veces, no dejo las manos quietas y adopto un aire cada vez mas sombrio. Era evidente que no perdia palabra. Preciso como buen periodista, Nigel hablo con fluidez y soltura, evocando sin dificultad detalles de las conversaciones. Pese a ello, la exposicion fue larga, y cuando termino eran cerca de las diez. El inspector tomaba notas con cansadora persistencia. Sir Richard se tiraba del bigote, escuchando con la mitad de su mente mientras la otra mitad analizaba una nueva teoria que se le acababa de ocurrir sobre la habilidad dramatica de Massinger.

– … asi que como ven -concluyo Nigel-, hay moviles para elegir, si es que realmente la asesinaron -y se echo hacia atras con la satisfaccion del deber cumplido, hizo una aspiracion profunda y encendio otro cigarrillo.

– Hablando de todo un poco -tercio sir Richard, pesaroso-, que tarde se ha hecho. Habra que dejar gran parte del trabajo para manana, Cordery.

– Si, senor, de acuerdo. Sugiero establecer las horas con la mayor exactitud posible, y ver a Mr. Warner, ya que ha tenido la gentileza de esperar. En cuanto a los otros dos caballeros -miro alrededor con aire de duda-, me parece que podriamos dejarlos para manana. Tal vez Mr. Blake quiera avisarles…

– Fellowes no se movera del colegio en toda la noche -aseguro Fen-. Ahora no puede salir a menos que escale la tapia por el lado del cobertizo para bicicletas o cruce el jardin del presidente -su actitud se torno apologetica-. Esto es lo que pasa cuando se tiene un sistema que es mitad monastico, mitad no -anadio apesadumbrado y sin que viniera al caso.

– Oh, bueno -dijo el inspector, sin ocultar su fastidio-. Entonces tambien lo veremos ahora. Pero no hay motivo para retener a Mr. Barclay, si no quiere quedarse -principiaba a experimentar una ligera confusion-. Y digo yo, ?quien es ese Barclay a fin de cuentas? -pregunto con irritacion justificable-. ?Y que tiene que ver con todo esto?

– Esta bien, Cordery -respondio sir Richard, con el nerviosismo de quien intenta tranquilizar a una criatura neurotica y excitable-. Barclay era amigo de la muerta, y dio la casualidad que estaba en el colegio en el momento del hecho.

– Ah, ya veo. Bueno, si Mr. Blake quiere…

– Si, si, inspector -sin darle tiempo a continuar, Nigel cruzo al cuarto de enfrente, preguntandose por que razon lo elegirian siempre como recadero. Encontro a Donald y a Nicholas rodeados de botellas de cerveza, jugando a las cartas, el primero malhumorado y con todo el aspecto de haber bebido mas de la cuenta, Nicholas con su habitual expresion de urbanidad en el rostro delgado y moreno. A Nigel principiaba a irritarle el amaneramiento de Nicholas, que al verlo entrar pregunto, alzando las cejas:

– ?Y bien? ?Como marcha eso? ?Han arrestado a alguien ya? «Y de haber terminado en el cepo por esa pregunta, lo tendriais bien merecido» -anadio como para si, levantando una mano en ademan vulgar, afeminado.

– Hasta ahora -mintio Nigel-, todo indica un suicidio.

Encogiendose de hombros, Nicholas, que capto la nota de desagrado en la voz de Nigel, guardo silencio.

– Y no hay ningun motivo especial para que se quede, si no quiere.

– Mi estimado amigo -respondio Nicholas-. De haberlo querido, me habria ido hace rato. En las circunstancias actuales, pienso quedarme. Este asunto me interesa.

– Como guste -replico Nigel, de mala manera, y salio de la habitacion maldiciendo mentalmente a Nicholas.

Ademas no le habia gustado nada la expresion de Donald, que, sospechaba, no estaria muy sobrio cuando la policia lo interrogase. Eso causaria mala impresion, pero tambien, probablemente, le soltaria la lengua. Y, sin embargo, ?que razon tenia el, Nigel, para sospechar de Donald (o, para el caso, de cualquiera), y de que lo encontraba sospechoso? Comprendio entonces que, de no haber sido por Fen, el caso ya estaria archivado como un suicidio mas. Por un momento se sintio tentado de dudar de la capacidad de Fen: ?no estaria, despues de todo, haciendo una montana de un grano de arena? Pero recordando el brillo de concentracion casi sobrenatural que habia captado en las pupilas de Fen, y repasando la evidencia acumulada, no tuvo mas remedio que admitir que alli habia algo turbio. Devanandose los sesos en busca de una solucion, volvio a la salita de Donald.

