Tambien esta segunda puerta estaba entreabierta, y al cruzar el umbral se encontraron en un cuartucho frio, poco acogedor, en forma de ataud y amueblado aun con mas economia que la salita que acababan de dejar. Pero por el momento ninguno noto esos detalles.
Porque junto al umbral habia un hombre, con los ojos clavados en el cuerpo exanime de Yseut Haskell, caida en el suelo con un agujero negro en mitad de la frente y la parte superior del rostro ennegrecida y chamuscada.
Como sucede con la gran mayoria de la gente, Nigel a menudo habia tratado de imaginar cual seria su reaccion frente a la muerte violenta. Y tambien como la mayoria, se complacia siempre en imaginarse tranquilo, sereno, indiferente casi, en esa eventualidad. De modo que el agudo espasmo de nausea que lo acometio de pronto frente a aquella forma exangue tomo completamente desprevenido a la parte de su yo consciente. A tropezones volvio a la salita, y se dejo caer en una silla con el rostro entre las manos. Por entre el incontrolable remolino de sus pensamientos y sospechas, oyo decir a sir Richard, con una amabilidad que se le antojo exagerada en las circunstancias:
– Por favor, ?quiere decirme quien es usted y que hace aqui?
Una voz tosca respondio con calma:
– Si, senor, como no, y el profesor podra decir que no miento. Me llamo Joe Williams, senor, y estoy arreglando la piedra que hay en la arcada, del otro lado. Estaba guardando las herramientas y preparandome para volver a casa, cuando oi el disparo, y vine corriendo para aqui, a ver que pasaba. Debio de ser apenas un minuto antes de que ustedes llegaran.
– No ha tocado nada, ?verdad?
La voz respondio con un deje burlon.
– No creo. Pero di una vuelta por el cuarto, y por el otro, y no habia nadie escondido aqui dentro, a menos que este ahi, en el ropero. Y puede tener la seguridad de que no aparte los ojos de ahi. Nadie salio de esta habitacion desde que llegue. Me cree, ?no, profesor?
– Williams dice la verdad, Dick -asintio Fen-. Trabaja en el colegio desde hace anos, en pequenos menesteres, y no lo creo propenso a sufrir ataques de mania homicida.
– ?Dios me libre!
– Encienda la luz, Fen -pidio sir Richard.
– ?Y el oscurecimiento?
– Oh, al infierno con eso. No debemos tocar nada.
– De todos modos, el oscurecimiento existe.
– Bueno, esta bien -Nigel oyo que alguien corria la cortina de la unica ventana, y un haz de luz se filtro en la salita por la puerta entreabierta. Dominandose con esfuerzo, se levanto y fue a oscurecer la ventana de ese otro cuarto, preguntandose interiormente si no estaria destruyendo alguna pista valiosa.
En el dormitorio, sir Richard decia:
– Bueno, antes que nada tengo que llamar a la Jefatura. ?Donde hay un telefono cerca?
– En mi cuarto -respondio Fen-. El portero lo comunicara. Sera mejor que ponga a Wilkes y a mi mujer al tanto de lo ocurrido, pero no deje que bajen. Diga a Dolly que si quiere esperarme un rato, subire en cuanto pueda. Y a ese molesto viejo, que se vaya a dormir.
– Perfectamente. Mantenga los ojos abiertos hasta que vuelva y, por amor del cielo, no embarulle las cosas.
– Nunca embarullo las cosas -protesto Fen, ofendido.
– Williams, conviene que vaya a la porteria y me espere ahi. Tendremos que interrogarlo dentro de un rato.
– Esta bien, senor -respondio Williams, en tono desaprensivo-. De todos modos, falta hora y media para que cierren. Eso si, si puede interrogarme a mi primero… -anadio, esperanzado.
– Digale a Parsons que bajo mi responsabilidad le traiga cerveza de la despensa -dijo Fen.
– Gracias, senor, gracias -Williams salio del dormitorio, pero al ver a Nigel se detuvo y emitio un silbido-. ?Vaya, si es nada menos que Mr. Blake! ?Que tal, senor, como esta despues de tanto tiempo? Me alegro mucho de volver a verlo.
