hecho, en la undecima hora, esa persona se decidio por el criptograma
Jean parecio repentinamente impotente, azorada.
– Yo…, yo…
– No tengo el menor deseo de hacerme el tio fastidioso con usted -dijo Fen, en tono bondadoso-, y sin duda esta dispuesta a asumir la responsabilidad de sus actos. Pero debo advertirle sinceramente que la comedia ha terminado. No sugiero que acuda a la policia; le doy plazo hasta el lunes por la manana para acudir a mi -Jean no contesto-. Dios sabe, hija mia, que comprendo lo que esta pasando. Pienselo bien y actue con cuidado -se volvio, dispuesto a marcharse, y despues, siguiendo un impulso, pregunto-: De paso, ?puedo preguntarle que estudia?
Jean lo miro sin comprender.
– Los clasicos: griego y latin.
Fen asintio.
– La dejo ahora. Piense en lo que le dije. Si no sigue mi consejo, entonces tenga cuidado; puede estar poniendo en peligro la vida de otra persona -volviendole la espalda, se marcho.
Nigel comenzaba a sentir apetito. A cada momento su atencion se apartaba de lo que sucedia en el escenario para regodearse en cambio con la perspectiva del almuerzo. Aquello habia ido en aumento a partir del instante en que se le ocurrio que asistiendo a los ensayos estaba estropeando la agradable experiencia que podria ser el estreno, el lunes por la noche. Al parecer la providencia divina compartia su punto de vista, pues de pronto erigio una barrera entre el y
–
Ya en la calle, avanzando a buen paso en direccion al
– He estado fanfarroneando -dijo- en forma muy poco digna de un caballero -e hizo a Nigel un somero relato de su entrevista con Jean. Nigel parecio desconcertado.
– Y bien -pregunto-, ?que hay con eso?
– Que mis conjeturas eran acertadas. Ya quedan muy pocos cabos sueltos. Eso si, por mera rutina habra que registrar la habitacion de Fellowes, aunque tengo pocas esperanzas de encontrar algo.
– ?Se refiere a eso que buscaba Yseut?
– Nigel -respondio Fen con sarcasmo pesado-, eres un alumno brillante. Todavia puede que hagamos un detective de ti.
– No tengo ningun deseo de ser detective.
– Confieso que, con un caso como este, es una profesion singularmente desagradable. Contestame con franqueza, Nigel. ?Que debo hacer? Mi instinto de buen ciudadano me induce a comunicar mis resultados a la policia, como he hecho en otras ocasiones. Pero aparte de eso, hay otras consideraciones: Robert es un autor teatral de talento; Rachel una excelente actriz; Nicholas, cuando se porta bien, tiene un cerebro de primera; Fellowes es un organista notable; Shei la McGaw una buena empresaria; y en el fondo Jean Whitelegge es una buena persona. Yseut no era nada de eso, y no me gustaria ver a ninguno de ellos atrapado en el engranaje sin alma del mecanismo judicial por su culpa, o por mi actuacion. ?Si al menos la policia tuviera un poco de sentido comun! Atrapar y matar gente es su profesion, para ellos esas consideraciones no cuentan. Pero no, siguen empecinados en esa absurda teoria del suicidio, y lo unico capaz de detenerlos sera mi intervencion.
– Depende -dijo Nigel, lentamente-. ?Le parece probable que el asesino vuelva a salir a escena?
– ?Que cometa otro crimen, quieres decir? Lo dudo, aunque hace un momento use esa probabilidad como carnada.
– Entonces -sugirio Nigel, subitamente inspirado-, creo que le convendria leer el
– Mi querido Nigel, plantea el problema, pero en ningun momento llega a solucionarlo, ni por aproximacion. Tu me conoces, sabes que me inclino a adoptar la actitud prosaica en el sentido de que eso del temperamento artistico es una falacia. Tantos grandes artistas se han pasado sin el, o mas bien tuvieron la astucia suficiente para satisfacer sus tendencias mas alla del bien y el mal, sin despertar la ira de la sociedad. Con harta frecuencia el temperamento artistico no es mas que una excusa para la falta de responsabilidad:
– Mi querido Gervase, si por fuerza tiene que usar esos espantosos americanismos, por amor del cielo uselos correctamente. ?Por que no lee a Mencken? «Una falda» es un vulgarismo que se aplica a cualquier clase de mujer.
Fen parecio considerar ese pensamiento; pero cuando hablo fue para decir:
– Creo que lo que sugeri a Helen seria lo mejor; una breve y sucinta advertencia para poner distancia de por medio. El problema estriba en que aqui, en Oxford, todos somos tan endiabladamente inteligentes -agrego irritado-. El hecho del crimen, que despierta un instinto inmediato de autoconservacion en los no sofisticados, tiene que penetrar hasta nuestra alma animal a traves de una gruesa barrera de sofismas; aparentemente en el caso entre manos todavia no lo ha logrado: simplemente reboto y volvio a su lugar primitivo. Sin embargo, un crimen sigue siendo un crimen, a pesar de todo: no hay vuelta que darle. Orar y meditar parece ser el unico recurso que me queda; ?que fastidio tener conciencia! ?Y pensar que hace unos dias pedia alguna muerte linda, limpia, sin complicaciones! ?Sabes que sostiene unido a este caso, Nigel? El sexo: la bestia suelta. He ahi la raiz y el origen de todo. Reducido a su esencia, es la copulacion de los monos en el Corral de Wilkes.
– ?Quiere decir -pregunto Nigel- que esto ha ocurrido porque lo tomaron demasiado en serio?
– No -respondio Fen-, por rara ironia, ocurrio porque alguien no lo tomaba tan en serio como debia.
– Crei que no consideraba el sexo entre los moviles capaces de conducir a un crimen.
– Y no lo considero. Pero igualmente esta en la raiz de este asunto. Te lo explicare mas adelante, Nigel; cualquiera que sea el desenlace, lo sabras. Y no quiera Dios -anadio en tono mas ligero- que cubramos este fastidioso episodio con un pesado manto de simbolismo moral. La bestia suelta es un recurso poetico; en la practica no existe.
Llegaron al hotel en silencio, y Fen fue directamente a la conserjeria. El conserje, hombre delgado, entrado en anos, de aspecto competente, lo recibio con una sonrisa.
– Y bien, senor -pregunto-, ?que tal marcha esa investigacion, si se puede saber?
– Ah -dijo-, creo que tal vez puede ayudarme, Ridley. Y a proposito, ?como lo supo? Imagino que los periodistas -lanzo una mirada despectiva a Nigel- se enteraron por fin.
– Esta todo en los diarios de la manana -respondio el conserje, senalando el periodico que tenia delante-, es decir, no dan mas que los hechos. El local trae mas detalles, pero en concreto nada -su voz adquirio un matiz desdenoso-. Claro que fue terrible, una muchacha tan joven; aunque se ve que era toda una Jezabel, si el profesor me perdona el atrevimiento.
A Fen parecio interesarle la referencia biblica.
– Digame, Ridley -pregunto-, ?que le parece? Si matan a una persona poco recomendable, ?merece el asesino eludir el castigo?
El hombre medito un momento.
– Me parece que no, senor. Hay otros medios para tratar con personas poco recomendables, aparte del asesinato.