Robert.

Solo entonces Nigel se sintio suficientemente restablecido para mirar alrededor. Yseut yacia de lado, con las piernas dobladas bajo el cuerpo lo mismo que el brazo izquierdo, en tanto el derecho aparecia extendido con la palma hacia arriba. Cerca de esa mano se veia un revolver pesado, empavonado, y uno de los dedos lucia un anillo de curioso diseno. La joven vestia abrigo castano oscuro y falda verde, zapatos castanos y medias de seda, pero aparentemente no habia traido sombrero, ni guantes o bolso. Estaba caida delante de una comoda que tenia un cajon abierto, mostrando el desordenado contenido, y encima de la cual habia un espejo de mano, un cepillo con su correspondiente peine y un frasco de locion para el cabello que, a juzgar por las apariencias, debia de ser un articulo de lujo. El resto del dormitorio ofrecia poco interes al ojo inexperto de Nigel. Habia una cama, un lavabo y un ropero, una alfombrita junto a la cama, una mesilla de noche con su respectiva luz, un libro y un cenicero que contenia dos o tres colillas viejas, y por el piso estaban desparramados varios zapatos. Sobre la silla colocada a los pies de la cama habia una camisa arrojada descuidadamente. En el aire flotaba aun el olor de la polvora. Aparentemente la ventana estaba cerrada, pero por el momento no podian confirmar el detalle.

Nigel volvio su atencion a los restos de Yseut Haskell. «Que raro», penso, «la muerte le ha arrebatado hasta el ultimo vestigio de personalidad». Aunque, mirandolo bien, no era tan raro ya que su personalidad habia estado centrada casi exclusivamente en su sexo, y ahora, sin vida, hasta eso habia desaparecido, dejandola neutra, una vulgar figura de arcilla, repentinamente patetica. La joven habia sido atractiva. Pero ese «habia sido» no era un tributo convencional rendido frente a la muerte, sino la admision franca del hecho de que sin vida el cuerpo mas hermoso queda reducido a un objeto desprovisto de interes. «Nosotros», reflexiono Nigel, «somos vidas.» Y por incongruente que parezca, en ese momento nacio en el una nueva y firme conviccion sobre la naturaleza del amor.

Miro a Yseut de nuevo; la vio cantando y bailando; recordo el comentario de Helen, «No es mala, ?sabe?, solo un poco tonta»; y a pesar del rencor que la muerta habia sabido despertar a su paso, deseo fervientemente poder resucitarla.

«Ay, morir, y marcharnos sin saber donde;

Yacer frios, impedidos, y pudrirnos…»

Asi como para Claudio la virginidad no era nada en comparacion con la muerte, del mismo modo para Nigel todas las demas consideraciones palidecian junto a ella… Irritado, desecho esos pensamientos; no era ocasion para citas literarias. Si a Yseut la habian asesinado… Dirigio a Fen una mirada interrogante, pero el experto, adivinando la pregunta no dicha, se limito a murmurar: «Parece un suicidio», y siguio examinando el suelo alrededor del cadaver.

Sir Richard volvio restregandose las manos.

– Su esposa va a esperar -dijo a Fen-. La deje conversando con Warner. Y consegui convencer al viejo Wilkes de que se fuera a su habitacion. La policia llegara de un momento a otro, y entonces, a Dios gracias, mi responsabilidad oficial habra terminado.

Fen asintio en silencio. Despues, bruscamente, dijo:

– ?De donde demonios viene ese ruido? Nigel, por favor, ?quieres ir y decirles que se callen?

Unas trompetas atronaban el aire de la noche con los compases de Las obras de paz del heroe, aparentemente desde el cuarto de enfrente. Nigel habia olvidado lo de la radio que oyeron antes, esa misma noche. Cruzo la galeria y llamo a la puerta; despues, convencido de que si habia respuesta no podria oirla por el estrepito, entro directamente.

Su sorpresa no tuvo limites al reconocer a Donald Fellowes y a Nicholas Barclay como los dos ocupantes de la habitacion. Estaban apoltronados en sendos sillones frente al fuego, escuchando la radio colocada sobre una mesa junto a ellos. Nigel quedo inmovil al verlos, y Nicholas gesticulo grotescamente en busca de silencio, pero Nigel lo ignoro, impaciente.

