adecuados en tan solo una semana. Pero Rachel interviene en la obra, y eso sera una ayuda.
– Francamente, lo dudo -intervino Rachel-. No hay nada peor que poner un elemento extrano en los primeros papeles con el unico proposito de asegurar el exito de taquilla. Crea descontentos, hace que la gente murmure por los rincones.
– Y ?que tal es el teatro? -pregunto Nigel-. Ni cerca pase la ultima vez que estuve aqui.
– No esta mal -dijo Robert-. Un poco viejo, creo que fue construido alla por el mil ochocientos sesenta y pico, pero lo modernizaron justo antes de la guerra. Hace unos diez anos trabaje en el, y por Dios que fue espantoso: los focos funcionaban un dia si y otro no, los decorados se caian de viejos. Claro que ahora lo han arreglado. Algun alma caritativa con dinero y ambiciones le instalo cuanto adelanto tecnico encontro a mano, incluyendo un giratorio…
– ?Un giratorio? -repitio Nigel, sin entender.
– Un escenario giratorio. De forma circular, dividido en el medio. Uno tiene la escena siguiente preparada en el lado del escenario que queda oculto al publico y despues, llegado el momento, no tiene mas que hacerlo girar. Eso significa que no puede haber decorados sobresalientes desde bastidores, y en general pone ciertos limites a la composicion de los cuadros. Dicho sea de paso, no creo que lo utilicen mucho aqui: es una especie de elefante blanco; yo, por cierto, no pienso emplearlo. Pero es un estorbo, porque el escenario pierde muchisima profundidad, roba espacio, que podria aprovecharse perfectamente.
– ?Y de que trata la obra? -inquirio Nigel, acomodandose mejor en la silla-. ?O es un secreto profesional?
– ?La obra? -a Robert parecio sorprenderle la pregunta-. Es una readaptacion de la obra del mismo nombre escrita por un dramaturgo frances de poca monta llamado Piron. Usted tiene que conocer la trama. No recuerdo bien, creo que alrededor del mil setecientos treinta, Voltaire comenzo a recibir una serie de versos firmados por una tal Mlle. Malcraise de la Vigne, que respondio galantemente, dando asi lugar a una copiosa correspondencia entre ambos, de caracter amoroso y altamente literario. Sin embargo, tiempo despues Mlle. de la Vigne fue a Paris, y con gran horror de Voltaire y complacencia general resulto ser un jovenzuelo gordiflon de nombre Desforgues-Maillard. Piron se valio de la misma situacion como tema de su obra, y yo a mi vez la modifique, invirtiendo los sexos y poniendo a una novelista como personaje central, y a una periodista traviesa como su corresponsal anonimo. Se que asi no dice mucho -termino en tono de disculpa-, pero en realidad eso no es mas que el fondo de la trama.
– ?Quien hace de novelista?
– Rachel, por supuesto -respondio Robert, alegremente-. Un buen papel para ella.
– ?Y de periodista?
– Francamente, todavia no lo he decidido. Primero pense en Helen. Yseut no sirve para la comedia, y de todas maneras me resulta tan antipatica que no podria tolerarla. Hay otra chica en la compania, ademas de las actrices de caracter, pero, segun dicen, hace cosas tan extravagantes en escena que realmente no creo prudente darle mas que una frase. Claro que a Yseut le asigne un buen papel, pero solamente en el primer acto. Aunque agrego con malicia y una mueca burlona en la comisura de los labios- insistire en que salga a saludar al fin de todos los actos, para que no pueda limpiarse el maquillaje y hacer mutis antes de tiempo.
Nicholas silbo por lo bajo, extrajo y abrio su pitillera y la hizo circular por la mesa.
– Yseut es muy poco popular -dijo-. Hasta ahora no he conocido a nadie que hable bien de ella.
Mientras aceptaba un cigarrillo, hacia funcionar su encendedor y lo pasaba de uno a otro, Nigel creyo ver un brillo de interes en los ojos de Robert, que en seguida pregunto:
– ?A quien en particular le es antipatica?
Nicholas se encogio de hombros antes de responder.
– A mi, por ejemplo, y practicamente por ningun motivo valido, aparte de que tengo un amigo que esta loco perdido por ella. Como dicen: «Soy tan franco como la sencillez de la verdad, y mas sencillo que su infancia.» Despues esta Helen (?la compadezco, con semejante hermana!). Y Jean…, ?ah, si, ustedes no la conocen!; Jean Whitelegge, una chica que esta enamorada del mencionado Troilo: la pobre virgencita rustica que espera que su caballero deje de hacer el tonto con la princesa malvada. En realidad, nadie en la compania la traga, porque es una arpia insufrible. Sheila McGaw porque…, ?oh Dios!