– Estoy muy bien, Williams, gracias; ?tu?
– Mal no me va, senor, podria ser peor. Todavia puedo ganarme el pan, como dicen -y despues, bajando la voz-: Feo asunto este, senor. La chica era guapa como ella sola. Amiga de Fellowes. La he visto entrar aqui antes varias veces. Llego no hara mas de veinte minutos, y tiene que ver las «buenas noches» que me dio.
– ?La viste entrar? Eso puede ser importante.
– La vi con estos ojos, senor. Era ella, estoy seguro. Pero supongo que no esta bien que hable de eso antes de que la policia me interrogue. Aunque apuesto a que no les dara mucho trabajo. Es un suicidio, mas claro no puede estar.
– ?Te parece?
– ?Que otra cosa puede ser? Nadie entro ni salio de este cuarto desde hace por lo menos media hora: ella fue la unica. Y no pueden haberle disparado desde el jardin porque la ventana estaba cerrada cuando llegue.
Nigel sintio que una oleada de alivio inmenso lo recorria de pies a cabeza.
– No deja de ser un consuelo -murmuro-. Significa que no hay nadie implicado.
– Aja, tiene razon. Pero, digo yo, ?que motivo puede haber tenido para tomar esa decision? ?Me gustaria saber! Una chica tan guapa, tan educada, hubiera jurado que no tenia una sola preocupacion en el mundo. En fin, me voy. Lo vere despues, senor, seguramente -saludo y se marcho arrastrando las pesadas botas por los escalones, hasta que sus pasos se perdieron en el patio.
«Por lo menos alguien conservaba las ilusiones que forjo sobre Yseut», penso Nigel con amargura. Sin duda muy pocas de sus relaciones lamentarian su muerte. Se pregunto donde andaria Donald, y como tomaria la noticia. Despues, haciendo un esfuerzo, entro en el dormitorio, aunque por el momento se abstuvo cuidadosamente de volver a mirar el cadaver.
Entre Fen y sir Richard tenia lugar un coloquio breve, susurrado. Robert Warner estaba cerca, mirando alrededor con metodica concentracion. Casi con un sobresalto Nigel advirtio su presencia. Habian entrado juntos hacia menos de cinco minutos, pero la impresion de ver a Yseut habia desalojado cualquier otro pensamiento de su cerebro. Aventurandose a echar otra mirada al cadaver, comprobo aliviado que esta vez las nauseas no venian.
Sir Richard se volvio hacia Robert.
– No querria retrasarlo, Mr. Warner -dijo.
– Perdon -respondio Robert-. Ya se que estoy de mas aqui, pero ocurre que…, bueno, que la impresion ha sido fuerte y me siento…, como dire…, responsable en parte por Yseut.
– Ah, ?sabe quien es? -pregunto bruscamente sir Richard.
– Si, por supuesto. Yseut Haskell, actriz del teatro de repertorio local.
– Ya veo -dijo sir Richard, ahora en tono mas cordial-. En ese caso seguramente podra ayudarnos. Pero le agradeceria que no se quedara aqui. Quiza no le importe aguardar un momento en las habitaciones de Fen; no puedo hacer nada hasta que llegue la policia. Estoy seguro de que no pondra objeciones si le consume su
– No, de ningun modo, considerese en su casa -dijo Fen, distraido. Recorria lentamente el cuarto, examinando con displicencia los muebles-. Que humedas son estas habitaciones -anadio luego-, habra que tomar medidas. Hablare con el tesorero al respecto.
– Mr. Blake… -dijo sir Richard, dirigiendose a Nigel.
– No, por favor, permita que Nigel se quede -lo interrumpio Fen-. Quiero que monte guardia conmigo. Porque supongo -continuo, en un arranque esperanzado- que no me echara.
Sir Richard sonrio.
– Por supuesto. Pero no crea que va a poder meterse a detective en este caso. El veredicto obvio es suicidio.
– ?Si? -dijo Fen, mirandolo con curiosidad-. De todos modos, si no tiene inconveniente, me agradaria vigilar esto.
– Como quiera. Yo voy a telefonear. No deje entrar a nadie -y con esto se marcho escalera arriba seguido de