contingente de pobladores y estudiantes furiosos (seguramente expreso sus ideas en forma demasiado agresiva) persiguieron por todo el colegio y terminaron golpeandolo contra una de las paredes de la capilla hasta darle muerte. Si alguno de ustedes lo desea, puede echar una ojeada al documento en cuestion, aunque, por supuesto, hoy en dia lo guardamos bajo llave. Alli no se hace ninguna referencia a la suerte que corrieron los autores del hecho, pero lo mas probable es que dadas las circunstancias no se haya tomado ninguna medida de represion severa. Y es facil suponer que la losa fue colocada no bien subieron los reformistas anglicanos, aunque tampoco en ese sentido hay constancia.
Wilkes hizo una nueva pausa, durante la cual Nigel tuvo una vivida vision del joven estudiante atrapado como un animal contra la pared de la antecamara, y sintio el crujido de los huesos de sus dedos y munecas, y el golpe final que le partio el craneo, hundiendo el borde mellado del hueso en el cerebro. Aunque hacia calor, tuvo un estremecimiento, y se alegro al sentir la presion reconfortante del amplio respaldo del sillon contra la espalda.
– Pero, de todas, la tercera inscripcion era la mas interesante -continuaba ahora Wilkes-. Consistia simplemente en las palabras
– «No lo deje salir» -recito Nigel.
– Exactamente. A quien, o por que, no lo especificaba, si bien algo mas tarde comenzamos a sospechar cual era la respuesta al primero de los interrogantes. El origen y sentido de las inscripciones dio lugar a infinidad de comentarios y conjeturas, pero nadie pudo llegar a una conclusion concreta, con la excepcion de que parecia bastante razonable suponer que otra vez habian removido el revestimiento de la pared, y que la cuarta inscripcion la habian agregado en esa oportunidad, antes de reponerlo. Un profesor de Magdalen, que era experto en la materia, identifico la escritura (por la configuracion de los rasgos y el material empleado, acerca de los cuales no recuerdo bien los detalles) como perteneciente al siglo dieciocho; y el bibliotecario dedico cuanto rato libre le quedaba a recorrer la considerable coleccion de documentos y libros relacionados con ese periodo.
«Dos o tres dias pasaron sin novedad, aparte de que los obreros no parecian trabajar muy a gusto en la antecamara, y uno de los muchachos del coro tuvo un ataque de histeria una manana, durante el Venite, sin que despues pudiera recordar que lo habia provocado, y hubo que sacarlo al patio. Ademas el polvillo de yeso levantado durante las demoliciones no parecia dispuesto a asentarse nunca, pese a que en la capilla casi no habia corriente, y seguia flotando en nieblas y nubes en miniatura; a la larga, en vez de disiparse llego a ser tan espeso y molesto que hubo que suspender los servicios de emergencia, con gran disgusto del capellan, que tenia ideas propias al respecto y que desde su lecho de enfermo anuncio que por lo menos habian tenido un valor preventivo; pero sus protestas chocaron contra un muro de cortes indiferencia.
»Y asi llegamos a Mr. Archer, el decano, un hombre meritorio que ocupaba uno de los primeros puestos en la vanguardia intelectual de su tiempo, vanguardia que consistia en una adhesion sin reservas al racionalismo y una admiracion concomitante por hombres de la talla de Spencer, Darwin y William Morris. Imagino que sus libros de cabecera debian de ser los ataques de Gibbon contra el Cristianismo, y los trozos mas solemnes de Voltaire, y como es logico, no habia demostrado mayor interes, de ninguna clase, en la restauracion de la capilla; recuerdo que simplemente solia comentar,
»Ahora bien, ?que hacer entonces? Era mas de la una, y todo parecia indicar que Parks habia usado el medio menos normal para entrar en el colegio: habia escalado el alto muro almenado del fondo. En ese caso una represion disciplinaria en caliente, por asi decir, le proporcionaria la perfecta excusa para averiguar que lo habia asustado tanto. Quiza debo explicar que en esa epoca el decano ocupaba estas mismas habitaciones, y que entonces, como ahora, el organista se alojaba en el cuarto que queda justo debajo de este, ahora ocupado por Fellowes.
Fen gruno. Nigel echo una mirada fugaz a la ventana por la que debia de haberse asomado Archer, mas de medio siglo atras, y se sintio menos comodo de lo que habria creido posible. Ahora la habitacion estaba a oscuras, pero nadie sugirio la conveniencia de encender la luz. «Ojala», deseo, «alguien lo sugiera».
– La cuestion es que Archer bajo a ver a Parks y, para abreviar, lo encontro palido y tembloroso, pero con parte de su confianza restablecida. Admitio francamente que se le habia hecho tarde en el pueblo y que para entrar habia escalado la tapia. Pero cuando el decano lo apremio para que dijera que era lo que lo habia sobresaltado de ese modo, sus palabras perdieron coherencia y se mostro muy poco dispuesto a hablar del asunto. Aparentemente habia trepado el muro sin dificultad (hecho del que Archer tomo buena nota con vistas al futuro), pero al saltar desde lo alto al jardin aterrizo por asi decir en brazos de algo que parecia estar esperandolo y acerca de lo que solo sabia que tenia huesos y dientes, que algunos de estos parecian rotos, y que la cosa se habia movido con paso vacilante, arrastrando una pierna. Esa, suponia Parks, era la razon de que no hubiera podido darle alcance; aunque Archer, que habia presenciado la extrana busqueda, tenia sus dudas al respecto.
»En sintesis, Archer volvio a la cama, un poco preocupado por haber tenido que dejar a Parks solo y no muy feliz con su propia soledad, pero convencido en fin de que el episodio habia sido intrascendente, y de que, por el momento al menos, no habia motivo de alarma. Leyo un capitulo de Bradlaugh antes de apagar la luz, sin extraer de la lectura el placer habitual, y le costo conciliar el sueno. A la manana siguiente Parks aparecio vivito y coleando, mas tranquilo y hasta, si se quiere, ufano despues de su aventura, ya que dadas las circunstancias el decano no habia creido prudente castigarlo por la trasnochada. Mas entrada esa tarde, sin embargo, oyeron un alarido espantoso que procedia de su cuarto. Naturalmente corrieron a prestarle ayuda, Archer a la cabeza, pero era demasiado tarde. Parks yacia tendido en el suelo, con la cabeza destrozada, pero del arma no habia rastros.
– ?Dios santo! -exclamo Sir Richard-. ?Asesinado!
– Si, si quiere llamarlo asi. Parece ser que su unico grito coherente era la palabra
– ?Y nunca descubrieron nada? -pregunto Nigel.
– Logicamente la policia investigo el caso, pero no sacaron nada en limpio, y el veredicto fue el de siempre: