Barclay andaba escuchando lo que no debia, para no perder la costumbre. Supongo que se enteraron por el -el aspecto compungido del inspector la insto a anadir apresuradamente-: Aunque por supuesto igual se lo habria dicho.
– En las circunstancias actuales, senorita, eso da que pensar.
– De acuerdo.
Nigel, recordando su voto de silencio, lanzo a Helen una salva de aplausos telepaticos por la calma con que habia respondido. El inspector, algo confundido, probo por otro lado.
– ?Sabe quien iba a ser el nuevo legatario?
– Debo confesar mi ignorancia en ese sentido. Excepto yo, Yseut no tiene parientes cercanos, y muy pocos amigos. Lo que siempre me asombro es por que razon no modifico su testamento antes, teniendo en cuenta el escaso carino fraternal que nos urna. Aunque a mi, personalmente, eso no me afectaba; no tengo ningun deseo de poseer mas dinero que el que gano con mi trabajo, y de cualquier forma nada me inducia a suponer que iba a morir antes que yo. Supongo que me comunico sus intenciones con el unico proposito de mortificarme, pero la flecha no dio en el blanco, por las razones que acabo de explicar.
– Lo del testamento habra que verificarlo, por supuesto. Pero ?me equivoco, Miss Haskell, al afirmar que ahora es una mu…, una dama relativamente rica?
– Eso creo.
– Aja. ?Sabe como se llama el abogado de su hermana?
– Ni remotamente. Nunca hablabamos de dinero. Ella jamas me ofrecio nada, ni yo se lo pedi.
– ?No le llamo la atencion -siguio preguntando el inspector- que su hermana llevara una vida…, digamos tan poco acorde con sus medios? ?Que no alquilara un apartamento aqui, por ejemplo, o viviera en un hotel?
– Hasta en el caso de Yseut habria sido un descaro, estando yo cerca -replico Helen, secamente-. Como es logico, aqui se rodeo de todas las comodidades, pero imagino que disfrutaba acumulando dinero, porque de lo contrario no veo la razon de que dedicara la mayor parte de su tiempo a exprimir concienzudamente a pobres muchachos cuyas rentas no llegaban ni a la vigesima parte de la suya.
– ?Vamos, vamos, Miss Haskell, no seria para tanto! -le reprocho el inspector. Pero formulo el comentario con aire distraido; evidentemente tenia la cabeza en otra parte. Al rato extrajo de un sobre el anillo que habian encontrado en el cadaver de Yseut y se lo mostro a Helen, diciendo-: ?Pertenecia esto a su hermana?
– ?Esto? No, por Dios. Es de… ?Que tiene que ver con la muerte de Yseut?
– ?De quien es?
Helen respondio, evidentemente a su pesar.
– Si no hay mas remedio, le dire que es de Sheila McGaw, nuestra directora. Siempre ha sido fuente inagotable de bromas entre nosotros porque es un objeto grotesco y antiestetico. Pero…
El inspector asintio con vigorosos cabezazos.
– Se lo pregunte con el unico efecto de verificar lo que ya sabiamos. Miss McGaw admitio ser la duena del anillo. Dice que lo dejo hace dos dias en uno de los camerinos. Parece ser -anadio cansadamente, como si le costara creer lo que decia- que cualquiera, del teatro o de fuera, pudo entrar y llevarselo.
– Supongo que si -admitio Helen-. Como sabran, en la entrada de artistas no hay portero.
– En efecto. Y si Miss McGaw no miente -anadio el inspector a guisa de exegesis, esta vez dirigiendose a Nigel-, significa que estamos exactamente en el punto de partida.
– ?Por amor del cielo! -exclamo Helen-. ?Quieren decirme que tiene que ver el anillo con la muerte de Yseut?
– Su hermana lo tenia puesto en un dedo, senorita. Y la evidencia sugiere que quiza se lo colocaron despues de muerta.
– ?Oh! -Helen quedo silenciosa.
– Y ahora, Miss Haskell, ?podria decirme en que ocupo su tiempo anoche, entre las seis y las nueve?
– ?Que hice? Pues vera, no mucho. Sali de aqui para el teatro a eso de las seis y media, me maquille, sali a escena al comienzo de la obra (eso seria a las ocho menos cuarto), habre terminado a los diez minutos, volvi a mi camerino y lei hasta que llego el momento de mi segunda entrada, a las nueve menos cuarto, aproximadamente…
– Un momento, Miss Haskell. ?Debo entender entonces que entre las siete y cincuenta y cinco y las ocho y cuarenta y cinco no estuvo en el escenario?
Por primera vez Helen parecio asustada. Nigel tuvo la sensacion de que el estomago se le hundia; todo, factores psicologicos, circunstanciales, evidenciales, indicaban que Helen no habia cometido el crimen -hasta en sus suenos mas salvajes habria rechazado la posibilidad por inconcebible- y, sin embargo, no pudo reprimir la extrana desconfianza.
– No -dijo Helen.
– Y su camerino ?lo comparte con alguien?
– Normalmente, si; pero no esta semana; mi companera no actua en esta obra. ?Esta dando a entender que pude abandonar el teatro sin que nadie me viera? Supongo que si. Todo lo que le puedo decir es que no lo hice - parecio recobrar parte de su confianza-. Creame que solamente por un motivo de tanto peso como un asesinato uno se quitaria el maquillaje para volverselo a poner a la media hora.
Fue entonces cuando Spencer reaparecio, pero con escasa informacion; no habia encontrado ningun papel, salvo dos o tres cartas personales sin importancia y una libreta de direcciones que incluia entre otras la del abogado de Yseut (y que el inspector se guardo en un bolsillo).
– Aparte de eso -dijo el sargento- no hay mas que toda esa artilleria que usan las mujeres, con perdon de la senorita -Helen lo obsequio con una sonrisa que contenia apreciacion de la broma y coqueteria femenina en dosis exactas.
El inspector abandono su asiento.
– Bueno, Miss Haskell, creo que es todo por el momento -dijo-. Muchisimas gracias. Y…, no se si querra ver a su hermana… -Helen meneo la cabeza-. Ah, bueno, creo que hace bien dadas las circunstancias. Sin embargo, le pediran que la identifique en la indagatoria. Creo que sera el martes que viene; antes imposible porque da la casualidad que tanto el
– Bueno -siguio diciendo el inspector-, antes de irme echare una ojeada al otro cuarto. Y si quieren saber mi opinion -agrego, siguiendo un impulso-, aun admitiendo la existencia de algunos puntos oscuros, para mi fue un suicidio. Ese -recalco- es el punto de vista oficial -el comentario sono a vaga insinuacion del perjuicio que podian ocasionar las actividades extraoficiales. Por fin, con una ultima y afable inclinacion de cabeza, se marcho seguido de Spencer y sus trastos.
Nigel se volvio hacia Helen. La joven estaba un poco palida. Durante un instante se miraron en silencio; despues Helen dijo:
– Querido -y acerco sus labios a los de el.
10
?Que pudo impulsarte en edad critica
A aplastar semejantes esperanzas florecientes
en un escenario?
?Y valia la pena este asombroso desperdicio de fuerza
Para proclamar al mundo tu falta de cerebro?