El inspector lo aguardaba, contemplando su libreta con un aire de gravedad teatral. Recibio sin entusiasmo la noticia de que Nicholas habia decidido quedarse, preguntandose interiormente si se acostaria esa noche. Habia tenido un dia movido en la Jefatura, y como por otra parte llevaba poco tiempo casado con una mujer joven, su actitud era en cierto modo excusable. Resuelto, pero a disgusto, volvio a aplicarse a su deber.

– Veamos, senor -dijo-, segun su declaracion varias personas tenian razones para no simpatizar con la muerta. Deje que las enumere -fue contandolas con los dedos-. Primero Mr. Robert Warner. Conocia a Miss Haskell desde hace un tiempo, y segun usted vivio un romance con ella -a punto de dar expresion sonora a su desaprobacion, lo penso mejor, y considerandolo inapropiado se apresuro a convertir al sonido recien nacido en una tos larga y artificial-. Ademas -prosiguio- la joven lo estuvo asediando desde su llegada, y aparentemente antes de anoche lo coloco en una situacion comprometedora, ya que el anda en amorios con otra joven, Miss Rachel West -se detuvo espantado ante las complicaciones eroticas del caso y paso a la persona siguiente de su lista.

– Segundo la misma Miss West, por las razones antedichas: esto es, porque estaba celosa de Miss Haskell a causa de su anterior relacion con Mr. Warner. Tercero Mr. Donald Fellowes, que aunque enamorado de Miss Haskell se enfurecio cuando prefirio a Mr. Warner, y que ademas desaprobaba el atrevido comportamiento de la joven en escena.

– ?Oh, vamos! -protesto Nigel, al oir tan alarmante descripcion, pero el inspector prosiguio imperterrito.

– Cuarto Miss Jean Whitelegge, enamorada de Mr. Fellowes y que, a la vez que resentida por el hecho de que el quisiese a Miss Haskell, consideraba ademas que Miss Haskell estaba pisoteando los sentimientos de Mr. Fellowes -el inspector parecia cada vez mas estupefacto a medida que ahondaba en las actividades de la Venus Pandemos. Nigel tuvo que hacer un esfuerzo para no soltar la carcajada.

– Quinto Mr. Nicholas Barclay, que consideraba que Mr. Fellowes malograba su talento dejandose llevar por su pasion por Miss Haskell, y que en general no simpatizaba con la joven. En realidad esto ultimo no se puede considerar movil, senor -agrego abandonando por un momento el tono oficial-. Y, en cuanto a la primera parte, confieso no comprender su punto de vista.

Sir Richard, a punto de embarcarse en una disposicion del valor del artista para la sociedad, lo penso mejor y guardo silencio.

– Le dire -respondio Nigel- que esa fue mi impresion. Y por supuesto que puede haber otras personas, desconocidas para mi, que hayan tenido motivos mucho mas poderosos para odiar a Yseut. No era lo que se dice popular.

– Asi parece. Pero creo que para empezar tenemos suficiente.

– Confio -siguio diciendo Nigel- en que no me habre hecho acreedor a media docena de represalias por haberles dicho todo eso.

– No, senor, de ningun modo. Ha respondido a un interrogatorio oficial dando sus impresiones, nada mas. Nadie podria culparlo de nada, aun cuando esas impresiones resultasen correctas a la larga -miro a Nigel con la severidad de un inquisidor de la Edad Media que trata de hacer retractarse a un punado de cataros intransigentes. Nigel, empero, no se dejo impresionar.

A esa altura de la conversacion un agente se asomo por la puerta.

– Ha llegado el capitan Graham, senor -anuncio-. ?Lo hago pasar?

– Si, Elbow, en seguida.

Peter Graham tenia todo el aspecto de un penitente. Esfumada su alegria juvenil, lineas de desacostumbrada y por lo tanto algo incongruente ansiedad le surcaban la frente. Saludo a Nigel cariacontecido y se sento en el borde de la silla, con las manos en el regazo.

Si, dijo, el revolver era suyo. Habia notado su falta al dia siguiente de la fiesta, mientras ordenaba sus habitaciones. Esa noche, explico sin que viniera al caso, pero por inferencia logica, habia bebido con exceso, y se afligio bastante al descubrir su desaparicion. Si, estaba enterado de lo ocurrido, pobre muchacha, y en parte se sentia un poco responsable. Pero, caramba, uno no puede prever esas cosas, y sin duda el resultado habria sido el mismo aun cuando nadie se hubiera enterado de que tenia un revolver. Ademas, anadio, no fue quien saco el arma del cajon y la esgrimio a la vista de todos. Interrogado sobre la razon por la que no denuncio la perdida a la policia, dijo que, en primer lugar, no se habia sentido muy bien esos dias, y que, segundo, alguien podia haber tomado el revolver para gastarle una broma, pensando devolverlo despues. Cuando le preguntaron si tena alguna

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