interes exagerado en lo que veia y formulando preguntas a cual mas tonta.

Poco despues de las doce Robert hizo un descanso, y la mayoria de los actores cruzaron al Aston Arms, entre ellos Fen y Nigel acompanados por Helen. El Aston Arms no es una de esas tipicas tabernas de paso que atraen al viajero ron su alegre decoracion moderna. Exudaba una atmosfera del pasado tan punzante que entre sus paredes la sombra de parroquianos muertos y enterrados hacia tiempo intimidaba y hostigaba espiritualmente a los parroquianos vivos. Cualquier sugestion de reforma o modernizacion chocaba contra la ferrea resistencia de la administracion, personificada por un viejo corpulento que a juzgar por las apariencias se estaba desintegrando a un ritmo alarmante en los elementos quimicos que lo componian. Un complicado ritual, del que la menor desviacion se consideraba anatema, presidia el pedido y consumo de bebidas; dentro se mantenia una jerarquia social estricta; a los visitantes irregulares se los recibia con mala cara, y los clientes habituales, especialmente aquellos que pertenecian a la profesion teatral, eran tratados con desprecio moderado, pero penetrante. El unico rasgo saliente de la pequena y mas bien destartalada taberna era un enorme loro desplumado que, habiendo contraido a edad temprana el habito de picotearse las plumas, ofrecia ahora a la concurrencia el impudico espectaculo de un cuerpo gris y descarnado en el que solamente las plumas de la cresta y de la cola fuera de su alcance, se habian salvado. Regalado al propietario del Aston Arms por cierto profesor aleman en un ataque de gratitud lacrimosa, sabia recitar un poema entero de Heine, proeza a la que, sin embargo, habia que instarlo repitiendo cuidadosamente dos lineas del principio de L'Apres-midi d'un Faune de Mallarme, que sin duda hacia vibrar en su cerebro la cuerda de sugestion apropiada. Esta aptitud despertaba las mas hondas sospechas en la soldadesca que solia visitar el Aston Arms, sospechas que unicamente igualaban las que les inspiraban aquellos de sus paisanos capaces de hazanas iguales o mayores en el sentido; el dueno lo empleaba para advertir a los clientes de la inminencia de la hora del cierre, y los tonos broncos de Ich weiss nicht, was soll es bedeuten, dass ich so traurig bin precedian normalmente a metodos de evacuacion mas contundentes.

La entrada de Fen en el pequeno recinto amenazo desbordarlo; hasta la sibila que atendia el mostrador parecio intimidada por su exuberante presencia. Fen hizo el pedido en forma profana e iconoclastica.

– Cuando era celador -conto- solia tener grandes dificultades…, con las tabernas, quiero decir. Invariablemente encontraba in fraganti a mis alumnos mas brillantes y nada me habria gustado mas que sentarme con ellos a hablar de literatura. Entonces iba solamente cuando no podia evitarlo, entraba con expresion solemne y me hacia el distraido. Cuando le tocaba el turno a otro celador, averiguaba su itinerario y llamaba a mis mejores amigos para ponerlos sobre aviso. Lastima que era un procedimiento completamente ilegal -suspiro.

– ?Buen pillo habra sido! -comento Nigel, granjeandose el mudo reproche del profesor.

Sheila McGaw y Nicholas estaban en un rincon, el segundo empenado en rizarle la cresta al loro.

– Si trata de morderte -dijo Sheila, comedida-, no retires la mano; eso le enardece -Nicholas paso momentos de verdadera agonia, despues retiro el dedo y se lo quedo contemplando contrito.

– Eso -dijo secamente- es una falacia.

Fen fue hasta ellos.

– Ah, Barclay -dijo-. Me gustaria intercambiar unas palabras con usted, si es posible -sonrio cordialmente a Sheila, que acto seguido se encamino al mostrador, donde estaban Robert y Rachel. En el silencio incomodo que siguio se oyo la voz de Donald Fellowes, discutiendo una tecnica orquestal en otra parte del recinto.

– ?Que lastima! -se quejo Fen-. Se ha hecho el silencio de golpe. Y no quiero que nuestra conversacion sea tan publica -apostrofando al loro en frances consiguio hacerlo atacar el Die Lorelei; como resultado la conversacion subio inmediatamente de tono. Por encima del murmullo general, Fen pregunto-: ?Fue a verlo el inspector esa manana?

