perjudicial para el exito del experimento suspiro-. Mientras tanto muestran poca inclinacion a acercarse a las maquinas, y se conforman con seguir sus impulsos naturales con el consiguiente embarazo de quienes los vemos -meneo la cabeza considerando lo transitorio del esfuerzo humano. Siguieron de largo y se aproximaron al pabellon de la porteria-. A proposito, recuerdame algun dia de que te de mi opinion sobre el cuento de Wilkes; me intereso en mas de un sentido. ?Y solucionar un problema de muertos satisface tanto mas que resolver un problema de vivos! Esos no requieren ninguna accion positiva.

«Supongo -anadio cuando se despedian- que manana me acompanaras en mi recorrido. Una comezon interior me obliga aclarar este asunto, aunque si la policia insiste en su absurda teoria del suicidio, dudo que me decida a contradecirlos.

Nigel acepto sin mayor entusiasmo.

– Ya nos veremos -dijo Fen con la vaguedad deliberada de quien quiere eludir un compromiso fijo-. Que cansado estoy. Y todavia me falta ordenar unos papeles para los alumnos nuevos que llegan manana -desaparecio en seguida y la oscuridad trajo hasta Nigel el temblor de una palabra: «?Cretinos!»

Ahora que estaba al aire libre, Nigel tenia muy pocos deseos de dormir, de manera que siguio de largo frente a la Iglesia Cristiana y tomo hacia el camino de sirga, que corria junto al canal. Estuvo un rato contemplando el agua, donde manchones de luz blanca y reflejos negros se entregaban en silencio a sus dislocadas maniobras. Los gasogenos, las chimeneas de las fabricas y las desviaciones del ferrocarril -de donde de vez en cuando llegaba el clamor distante de trenes de carga en movimiento- alzaban sus siluetas hacia la luna como un grabado de Muirhead Bone. Alla muy lejos, una sirena antiaerea inicio su ululante sinfonia.

Poco a poco los acontecimientos del dia volvieron, pero dispuestos en formas fantasticas, pidiendo a gritos una explicacion, que los sometieran a escrutinio, o hasta que los descartaran. Los rostros de los personajes aparecian mezclados inconsecuentemente en relaciones por demas extranas. Frases aisladas volvian, y su sentido sufria extraordinarias corrupciones. El elemento racional, fatigado, lleno de hastio, quedo apartado, contemplando con fastidio e impotencia el grotesco panorama. ?Hubo acaso un fugaz atisbo de la verdad? Nigel nunca lo sabria. Suprimiendo un escalofrio, a pesar de la tibieza de la noche, emprendio el regreso al hotel.

Esa noche sono que volvia a estar desnudo en el parque de St. Christopher's. Solo que ahora parecia diferente, y mientras lo miraba, el edificio del colegio fue retrocediendo hasta perderse en el infinito. Vagamente noto que Helen estaba colgada de las ramas bajas de un arbol y le decia algo a gritos. Debio pasar un momento antes de que comprendiera que Helen habia trepado al arbol en busca de refugio. Y mirando alrededor, Nigel distinguio una forma oscura que avanzaba hacia el arrastrandose a cuatro patas entre los matorrales. Los rasgos de ese ser, horriblemente distorsionados, eran los de alguien que conocia; pero cuando desperto y trato de desechar irritado el recuerdo de la pesadilla encendiendo un cigarrillo, no pudo recordar a quien pertenecian.

9

ULTIMA VOLUNTAD Y TESTAMENTO

?Como! ?Una mujer puede hacer preguntas fuera de la cama?

Ottway.

Al dia siguiente el tiempo se estropeo. Temprano, por la manana, antes de que los primeros rayos de luz tocaran las torres y pinaculos de la ciudad, descargo la lluvia desde un cielo plomizo. Cuando Nigel desperto de su sueno intranquilo, las calles estaban anegadas, los complicados e ineficaces sistemas de desague de la arquitectura gotica, imitacion gotica, palatina y veneciana se habian desbordado, mojando a los transeuntes desprevenidos. Desde Carfax los rios en miniatura corrian a ambos lados de la calzada, bajando por la suave pendiente de la calle principal, dejando atras el Mitre, el Great St. Mary's, el Queen's, y asi hasta donde la torre del Magdalen vigila en austera soledad el transito que corre hacia Headington, o hacia Iffley o Cowley. En las afueras de St. John's, los arboles principiaban a crujir con susurros ahogados, y las gotas a caer de sus ramas con persistencia monotona, mientras uno que otro rayo de sol palido y solitario se posaba en un arquitrabe del Taylorian, echaba un rapido vistazo al sur, por el Cornmarket, y desaparecia al momento tragado por los precintos de Brasenose. El gris de un sinnumero de paredes hallaba eco en el cielo ceniciento. El agua se precipitaba en torrentes por la enredadera de hiedra que intenta escudar a Keble y protegerla de comentarios ofensivos; se detenia para brillar momentaneamente sobre el hierro forjado de la verja de Trinity; formaba innumerables charcos y arroyuelos entre los guijarros que rodean al Radcliffe Camera, con su cupula que semeja el bote de mostaza entre las vinagreras. El decorado que permite mas lucimiento a Oxford es la luz de un sol radiante, o el brillo de la luna; la lluvia la hace una prision, profundamente deprimente.

