Churchill.
Pasaron por lo menos diez minutos antes de que oyeran el golpecito en la ventana. Nigel fue hasta ella, la abrio y miro hacia abajo. Gervase Fen, profesor de Lengua y Literatura Inglesa de la Universidad de Oxford, estaba en la acera, contemplando con aire pesaroso la alcantarilla por donde se habia ido para siempre el lapiz que acababa de arrojar contra la ventana. Cuando alzo la vista, empero, parecia estar como de costumbre, de humor excelente. Se habia arrebujado en un impermeable gigantesco, y en la cabeza tenia un sombrero indescriptible.
– ?Puedo subir? -grito-. A Dios gracias pude eludir al inspector y a sus esbirros. Tengo que ver a Helen. A usted no lo necesito -anadio a guisa de reflexion tardia.
Nigel lo invito a subir con un ademan, dio con la cabeza en el marco, y soltando una imprecacion se aparto de la ventana. Fen trepo los escalones de cuatro en cuatro, y estaba en la habitacion cuando Nigel se dio la vuelta.
– No cometa esos excesos -le dijo Nigel, a quien la exhibicion atletica tomo desprevenido.
– Me he pasado la manana -anuncio Fen, sin preambulos- siguiendole los pasos al bueno del inspector, aplacando los temores despertados por el, suavizando los rencores que desato y en general recogiendo una cantidad de informacion intrascendente e inutil -se interrumpio, sometiendose resignado a las exigencias de la cortesia, y sonriendo dijo a Helen-: Bien, bien, ?que tal, hija mia? No le doy mi pesame porque se que es innecesario.
– Bendito sea, Gervase -respondio Helen, jovialmente.
– ?Desde cuando se conocen ustedes dos? -inquirio Nigel, entrando en sospechas-. Y… ?quiere que los deje solos?
– Es un
– Oh, dejese de payasadas -lo interrumpio Nigel, con aspereza-, y diganos como amanecio el enfermo.
– Mas o menos como anoche -Fen se desplomo pesadamente en una silla-. Aunque en honor a la verdad han aparecido dos o tres detalles nuevos. Es un asunto muy complicado: engranajes dentro de otros engranajes - inclino la cabeza con aire misterioso.
– Supongo que comprenden -intervino Helen- que no se una palabra sobre la forma en que mataron a mi hermana. ?Que les parece si uno de ustedes me cuenta los detalles?
La expresion de Fen se torno grave de improviso.
– Habla tu, Nigel -dijo-. A lo mejor si te oigo veo todo un poco mas claro.
De manera que Nigel repitio una vez mas aquellos hechos asombrosos, enganadores, improbables. Ninguna luz se hizo por ello en su cerebro; y cuando termino pidio a Fen aclaraciones y comentarios. El profesor comenzo por hacer una pausa, para encender un cigarrillo; sosteniendolo entre los dedos manchados de nicotina, esbozo un ademan vago.
– Seguramente -dijo- sabran que la bala salio del revolver que encontramos. Y que el anillo es de Miss Sheila McGaw, que tuvo el descuido de dejarlo olvidado en un camerino.
– Si, si -lo apremio Nigel-, ya sabemos eso.
– «Mr. Puff, puesto que lo sabe todo, ?por que Sir Walter sigue diciendoselo?» -Fen no resistio a la tentacion de hacer la cita-. Sin embargo, al grano -se reprendio duramente. Puede que en el dia de hoy salgan a la luz dos o tres cosas mas. Ustedes piden comentarios. Pues bien, en relacion con el panorama de conjunto, les dire esto: supongan por turno que cada uno de los sospechosos cometio el crimen, y despues piensen en cual de los demas, habiendo visto a la persona en el acto de cometerlo, se sentiria inclinado a protegerlo… o protegerla.
– ?Quiere decir que hay un complice? -aventuro Nigel.
– ?No, por favor! Nada tan deprimente. Todo lo hizo una persona, sin ayuda. Pero hagan lo que les digo; piensen.
– Bueno -dijo Nigel, lentamente-, supongo que Rachel protegeria a Robert, y viceversa; Jean protegeria a Donald: no se si aqui se aplicaria la inversa, pero me inclino a creer que el tambien la protegeria a ella: Nicholas quiza podria proteger a cualquiera, nada mas que por divertirse, pero el candidato mas probable es Donald; y esa tal McGaw…; sobre ella no puedo opinar.
