– Por lo que veo, mis viajes le interesan sobre manera -dijo secamente-. Anoche era Egipto. Si, estuve en America del Sur en varias oportunidades; casi siempre en Buenos Aires y en Rio.
– Y dime, Nigel -Fen disparo la pregunta a quemarropa-, ?con que asocias a America del Sur?
– Cocos, pampas y Carmen Miranda -respondio Nigel sin pensarlo dos veces.
Fen hizo unos ruidos confusos que querian denotar placer.
– ?Excelente! -dijo-. Un indice esplendido de lo que encierra la mente de un periodista. La libre empresa no deja de tener sus ventajas.
– Debemos ponernos en movimiento -dijo Robert, echando una ojeada a su reloj. De infinita mala gana Fen volvio su atencion a la cerveza, que engullo de un trago con gran aspaviento.
– Creo que no deberia haber hecho eso -dijo pensativo mientras dejaba el vaso vacio sobre el mostrador.
–
11
Y distante y apartado en el techo, mas alla del banquete,
Oi el chillido de la bestia hambrienta
Que se rascaba en el espacio en blanco
Entre la sustancia de la reina y la reina misma.
Charles Williams.
Jane les salio al encuentro en la entrada de artistas.
– Justamente iba en su busca -dijo a Fen-. Lo llaman por telefono, un tal sir Richard Freeman. Dice que es urgente y que ha estado tratado de localizarlo por todas partes.
Dandole las gracias, Fen se encamino al telefono. Nigel fue a la sala y se sento dispuesto a ver el resto del ensayo. Lo impresiono el aire de fria eficiencia que habia cobrado la produccion desde el martes; ahora la guardarropia requerida estaba disponible, el decorado completo, el apuntador en su puesto, la gente ya no llevaba papeles en la mano; los actores se movian con soltura por el escenario, y los cortes eran relativamente pocos. Nigel lamento no haber asistido a los demas ensayos. Habria sido interesante seguir paso a paso la transformacion de obra y actores, verlos cobrar conviccion, realismo, asistir a la desintegracion gradual de la barrera que los aislaba de la pieza, a la convergencia progresiva y a la fusion eventual de los personajes de la vida con los de la ficcion. Ciertamente el proceso hace que uno comprenda la tension nerviosa que actrices y actores van acumulando hasta la noche del estreno.
De regreso del telefono, Fen se dejo caer en la butaca contigua.
– Era sir Richard -susurro- para comunicarme el punto de vista oficial. Al parecer se han decidido por el suicidio en forma mas o menos definitiva. Aunque no se lo dije, para mi eso significa una responsabilidad bastante molesta.
– A proposito -dijo Nigel-, ?cual fue el resultado de la autopsia?
– Exactamente el que preveiamos. Nada nuevo.
– Hum -dijo Nigel-. ?Y ahora?
– Ahora seguimos hacia adelante y aclaramos las cosas hasta donde se pueda. Despues, Dios dira. Creo que tendre que hablar a puertas cerradas con el profesor de filosofia etica, a fin de determinar cual es el mejor metodo de accion que debemos seguir. Nigel, ?que personaje es ese que pasa por el fondo del escenario?
– Es un operario.
– Ah. ?De que hablabamos? Ah, si, del profesor de filosofia etica. Pero como habre hecho para llegar a hablar de el. Ese hombre no tiene el menor sentido de la responsabilidad. Estoy convencido de que es bigamo.
Nigel suspiro.
– Gervase -dijo- ha vuelto a perder el hilo. Le habia preguntado que pensaba hacer ahora.
– Ah, si. Bueno, primero vere a esa chica Whitelegge, despues tengo que llamar a un amigo que estuvo en la Secretaria de la Liga de las Naciones, y por ultimo volvere a hablar con el conserje del
– ?Y eso sirve de ayuda?
– No mucho. En realidad en este asunto hay un espacio en blanco que confio en poder llenar, aunque no se como. Si al menos te hubieras quedado en vez de irte de juerga a Londres -anadio levemente indignado-, habrias podido ayudarme.
– ?Como iba a saber que se cometeria un crimen!
– Crei que tenias indicios, indicios de asesinato. Pero pasemos a otra cosa. Ese hombre que se acaba de caer por una escalera, ?es parte de la obra?
Nigel aguzo el oido un momento.
– No -dijo despues.
La puerta de la izquierda de la sala se abrio, dando paso a Helen, que fue en linea recta hacia ellos.
– Unos minutos de descanso -dijo-. Dios, no se mis parlamentos de este acto. ?Vinieron por pasar el rato o esperan encontrar una pista viendonos a todos juntos?
– Simple ociosidad -respondio Fen-. ?Se pone nerviosa cuando se acerca un estreno?
– Me entra un miedo espantoso -confeso la joven-. Generalmente las noches de estreno son malas de por si, pero esta amenaza alcanzar las proporciones de desastre nacional. La mitad de los empresarios, criticos y directores de Londres vendran y todos, por supuesto, trataran de captar hasta el menor defecto. De no ser porque Robert ejerce sobre nosotros una especie de control remoto de hierro, seriamos un manojo de nervios en el escenario.
– ?Le serviria de algo -pregunto Fen- que invitase a mi amigo…? -y nombro a un actor tan celebre que Helen abrio los ojos desmesuradamente-. Si mal no recuerdo, anda buscando pareja para su nueva produccion, y puedo hacer que solo tenga ojos para usted. Ademas tengo cierto dominio sobre el. Fuimos companeros de colegio, y el hacia travesuras vergonzosas.
– ?Podria invitarlo? -dijo Helen, esforzandose por guardar calma-. Estare aterrada, pero tarde o temprano hay que pasar por esos trances.
– Lo hare comparecer -afirmo Fen, solemnemente-, so pena de hacer revelaciones terribles. Y ahora, digame, ?esta Jean Whitelegge en el teatro?
– Ya tendria que haber llegado, aunque se que aviso que hoy vendria tarde. Probablemente esta en el cuarto del apuntador; bajando esa escalera que hay a la izquierda de la entrada de artistas -Helen lanzo una mirada al escenario-. ?Dios, mi entrada! -se marcho a escape por donde habia venido, para reaparecer momentos despues en el escenario, diciendo-: No puedo encontrarlo en ninguna parte. Busque por todos lados, debajo de…, debajo de… -hizo chasquear los dedos en direccion a la concha del apuntador-. ?Y bien? -pregunto, pero la ayuda no vino.
Robert bajo irritado por la pasarela.
– ?No hay nadie que apunte? -dijo-. ?Jane! ?Jane, querida!
Un ruido sordo, un revoloteo de papeles broto de la concha del apuntador, hacia donde convergian las miradas reprobatorias de todos los del escenario.