Al dia siguiente comenzaban las clases. Los estudiantes que aun no habian llegado estaban camino de la ciudad. En medio de la algarabia de toda Inglaterra, sus voces bullangueras, juveniles, resueltas convergian hacia la universidad. En el edificio Clarendon, dos celadores nuevos contemplaban con aire resignado la lista de tabernas que debian recorrer esa noche en busca de infractores, mientras los alumnos mas jovenes de la Universidad in statu pupillari calculaban las posibilidades de que aquellos se quedaran saboreando su oporto hasta tarde. En las porterias de los colegios comenzaban a aparecer anuncios referentes a futuras actividades sociales, algunos concebidos en terminos agresivos; los taxis iban y venian cargados de maletas; al cabo de una o dos semanas llegaria mas equipaje, en virtud del sistema que las companias ferroviarias llaman ironicamente despacho anticipado; se preparaban y distribuian apuntes; los rectores soltaban suspiros de pesar, alumnos novatos llegaban en estado de creciente asombro y timidez angustiosa, y los cocineros planeaban enormidades.

Era un dia sombrio; pero Nigel, al asomarse por la ventana de su Baptisterio, se sintio mas animado que de costumbre. «He llegado», penso, «a esa etapa en que la comprension escueta, terrible, del hecho suele envolverse con impetu repentino; y felizmente no me ocurre nada de eso: por el contrario, su absoluta falta de importancia resulta en verdad imponente y se esta traduciendo en una perceptible animacion del espiritu». Observo con atencion la cascada que bajaba serpenteante de nivel en nivel, cada vez mas tumultuosa, por la fachada del edificio, y la vio precipitarse sobre el paraguas del profesor de Matematicas, que acerto a pasar debajo. Luego, fortalecido su espiritu por ese espectaculo reconfortante, retiro la cabeza, se lavo, se afeito, se vistio y bajo a tomar el desayuno.

– Crimen -decia en tono dogmatico Nicholas Barclay a Sheila McGaw, con quien estaba desayunando-. Efectivo, sin duda (de efecto inmediato), pero basicamente insatisfactorio -esbozo un ademan expresivo, proyectando al hacerlo un globulo de mermelada dentro de la sal-. Y ademas piensa cuan infinitamente mejor habria sido que arrastraran a la victima del carro, bajo el chasquido del latigo. El crimen es tan abrupto, no deja nada de que disfrutar despues; es como apurar de un trago un vino fino en vez de paladearlo lentamente. Y por otra parte consideralo desde el punto de vista de la conveniencia. ?Que admirable era la Edad Media en ese sentido! Cilicios, sillas de chapuzar, capas de borracho, cinturones de castidad, cepos; todos disenados como medios rudimentarios, mas no por eso menos eficaces de contrarrestar determinadas flaquezas de la naturaleza humana. Como diria Ruysbroek, tiemblo de gozo al pensar en la cantidad de esos tormentos a que se habria hecho acreedora Yseut. El asesinato es tan abstracto, tan imparcial -se quejo-, carece en absoluto del elemento poetico de la eleccion; a decir verdad no estoy seguro de que no sea, en el mejor de los casos, de un mal gusto detestable -de un mordisco arranco un trozo de tostada y contemplo el resto con mirada reflexiva antes de depositarlo en el plato.

– ?Puedo preguntar -dijo Sheila- si elucubraste ese argumento para convencer a la policia de que no la mataste? En ese caso temo que estes condenado al fracaso.

– Mi querida Sheila: no tenia ningun motivo valedero para matar a Yseut. Es cierto que anoche menti a la policia al decir que ni Donald ni yo salimos de ese cuarto, y no es menos cierto que creo que Fen se dio cuenta…, maldito sea. Pero aun cuando eso se descubriera, no veo que tengo que temer. Tu, en cambio…

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