– Debajo del suelo, en el techo…

– Si, querida -dijo Robert-. Sigue el libreto, por favor. De lo contrario perdemos tanto tiempo…

Jane hizo una aparicion fugaz.

– Lo siento, querido -se disculpo-, pero en esta escena apunta Michael, porque tengo que cuidar del altavoz - siguio el rumor de una discusion aspera entre bastidores.

Bueno, uno u otro lo mismo da -dijo por fin Robert-, con tal que haya alguien. Vamos, adelante. Desde donde paramos -el ensayo se reanudo.

Fen se puso de pie, trabajosamente.

– Voy a buscar a esa damita Jean Whitelegge -anuncio en tono feroz.

– ?Lo acompano? -ofrecio Nigel.

– No, gracias, Nigel. Sera un abordaje delicado y confidencial. Totalmente opuesto a tu temperamento abierto, franco y atletico -Nigel lo despidio con una mirada furibunda.

Fen termino por localizar a Jean sola en uno de los camerinos, leyendo una copia de Metromania sin prestarle mucha atencion. Mientras se daba a conocer, Fen noto que la joven era presa de viva afliccion. La examino con la curiosidad y detenimiento que merecia el eslabon final de la cadena de motivos y pasiones que habia conducido al asesinato de Yseut, encontrandola vulgar, aunque no del todo carente de atractivos; tranquila, pero de ningun modo debil de caracter; competente y, sospecho, un poco fanatica por el arte. De su pelo castano, tomado en rizos suaves detras de las orejas, la luz de la manana arrancaba reflejos palidos; tenia la boca pintada con esmero, y llevaba un sencillo vestido azul hecho para satisfacer las necesidades de quien sabe que su figura no necesita disfraces. Fen se tomo un momento para admirar la elegancia natural, fresca, de la joven, y para desear mentalmente que pudiera encarrilar su vida en algo mas util que las tareas mecanicas en un teatro.

– Debera perdonar que la moleste -dijo-, especialmente teniendo en cuenta que, segun creo, el inspector estuvo acosandola esta manana -cautelosamente asumio una pose de superioridad intelectual-. Pero, entre nosotros, no creo que ese hombre vea mucho mas alla de sus narices. Ademas estas cosas despiertan en mi una curiosidad insaciable. Como con Webster, la muerte se posesiona de mi -hizo la alusion deliberadamente, y espero con interes la reaccion que pudiera provocar.

Jean sonrio.

– El craneo bajo la piel -dijo-. Yo tambien soy un poco morbosa -de pronto su voz trasunto recelo-. Pregunte lo que quiera.

– En primer lugar, ?tomo el revolver de las habitaciones del capitan Graham?

Fen creyo ver un relampago de alivio en los ojos de la joven.

– Si -reconocio-. Volvi con la intencion de pedirselo prestado, y al ver que se habia acostado…, bueno, se me ocurrio tomarlo directamente. Pensaba avisarle, por supuesto, pero estos dias he estado tan ocupada que por una razon u otra siempre lo iba dejando para despues.

– ?Y lo tomo, supongo, para utilizarlo en Metromania?

Jean asintio con enfasis.

– En efecto. En el ultimo acto hay un revolver. Teniamos algunos, claro, pero fueron a parar a la ayuda belica, y nos dijeron que podiamos pedir uno prestado a la policia.

– ?Por que no lo hicieron?

– Bueno, suena ridiculo, pero no se si sabra que habiamos pedido uno antes, y…, bueno, se perdio.

– ?Se perdio?

Jean esbozo un ademan de impaciencia.

– Desaparecio este fin de semana. Es una tendencia muy comun en las companias de repertorio. Si alguien no las pide prestadas, las cosas quedan escondidas debajo de algun trasto y despues no hay forma de encontrarlas. De cualquier forma el resultado es que la policia no nos mira con buenos ojos, y no me atrevi a repetir el pedido. En realidad -anadio en un estallido de franqueza- temi que Peter Graham no quisiera prestarme el revolver, por eso lo tome sin pedirselo.