– Yseut ha muerto -anuncio con rudeza innecesaria y despues, a Donald-: En su cuarto. Y por amor de Dios, apaguen esa radio. No oigo ni lo que digo.

Nicholas apago el receptor, diciendo:

– ?Bueno, bueno! -por todo comentario.

Donald no hablo, ni reacciono en forma visible para Nigel, excepcion hecha de una palidez repentina.

– ?Que ha muerto? ?Que quiso decir? -balbucio por fin-. ?Y por que en mi cuarto?

– Murio de un disparo en la cabeza.

– ?Asesinada? -pregunto Nicholas, para en seguida anadir calmosamente-. No me sorprende. ?Y a usted, Donald?

– No, maldito sea, a mi tampoco.

– Los indicios -informo Nigel- apuntan al suicidio.

Solo entonces demostro Donald genuina emocion.

– ?Suicidio? -repitio.

– Si, ?le sorprende?

Enrojeciendo, Donald tartamudeo:

– Yo…, este…, ya sabe que nadie la queria. Y nunca me parecio de la clase de personas que…, que pueden llegar a eso -de pronto sepulto la cara entre las manos-. ?Oh Dios! -gimio.

Incomodo, Nigel no supo que decir.

– Supongo que podre ir alli -dijo Donald, al cabo de un momento.

– No creo que alguien le impide la entrada. Al fin de cuentas es su habitacion. Y sin duda la policia querra interrogarlo cuando llegue.

– ?Oh! -exclamo Nicholas-. ?Asi que todavia no esta aqui? ?Cuando ocurrio?

– Hara unos diez minutos. Sir Richard Freeman se ha hecho cargo de todo por ahora, y Fen lo esta ayudando.

Nicholas se mordio los labios con expresion solemne.

– El detective aficionado del colegio, ?eh? De manera que creen que es un suicidio. Hara unos diez minutos…, entonces; Donald, tiene que haber sido ese ruido que oimos. Pero la radio estaba tan fuerte que apenas nos dimos cuenta; y usted dijo que debia de ser algun grupo de alumnos que se hacian los graciosos. ?Cree que querran interrogarme a mi tambien? -pregunto a Nigel-. ?O le parece que puedo marcharme?

– Imagino que, tarde o temprano, querran ver a todos los que estaban relacionados con Yseut de alguna forma. Me parece que le conviene quedarse.

– No volvere alli -dijo Donald, de pronto-. No…, no quiero verla…

– Esta bien, muchacho -intervino Nicholas. Nos quedaremos aqui, a consolarnos mutuamente. Asi si alguno de los dos trata de salir corriendo a tomar el primer barco para Ostende, el otro podra impedirselo. Nos veremos, Nigel.

Asintiendo, Nigel se marcho. «Las reacciones de esos dos hombres», penso, «han sido tipicas de sus respectivos temperamentos: la locuacidad de Nicholas es habitual en el.» Le llamaba la atencion, sin embargo, que no hubieran denotado mas sorpresa al saber la noticia. Casi casi, se diria que la estaban esperando.

Hallo a Fen y a sir Richard en la salita, empenados en fingir actividad, si bien no habia practicamente nada que hacer hasta tanto llegasen el forense, los fotografos y los de dactiloscopia. Nigel los puso al tanto de la presencia de Nicholas y Donald en el otro cuarto, y sir Richard, tras formular algunas preguntas respecto de sus identidades y vinculacion con Yseut, aprobo la actitud de Nigel con una inclinacion de cabeza.

– Es imposible vigilarlos a todos -dijo-, y si hay otro responsable aparte de la joven, tratar de escapar ahora seria una locura.

Al cuarto de hora se presento la policia, que en seguida asumio el control de la situacion. El inspector, un hombrecito despierto y astuto, de voz ronca, apellidado Cordery, formulo las preguntas de rigor y examino el lugar del hecho. Luego sostuvo una conferencia con sir Richard, mientras los demas se ocupaban de las fotografias y las impresiones digitales. El forense, hombre alto, laconico y grave, examino por encima el cadaver y despues espero pacientemente a que el resto terminara con lo suyo.

– Busquen en todos los sitios probables -habia dicho el inspector-. Por ahora, claro esta, no tendremos mas que las huellas de la chica a fines de comparacion.

El informe preliminar del medico fue breve y categorico.

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