– ?Ah! -Fen parecia sumamente complacido-. Y ahora al crimen en si. Concentrense en los siguientes puntos. Primero, la radio transmitio la obertura de
Suprimiendo rapidamente varios impulsos indignos, Nigel se contento con preguntar:
– ?Es verdad eso de que sabe quien fue?
– Es verdad, lo se -respondio Fen, en tono sombrio-. En una forma u otra he interrogado a todos los candidatos. Pero todavia queda mucho por confirmar, enderezar y reforzar. Fue un crimen mal hecho, un trabajo bastante precario -se volvio bruscamente hacia Helen-. ?Como reaccionaria si dejase que la persona que mato a su hermana eludiera el castigo? Recuerde que es un problema real, no una hipotesis abstracta. Por lo que veo, la policia no anda bien encaminada. La senda que han tomado no los llevara a ninguna parte.
Helen medito un instante. Despues, francamente, dijo:
– Dependeria de quien fuese. De ser Robert o…, si, Rachel, o hasta Sheila o Jean, no creo que me importase. Pero si fuera Donald, o Nick…, se que suena brutal, pero…, bueno, entonces si me importaria.
Fen asintio con aire grave.
– Muy sensato -dijo-. Personalmente me inclinaria a dar al culpable una infima oportunidad, una sutil advertencia para que escape a tiempo, digamos. En este desierto de cupones de racionamiento y libretas de registro y tarjetas de identidad, si alguien logra escapar merece el premio de la libertad por la hazana. Pero no se si se dan cuenta de que eso seria perfectamente inmoral -anadio en tono burlon, implicando injustamente a Helen y a Nigel en la acusacion-, y segun la ley seria complice del criminal. Pero su hermana, Helen (perdoneme), parece haber sido una verdadera alhaja, en mas de un sentido.
Permanecieron en silencio un ralo. Despues Nigel dijo:
– ?Y que hay del anillo, Gervase? ?De la mosca dorada?
– Mosca dorada es, en verdad -respondio Fen-. Eso, reconozco, es lo que mas me intriga. Y ahora -consulto su reloj-, Helen, tenemos que ponernos en camino, de lo contrario llegaremos tarde al ensaye». Como bien dijo Mr. Herbert Morrison, con palabras que lo hicieron inmortal, debemos salir a su encuentro. Debemos… ?Oh, por las barbas del profeta! ?Como no me di cuenta…! -se interrumpio, con la mirada fija en el vacio-. ?Senor, Senor, que estupido! Y si…, claro, encaja perfectamente. Es tipico. Quiera Dios que Gideon Fell jamas se entere de mi torpeza. Se pondria inaguantable.
Nigel le devolvio una mirada fria.
– Basta de tonterias -dijo-. Sabe perfectamente bien que no entendemos nada de toda esa pantomima. Usted es el unico que las entiende. Y ahora vamos, son las once menos cinco. Tendremos que ir corriendo.
No sin cierta dificultad consiguieron sacar a Fen de la habitacion.
Camino del teatro el profesor solto un rosario de lamentaciones, indicio de que poco a poco iba recobrando la normalidad. Se quejo imparcial y extensamente del tiempo, de la evolucion de la guerra, de la comida y de la Universidad en general. Respecto de este ultimo tema, llevo su particularizacion al grado infamante. Cuando llegaron al teatro Helen y Nigel jadeaban por el esfuerzo que habian tenido que hacer para no quedarse rezagados y seguir los largos pasos de Fen.
La reaccion de la compania en conjunto ante la noticia de la muerte de Yseut parecia saludable; en el ambiente flotaba cierta sensacion de alivio, y al parecer la probabilidad de que entre ellos anduviera suelto un asesino no inquietaba a nadie. A decir verdad, el sentir general era que lo ocurrido dificilmente podia entrar en la categoria de crimen, perteneciendo mas bien a esa clase de actos dolorosos, pero necesarios, tales como ahogar gatitos sobrantes, acabar de un tiro piadoso con los sufrimientos de un perro viejo, o quiza la sanitaria exterminacion de piojos e insectos similares. El ensayo comenzo y avanzo sin tropiezos. Nigel se sento a verlo en la platea, en tanto Fen deambulaba por los alrededores atravesandose en el camino de todos, demostrando un