Fen parecio estar haciendo un rapido calculo mental sobre la etica de aquel proceder.

– Prefirio correr el riesgo, ?no? -dijo mansamente.

– Bueno, Robert lo queria para el jueves por la manana (eso me habia dicho en la fiesta), y se me ocurrio que podriamos usarlo provisionalmente.

– Y despues, por supuesto, desaparecio. ?Donde lo dejo?

– En el cuartito del apuntador.

– ?Y quien tiene acceso a ese cuarto?

– Todos. El jueves, por la tarde, sencillamente desaparecio.

– Y con el revolver, sospecho, algo mas -Fen nombro ese algo, arrebatando a la joven una mirada de incredulidad.

– Si -dijo ella-, ?como lo sabe? -un intenso panico le enturbio las pupilas.

– ?Por que no? Era lo mas conveniente. ?Imagino que no tomaria las balas? No las necesitaria -la muchacha nego con la cabeza.

– ?Estaban alli cuando saco el revolver? -insistio Fen.

– Esto…, en realidad no recuerdo.

– Entonces ?cree que pudieron sustraerlas durante la fiesta?

– Supongo que si.

Fen asintio, al parecer satisfecho.

– Ya me parecia -dijo-. Y, por supuesto, el comentario casual del capitan Graham es lo unico que sugiere que en efecto estaban en el cajon -hizo una pausa-. Y ahora, ?querria decirme la verdad sobre lo que hizo anoche, a diferencia de lo que le dijo a la policia?

La muchacha palidecio.

– A la policia le dije la verdad. No mate a Yseut. Estuve toda la noche en el colegio, en mi cuarto.

– No le creo -dijo Fen.

En los ojos de Jean brillaron dos lagrimas.

– Por favor, Mr. Fen. Es la verdad. No mate a Yseut.

Fen parecio molesto.

– No dije exactamente que lo hubiera hecho. De cualquier forma estoy bastante al tanto de la verdad que se oculta detras de este asunto, de manera que sus afirmaciones, ciertas o falsas, no tienen mayor importancia. Pero sucede que me agrada poner cada cosa en su sitio.

– ?Sabe quien fue? -Jean lo miro fijamente, y hubo un temblor en su voz.

Fen asintio en silencio, esperando la suplica inevitable.

– ?Y es necesario que se lo diga a la policia? Quiero decir…

Fen suspiro.

– Que me cuelguen -repuso- si no son la gente mas caritativa, o bien la mas inmoral que he conocido en mi vida. Todos, absolutamente todos, quieren echarle tierra al asunto y darian cualquier cosa con tal de que no se hablara mas de el. Es descorazonador.

Levantandose, Jean comenzo a andar inquieta por el cuarto.

– ?Y bien? -pregunto por fin.

– Tendre que pensarlo -respondio Fen-. No se ofenda, Miss Whitelegge, pero es una pesima mentirosa. Aunque no hay que olvidar que este caso adolece de una ausencia total de la habilidad necesaria para desarmar el conjunto. Del principio al fin -la miro intensamente- ha sido un embrollo de primera magnitud, en el que la mano del autor resultaba dolorosamente obvia. Realmente me deprime. No ha sido una batalla de ingenio, sino un buen negocio, una ganga, y como toda ganga me irrita. Tal vez por eso me siento tan poco inclinado a desenmascarar al asesino: supongo que sera un resabio atavico del codigo del honor. Es demasiado facil vencer a una mentalidad de segundo orden.

Jean lo enfrento, echando chispas por los ojos.

– ?No se le ha ocurrido pensar -grito- que quien lo hizo puede no importarle nada desarmar o armar, ni todos esos acertijos y criptogramas mentales que son tan de su agrado?

– Se me ha ocurrido -replico Fen, friamente-, y creo que esa fue la actitud del asesino, al principio. Lo sugieren no pocas evidencias de descuido deliberado. Sin embargo, cuando llego el momento de cometer el

Вы читаете El caso de la mosca dorada
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату