Fen estudio a Sheila McGaw con curiosidad mientras depositaba el vaso sobre la mesa y tomaba asiento a su lado. A primera vista no se le daba un ano menos de treinta. Su rostro palido, anguloso mostraba algunas arrugas; tenia la voz enronquecida por el exceso de tabaco, y tosia con frecuencia. Solo al rato de estar con ella se veia que en realidad era mucho mas joven: apenas veintidos o veintitres anos. Ligeros ademanes, una especie de suavidad subyacente en las facciones, y pequenos amaneramientos al hablar y en los gestos traicionaban su verdadera edad. «Mas vulnerable de lo que parece», penso Fen, mirandola.
La muchacha le ofrecio un cigarrillo diciendo:
– ?Y bien? ?Algo mas sobre el crimen?
Fen asintio.
– En cierto modo. Lo que queria era confirmar eso del anillo.
– Ah, eso. Imagino que me coloca a la cabeza de los sospechosos. Junto con el hecho de haber tenido un movil. Y de que no tengo coartada -despidio el humo por la nariz, afinada, de fosas prominentes, en dos chorros conicos.
– ?Como es eso de que no tiene coartada?
– Estuve en mi cuarto leyendo toda la noche. La policia hizo la brillante deduccion de que pude haber salido y entrado sin que nadie me viera.
Fen suspiro.
– En ese caso hay una falta de coartadas casi absoluta. Moviles hay a granel, pero cortadas no, y ademas, segun el inspector, estamos frente a un crimen imposible.
– ?Quiere decir que fue un suicidio?
– Por supuesto que no, de eso estoy seguro. Es un ejemplo de ironia dramatica demasiado perfecto para ser real.
La muchacha asintio; despues dijo:
– Si la policia cree que es un suicidio, ?le perece correcto desmentirla? Suicidio o asesinato, igualmente fue una bendicion.
– Por lo que veo esa joven no hizo otra cosa que sembrar odio a su alrededor -murmuro Fen-. A veces me pregunto si, en lo que a ella se refiere, todos ustedes no habran perdido su sentido de la proporcion.
– Si hubiera trabajado un par de anos con ella no diria eso.
– Volviendo al anillo. ?Alguna vez le hicieron una observacion particular al respecto?
– Creo que de los del teatro ninguno dejo de fijarse en el y de hacer algun comentario.
Fen gruno, lanzo a su vaso una mirada de asco y apuro la mitad del contenido de un trago con la misma expresion que debio de haber tenido el Hermano Barbaro cuando, a peticion de Francisco engullo el estiercol de asno. En el
– Pero, entre esos comentarios, ?no hubo alguno mas reciente? -insistio-. Digamos ?la semana pasada?
– El miercoles, despues del ensayo, tocamos ese tema, y practicamente todos entraron en la conversacion. Despues fui a uno de los camerinos a lavarme las manos porque las tenia sucias de pintura, me quite el anillo y lo deje en el lavabo. Cuando volvi a buscarlo media hora despues habia desaparecido.
– ?De quien era ese camerino?
– Bueno, en general los cambiamos bastante. Creo que la semana que viene lo ocupara Rachel. Es el primero, saliendo del escenario.
– Y ?quienes estaban presentes el miercoles, cuando hablaron del anillo?
– Casi todos, creo, incluso algunos tecnicos.
– Incluso… -Fen pronuncio un nombre que hizo que Sheila se enderezara bruscamente y lo mirase un momento antes de contestar.
– Pues…, si -dijo, incredula-, pero…
– No me interprete mal -dijo Fen-. Seria una gran imprudencia que sacara conclusiones antes de tiempo - guardo silencio unos minutos reflexionando; luego dijo-: ?Le importo que Warner viniera a dirigir la obra pasando, como quien dice, por encima de su autoridad?
Sheila se encogio de hombros y tuvo un acceso de tos repentino.
– Maldita tos -dijo, secandose los ojos con un panuelo-. Perdon. ?Que decia? Ah, si, si me importo que Robert dirigiera la pieza. Bueno, supongo que si hubiera podido dirigirla eso habria significado una buena publicidad. Pero el es infinitamente mejor que yo, y por otra parte era logico que quisiese dirigir su propia obra. No, no me importo. De haber querido, podia impedir que la presentara aqui, pero no quise.
– Entonces ?lo admira?
Sheila se echo a reir.
– No creo que «admirar» sea la palabra. ?Acaso uno se atreve a «admirar» a Shakespeare?
Fen enarco las cejas.
– ?Es para tanto? Claro -anadio apresuradamente- que soy mal juez de la literatura contemporanea, pero me inclino a compartir su opinion. Si, creo que si. ?Y
– Lo mejor que ha hecho.
Donald Fellowes se detuvo junto a ellos, aferrado a un vaso, y apostrofo a Fen.
– Dice Nicholas -empezo- que ahora sospechan de mi.
– Fellowes -le respondio Fen en tono bonachon- es un perfecto imbecil. ?Como no comprende que la verdad sale a relucir, tarde o temprano? ?Que objeto hay entonces en retener una informacion? Hace un papel tan triste al empecinarse en tomar esa actitud cuando todos saben exactamente que esconde.
– Bueno, siga -rezongo Donald-. Digame que escondo.
– Vea, amigo -replico Fen con aspereza-, no estoy aqui para hacer lo que le parece. Se lo dire en su momento. Mientras tanto…
– Mientras tanto -lo interrumpio Donald, violentamente- ?que demonios tiene que ver con todo esto, se puede saber? Usted no es la policia.
Fen se irguio en toda su estatura y miro a Donald como un trasatlantico podria mirar a un triste remolcador.
– Es usted -dijo-, el cobarde mas imbecil, cretino y estupido que he tenido la desgracia de conocer. Y, lo que es peor, se vuelve mas cobarde, imbecil, cretino y estupido cada hora que pasa. A pesar mio debo reconocer sus meritos como organista y maestro de coro. De lo contrario, lo mas probable es que el colegio no lo hubiera podido soportar tanto tiempo. Mas de una vez tuve que hacer valer mi influencia para que no lo despidieran por haragan. Y ahora tiene la impertinencia de venir a poner en tela de juicio los derechos que me asisten para intervenir en el caso. Le advierto que si sigue con esta estupida politica de ocultamiento acabara en un calabozo, y lo tendra bien merecido; y entonces si que no movere un dedo para sacarlo.
Donald estaba livido.
– ?Vayase al diablo! -grito-. ?Quien es usted para hablarme en ese tono? Oh Dios, bien que me alegrare de salir de este condenado agujero, con sus estupidas tradiciones y sus intrigas y sus remilgos. Si piensa que sus amenazas me asustan, le prevengo que esta muy equivocado -fulminando a Fen con la mirada, giro sobre los talones y se marcho.
Nigel que habia llegado a tiempo de asistir a la culminacion del inesperado y bochornoso incidente, silbo por lo bajo.
– ?Bueno, bueno! -dijo-. ?Injurias con proposito de venganza!
Fen sonrio alegremente.
– Lo siento, pero fue una escena calculada por mi parte, en pro de un objetivo completamente desapasionado. Tal vez no deberia haberlo hecho -parecio vacilar-. Pero podia haber resultado -se rasco la nariz, pensativo.
Sheila solto la carcajada.
– Cuando Donald se ofende, es comico -dijo-. Dentro de media hora se le habra pasado -bostezando, se desperezo.
– Y ahora -anuncio Fen paseando una mirada ansiosa en torno- debo ver a Miss West, antes de que empiecen otra vez el ensayo -senalo su vaso vacio-. Nigel, se bueno y traeme un poco mas de este brebaje inmundo -con aire resuelto avanzo en direccion a Rachel, que estaba conversando con Robert.
– Confio en que el ensayo no le resulte demasiado pesado -le dijo Robert, brillantes sus pupilas detras del cristal de las gafas.