– ?No podriamos empezar de nuevo, querido?

– Mucho temo que no -dijo Robert, recobrando su firmeza-. Aun cuando fuera posible desde mi punto de vista, y conste que no lo es, ?que me dices de ese pobre Donald no se cuantos, que te mira con ojos de carnero degollado?

Yseut se echo hacia atras bruscamente.

– ?Donald? Pero, querido, ?supongo que no me atribuiras tan mal gusto como para tomar en serio a esa criatura?

– Es del genero masculino; creia que esa era tu unica exigencia.

– No seas cinico, querido. El cinismo ha pasado de moda.

Robert todavia no habia reaccionado del asombro que le produjo la falta de dignidad revelada por la mujer al hacerle semejante ofrecimiento. Mas que nada por curiosidad, siguio sondeandola.

– Ademas, Helen dice que esta muy enamorado de ti. Si es asi, me parece que le debes un poco de consideracion, al menos la suficiente para no andar pidiendo a otros hombres que se acuesten contigo.

– ?Quien le mando enamorarse de mi?-agito su cabellera, como diciendo: «Yo no tengo la culpa.»

– Entonces, si no lo quieres, diselo.

La muchacha esbozo una mueca de burla.

– Vamos, Robert, estas hablando como un personaje de novela barata. ?No ves que es un chiquillo tonto, torpe, sin ninguna experiencia? Y como si eso fuera poco, celoso hasta el ridiculo -su voz trasunto cierta complacencia. Hubo una pausa. Despues prosiguio-: ?Dios, como odio Oxford! ?Y a toda esta gente estupida que me rodea! ?Y al teatro, y a todo lo que hay dentro de esta inmunda ciudad!

– ?Algo impide que te vayas? Supongo que no. Todo West End te espera con los brazos abiertos para que elijas el papel que mas te agrade, y con quien querrias…

– ?Maldito seas! -hubo un rencor subito en la frialdad de su voz.

– ?Recordando los buenos tiempos? -pregunto Nicholas, que desde el otro lado de la mesa habia captado las ultimas frases de la conversacion.

– Callate la boca, Nick -dijo Yseut-. En materia de exitos, no eres muy brillante que digamos.

Nigel vio contraerse el semblante de Nicholas.

– Mi querida Yseut -dijo el aludido, con suavidad exagerada-, es una suerte que no haya razon en el mundo que me obligue a ser cortes con brujas como tu.

– ?Pedazo de…! -Yseut temblaba de rabia-. Robert, ?vas a permitir que ese me habla asi?

– Callate, Yseut -le ordeno Robert-. Y tu tambien, Nick. No quiero pasar la noche rodeado de criaturas peleadoras. ?Un cigarrillo? -anadio, tendiendo su pitillera.

Fue un incidente sin trascendencia, pero desagradable, uno de tantos destinados a culminar en un crimen. Pero lo que mas asombro a Nigel durante los escasos segundos que duro fue la expresion de Donald Fellowes. Literalmente el muchacho vibraba de furia; la mano le temblaba violentamente cuando tomo el cigarrillo que le ofrecia Robert y lo encendio, para en seguida arrojar el fosforo al suelo sin hacer ademan de ofrecerle a nadie; tenia el semblante descompuesto, livido, la frente perlada de sudor. Alarmado, Nigel se levanto a medias de la silla, temeroso de que Donald fuera a arrojar a Nicholas lo primero que tuviera a mano. Pero el otro se domino, felizmente. Y Nigel comprendio, maravillado, hasta que punto llegaba su amor por Yseut.

Rachel fue quien domino la situacion.

– ?Piensa quedarse mucho tiempo en Oxford? -pregunto con calma a Nigel, que la secundo noblemente.

– Mas o menos una semana -respondio-. Una bendita semana para descansar del periodismo. Estoy resucitando viejos recuerdos… -su mirada viajo inquieta por los circunstantes mientras hablaba, y le alivio ver que habia renacido la paz-, aunque claro que de mis antiguos conocidos no han de quedar muchos. Es curioso ver que poco ha cambiado todo, a pesar de la guerra -una pausa desesperada-. Estaba pensando -dijo despues, a Robert- si me permitiria asistir a alguno de los ensayos. Es decir, siempre que a la compania no le parezca mal. Se tan poco de teatro, y seguramente sera una buena ocasion para aprender.

– Por mi no hay inconveniente -dijo Robert, en tono distraido-. Manana repasamos la obra completa, leida, por supuesto. Despues ensayaremos el miercoles el primer acto, el segundo y tercero el jueves, la obra entera viernes y sabado, y el domingo por la noche ensayo con trajes. El lunes ensamblaremos los fragmentos de los ensayos con trajes, y despues listo. Me atrevo a decir que a los elementos mas viejos de la compania no les hara mucha gracia ver a extranos rondando, pero no tendran mas remedio que aguantarse.