– No -respondio Nicholas-, por suerte. Seguramente quedo satisfecho con mi declaracion de anoche. ?Como marchan las cosas?

Fen lo miro con curiosidad un momento.

– Tan bien como era de esperar -contesto-. Digame una cosa, ?esta absolutamente seguro de que usted ni Donald abandonaron ese cuarto anoche?

– … Die schonste Jungfran sitzet dort obren wunderbar -decia el loro en tono sentido; hizo una pausa y solto un jadeo estentoreo antes de pasar a la estrofa siguiente.

Nicholas abrio los brazos en ademan de derrota.

– Maestro -dijo-, me ha descubierto. ?Como lo adivino?

– Lo adivine -Fen no quiso dar explicaciones-. Supongo que fue Donald el que salio…, despues de correr las cortinas.

Nicholas no oculto un sobresalto.

– Y eso ?como lo supo?

– Una simple conjetura. Creo que cuando se acerco a la ventana vio a alguien conocido fuera y salio a hablar con el. Hay algunos detalles para los que no cabe otra explicacion.

– Pues si, tiene razon. El y la otra persona estuvieron conversando en la curva del corredor que da al patio. No creo que ese tonto de obrero lo haya notado. De todas maneras Donald volvio a los dos minutos. No hay ninguna razon para suponer que uno de ellos tuvo algo que ver con el crimen.

– ?Entonces sabe quien era esa otra persona? -pregunto Fen, suavemente.

Nicholas apreto los labios.

– No -dijo.

Sin embargo, aun cuando en ese momento no lo supiera, diria que Fellowes le revelo su identidad al volver.

– ?Por que habria de hacerlo?

– Era natural. A menos… -Fen se interrumpio-…, a menos que por supuesto supiera que se habia cometido un crimen, y quisiese encubrir al otro.

Nicholas palidecio.

– Ignoro quien era esa otra persona -repitio lentamente y con enfasis.

Fen se levanto con un grunido ininteligible.

– No puedo decir que me haya sido de ayuda, pero felizmente eso no tiene importancia. Ya hay evidencias suficientes para colgar al culpable, cuya identidad acaso usted conozca. Le aseguro que si deseo catalogar y encasillar bien las cosas es por un motivo puramente personal, para mi propia satisfaccion, aunque claro que no puedo esperar que usted se pliegue a mis deseos -Nicholas lanzo una mirada en direccion a Donald-. Esta bien - anadio Fen, con ironia- le dare tiempo suficiente para que se ponga de acuerdo con Fellowes antes de interrogarlo. Los tontos resultan presa demasiado facil si no se les da una pequena ventaja -su mirada se torno dura.

– …Und das hat mit ibrem Singer die Lorelei getan -concluyo el loro con un chillido de triunfo, y quedo silencioso.

Fen se volvio hacia Nicholas.

– Digame -pregunto-, ?que opina sobre la etica del crimen?

Nicholas lo miro en silencio un instante.

– Pues vera -dijo al fin-. Creo que matar es una necesidad ineludible del mundo en que vivimos, este mundo abominable, sentimental, dominado por las multitudes, de prensa barata y mentalidades mas baratas todavia, donde cualquier imbecil quiere hacerse oir, y donde se tolera a los locos, donde las ratas agonizan, y el intelecto es objeto de burlas, donde cualquier triste vendedor de baratijas sabe lo que quiere y lo que piensa. Nuestra moralidad y nuestra democracia nos han ensenado a soportar alegremente a los tontos, y el resultado es que ahora hay un excedente de tontos sueltos. Cada tonto que muere es en si un adelanto, y al diablo con la humanidad y la virtud y la caridad y tolerancia cristianas.

Fen insistio.

– El tipico fascista -dijo-. A usted el Julius Vander de The Professor le habra encantado. Los hechos, al margen de su relativo salvajismo, pueden ser correctos; la conclusion, por fortuna, es falsa. Lo que usted necesita -anadio sin perder la calma- es un poco de educacion elemental. Creo que le seria de mucha utilidad -sonrio dulcemente y se marcho.

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