Enmudecio de pronto. Alzando la vista para ver que habia motivado la interrupcion, Nigel distinguio a Yseut cuando entraba en el bar.
– Hablando del rey de Roma… -murmuro Nicholas, en tono lugubre.
Nigel estudio a Yseut con curiosidad mientras la actriz cruzaba el salon en compania de Donald Fellowes, y la absoluta falta de parecido con Helen le llamo poderosamente la atencion. La breve conversacion que acababa de oir le habia interesado, si bien por el momento la antipatia que parecia despertar en todos la joven le causo una gracia relativa. Yseut parecia un compendio de cualidades negativas -vanidad, egoismo, coqueteria-, y aparte de eso casi nada (despues Nigel consideraria la malicia entre las cualidades positivas). Vestia con sencillez, jersey azul y pantalones entonados en marcado contraste con el rojo de su cabellera. Nigel noto algo desagradable en sus rasgos, algo casi imperceptible, y suspiro; de cualquier forma, a Rubens o a Renoir les habria encantado pintarla. Ciertamente, reconocio mentalmente con un interes quiza no del todo cientifico, la mujer tenia un cuerpo estupendo.
En comparacion Donald Fellowes aparecia de una insignificancia aterradora; se movia con torpeza, y tenia muy poco don de gentes. Nigel le encontro cara conocida; ?donde diablos lo habia visto antes? Hizo un futil e indefinido intento por evocar algun recuerdo de los anos pasados en Oxford, y como siempre ocurre en tales ocasiones no pudo recordar ni uno: solo una pantomima fantasmal de mascaras palidas, confusas. Felizmente algo ajeno a el, una mirada de reconocimiento del propio Donald, le resolvio el problema. Nigel ensayo una sonrisa vaga, sufriendo desde ahora por el momento incomodo que le reservaba el futuro inmediato; nunca tenia el valor de decir a la gente, sin rodeos, que no la recordaba.
Luego siguio la ceremonia de murmullos, disculpas y salutaciones que sobreviene cada vez que se reune un grupo de personas cuyos miembros solo se conocen parcialmente, y un largo y complicado manipuleo de sillas. Cuando Nigel iba a emprender un nuevo viaje al mostrador, Nicholas se le adelanto y fue en busca de las bebidas, sonriendo, divertido de antemano al pensar en las incomodas relaciones que probablemente quedarian establecidas a continuacion.
Tras arrojar una mirada superficial, y en apariencia despectiva, a Nigel, Yseut concentro su atencion en Robert; Rachel, mientras tanto, entablo conversacion con Donald; y Nigel y Nicholas escucharon en relativo silencio.
– Cuanto me gustaria que me dieses el papel de la periodista -comenzo diciendo Yseut a Robert en tono de solemne reproche-. Se que es tonto discutir por cuestiones de reparto, pero, francamente, tengo mucho mas experiencia que Helen en ese tipo de papel. Y pense que teniendo en cuenta que en una epoca nos conocimos tanto…
– ?Realmente nos conocimos tanto…?
Un dejo de aspereza tuvo la voz de Yseut al responder:
– No crei que me hubieras olvidado tan pronto.
– Querida mia, no se trata de olvidar -por instinto, ambos bajaron la voz-. Sabes perfectamente que nunca nos llevamos bien. Y en cuanto a valerse de eso para conseguir un papel…
– No es solo por el papel, Robert, y eso lo sabes tan bien como yo -Yseut hizo una pausa-. Te has portado terriblemente mal conmigo, no recibi ni una linea de ti desde entonces. Otra no lo habria soportado.
– ?Estas pensando en demandarme por incumplimiento de promesa? Te prevengo que no sera facil.
– Oh, no seas tonto. No, no deberia haber dicho eso -ponia en juego todos sus recursos dramaticos, de voz y gesto-. Supongo que en cierto modo tuve la culpa, por no haberte sabido llevar, ni siquiera como amante.
– Ya tenia una amante -esta conversacion, penso Robert, esta entrando en terreno escabroso; es mucho peor de lo que imaginaba. En voz alta, anadio-: De cualquier forma, Yseut, pense que nos habiamos puesto de acuerdo hace tiempo. Si a eso te referias, no tuvo nada que ver con el reparto -?mentira, penso, pero si a la gente le da por ponerse desagradable…!
– Te he echado de menos, Robert.
– Y yo a ti, querida, en cierto sentido -los convencionalismos de la cortesia principiaban a minar la firme actitud de Robert.
Yseut alzo hacia el sus grandes ojos inocentes, en los que brillaba una lagrima; el casi espero que soltara un sollozo.