– Bueno, si es un estorbo… -lo interrumpio Nigel.

– No, por favor. Trate de pasar lo mas inadvertido posible, eso si. Donald…, no recuerdo su apellido, va a venir siempre que pueda dejar su coro, lo mismo que un profesor que conocimos ayer: Gervase Fen se llama. ?Vaya con el nombrecito!

La sorpresa de Nigel fue genuina.

– Ah, ?conoce a Fen? -dijo, aunque la pregunta era superflua.

– Si. ?Usted tambien?

– Fui alumno suyo. ?Donde lo conocio?

– Por pura casualidad, en la libreria Blackwell's. Habia tomado un libro de uno de los estantes y lo estaba leyendo. Es mas, incluso tuvo el descaro increible de abrir las paginas con un cortaplumas -Robert se echo a reir-. Cuando uno de los empleados le echo en cara su proceder, respondio muy circunspecto: «Jovencito, esta libreria me sacaba sumas exorbitantes de dinero mucho antes de que usted naciera. Vayase ahora mismo si no quiere que arranque todas las paginas y las desparrame por el suelo.» El empleado se fue, apabullado, y el entonces, volviendose hacia mi, dijo: «?Menos mal! Por un momento crei que tendria que hacerlo.» Charlamos un rato, y al enterarse de quien era yo parecio sorprendido y me formulo una cantidad de preguntas a cual mas tonta sobre como me inspiraba, y si me gustaba escribir, y si dictaba mis obras a una secretaria. Digame, ?es asi por pose? En ese momento no me lo parecio, pero realmente me dejo cortado.

– No, no es pose -se apresuro a explicar Nigel-. Siempre ha tenido una especie de entusiasmo infantil por las celebridades. Al principio divierte, pero con el tiempo aburre, y uno acaba avergonzandose de el en publico.

– De cualquier forma, lo mas comico es que sin saber como me encontre invitandolo a presenciar los ensayos, y tienen que ver como lo agradecio. Fue patetico. Sin embargo, casi al final de la conversacion lo vi moverse, incomodo, y mirar con frecuencia su reloj. Entonces me despedi como correspondia, y el salio muy de prisa diciendo: «?Oh Dios, Dios, llegare tarde!», como el Conejo Blanco de Alicia en el pais de las maravillas, dando golpecitos a una pila de folletos sobre Rusia y llevandose por distraccion el libro que habia estado hojeando. Evidentemente no tenia la menor idea de donde lo habia sacado, porque al rato lo vi entrar en la libreria de Parker y cambiarlo por una novela de detectives.

Nigel emitio un sonido que no puede describirse mas que como bufido explosivo. Cuando logro dominarse, dijo:

– Esta noche pienso verlo, despues de comer. ?Quieres venir conmigo?

– Gracias, pero no puedo. Ire el viernes, cuando la obra este mas encarrilada.

A esa altura de la conversacion aparecio en escena el joven capitan de artilleria con quien Yseut habia hablado en el tren. Se acerco a la mesa con una sonrisa timida. Nigel lo habia visto en una mesa contigua, notando que la atencion del oficial parecia indecisa entre el desenlace de Miss Blandish no quiere orquideas y los encantos de Rachel, que, evidentemente, lo habian cautivado.

– Perdonen la intromision -dijo, dirigiendose en particular a Yseut-, pero nos conocimos en el tren, ?recuerda?, y me aburria espantosamente ahi solo. Todavia no conozco a nadie en Oxford -anadio, como disculpandose.

Un clamor confuso lo invito a tomar asiento.

– Bueno, muchisimas gracias -dijo el capitan-. Permitanme que los invite a otra ronda -se marcho muy apresurado, para regresar al poco rato cargado de vasos y derramando la mayor parte del contenido en el suelo.

Mientras tanto, Donald Fellowes se habia levantado bruscamente, para marcharse sin decir una palabra.

– Todo es cuestion de practica -dijo el capitan, muy ufano, depositando los vasos sobre la mesa con mano no muy firme, y dejandose caer pesadamente en una silla-. Soy Peter Graham -anadio-, capitan del Cuerpo de Artilleria de Su Majestad, a sus ordenes -sonrio a cada uno por turno.

Rachel se encargo de hacer las presentaciones, y la conversacion quedo encauzada por diferentes conductos. Despues de lanzar un rapido guino a Robert, Rachel se sometio resignada a las respetuosas atenciones del

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