen el escenario, nada mas. Esto no llevara mucho, y despues habra que empezar con Clive o sin el. Alguien puede leer su parte. ?Pensaste algo para el baile? -pregunto a Yseut.

– Si. Pero no sabia como iba a ser el decorado. ?Quedara este?

– Richard, ?asi estara bien para el primer acto? -Robert consulto al escenografo.

– Ese telon estara un poco mas atras -dijo el aludido-. Y no habra mesa… ?Jane! ?Jane, por favor!

Jane emergio de la concha del apuntador, como un conejo de la chistera de un mago.

– Jane, esa mesa tiene que estar mucho mas delante.

– Lo siento, Richard, pero no se si recuerdas que esta clavada. Ahora no podemos moverla, bastante trabajo nos dio clavarla, por lo pronto.

– Bueno, no importa -dijo Robert-, por el momento hagan lo que puedan. Bruce -anadio, dirigiendose al joven del piano-, toque usted, ?quiere? Todo seguido con los dos estribillos.

El del foso asintio sin mayor entusiasmo.

– «?Por que naci?» -recito-. «?Por que vivo?»

– Eso es. Una cancion vieja, pero muy bonita -dijo Robert, y a Yseut-: ?Lista, querida? Y ahora, ?cual demonios es la entrada? Ah, si. Clive dice: «Bueno, canta, de una vez, ya que no hay mas remedio.»

– ?Silencio, por favor! -el callado murmullo que llegaba de bambalinas ceso de golpe.

– ?BUENO, CANTA DE UNA VEZ YA QUE NO HAY MAS REMEDIO! -trono Robert.

El pianista toco unos acordes de la introduccion, y en seguida Yseut principio a cantar.

– ?Por que naci,

por que…?

– ?Esperen, esperen un momento! -interrumpio Robert. La musica murio-. Yseut, querida, al principio estaras delante en el centro. Despues nos pondremos de acuerdo sobre los ademanes y el movimiento; mientras tanto, haz lo que te parezca. Vamos, vamos.

Robert retrocedio por la pasarela, y la musica volvio a empezar.

Nigel se acerco a Donald.

– ?Hola! -saludo.

Donald, que tenia los ojos fijos en el escenario, se sobresalto.

– Oh, ?que tal? -dijo finalmente-. No lo habia reconocido. ?Quiere que nos sentemos por ahi?

Cuando se hubieron situado, Nigel volvio a concentrar su atencion en el escenario. Casi contra su voluntad, tuvo que admitir que Yseut cantaba bien, adoptando para la ocasion un ligero acento norteamericano y un leve siseo. Era indudable que estaba en su papel; la cancion era incuestionablemente provocativa.

– ?Por que naci,

por que vivo?

?Que recibo,

que doy?

?Por que deseo lo que no me atrevo a esperar?

?Que puedo esperar? ?Ojala lo supiera!

?Por que trato de tenerte cerca?

?Por que lloro?,

?si tu no me oyes!

Soy una tonta, pero ?que he de hacer?

?Por que naci para quererte a ti?

Terminada la cancion, el joven del piano repitio el tema central, y entonces Yseut bailo. Bailaba bien, con una suerte de voluptuosidad infantil que, sin embargo, no parecia ser del agrado de Donald.

– ?Bonita manera de exhibirse! -murmuro entre dientes; y despues, volviendose a Nigel-: No me explico como las artistas pueden dar esos espectaculos. Y sin embargo parecen encantadas.

– Pero si es totalmente inofensiva -adujo Nigel, mansamente-. Supongo que se refiere a la cancion.

– No, me refiero al sexo. A las mujeres les encanta exhibir sus atractivos.

– Bueno, no es de extranar que a una mujer le guste hacer una clase elemental de avance sexual ante un publico masculino numeroso, sin que haya, por asi decirlo, la menor probabilidad de que la tomen al pie de la letra. Como sensacion debe ser deliciosa.

– Si, pero, digame, si se tratara de su mujer, ?le gustaria?

Nigel lo miro con curiosidad.

– No -respondio lentamente-. No creo que…

– ?Muy bien! -el numero habia llegado a su fin, y la voz de Robert interrumpio la conversacion-. Estuvo esplendido, querida, gracias -dijo a Yseut.

– ?Te gusto, de veras, querido?

– Cuando este el decorado definitivo quiza haya que modificar uno o dos detalles -repuso el, empecinado en no dejarse arrastrar mas alla de los limites de la cortesia convencional-. ?Jane, por favor! -prosiguio apresuradamente-. ?Quieres llamar a todos? Haremos el primer acto… Y, ?Jane!

– ?Si?

– ?Llego Clive?

– Si, en este instante.

– ?Loado sea Dios!

La campanilla resono vocinglera en todo el ambito del teatro. Poco a poco la compania fue reuniendose,

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