vez, como a Prospero, la idea del matrimonio me esta obsesionando.
Rachel lo tomo de la mano.
– ?Acaso el asesinato de Yseut tiene algo que ver con esto?
– Oh, quiza. Una leccion objetiva sobre los horrores del sexo incontrolado.
– Robert -Rachel se habia puesto seria de repente-, que va a pasar con eso…, al crimen me refiero. ?Crees que Fen sabe realmente quien fue?
Robert se encogio de hombros.
– Supongo que si. Pero confio en que mantenga la boca cerrada hasta despues del estreno.
– ?No seria preferible que todo se aclarara…, antes que seguir en la duda?
– Querida, podria ser alguien de la compania: tu y yo, por ejemplo. Si se tratara de Donald, o de Nick, supongo que no importaria. Pero si quieres saber mi opinion, creo que va a dejar las cosas como estan.
– Si, ?que piensas hacer al respecto, Gervase? -preguntaba Mrs. Fen.
Fen atrapo al vuelo la pelota que, mas o menos en su direccion, habia arrojado su hijito, y se la devolvio.
– No me preguntes nada -dijo-. Estoy harto de ese asunto.
– De nada vale que repitas lo mismo -dijo Mrs. Fen, sin inmutarse, rescatando su lana de tejer de las atenciones del gato-. Tarde o temprano tendras que decidirte.
– Bueno, aconsejame tu.
– Mal puedo aconsejarte si no se quien es el culpable.
Gervase Fen se lo dijo.
– ?Oh! -Mrs. Fen hizo un alto en su labor, y luego anadio suavemente-: Pero ?que extraordinario!
– Si, ?verdad? No es el que uno podia esperar.
– No voy a preguntarte como ni por que -dijo Mrs Fen-. Sin duda lo sabre en su momento. Pero sugiero que hagas alguna insinuacion al pasar.
– Pense en eso. Pero ?no comprendes? Haga lo que haga, llevare el peso sobre mi conciencia hasta la muerte.
– Tonterias, Gervase, exageras. Veras que, cualquiera que sea tu decision, lo habras olvidado en menos de tres meses. De cualquier forma un detective con conciencia es ridiculo. Para hacer despues tanta alharaca, seria mejor que no te mezclaras en estas cosas.
Ante aquella muestra de sentido comun femenino Fen tuvo una reaccion tipicamente masculina.
– No entiendes nada -dijo-. Nadie entiende nada. Me aconsejan que lea
Mrs. Fen hizo caso omiso de la divagacion.
– Y pensar -dijo- que nunca lo sospeche, ni remotamente. A proposito, Mr. Warner estuvo exponiendo su teoria sobre el crimen mientras estabais abajo. Dijo que creia que el asesino habia entrado por el patio que mira al oeste.
– ?Eso dijo? -Fen parecia ausente-. Muy inteligente de su parte.
– Me parecio imposible, y asi se lo dije. Parecio desilusionado.
– Imagino que fue por cortesia. Su falta de interes por la investigacion es autentica. Y logica, teniendo en cuenta que estrena una obra el lunes.
– ?Es buena la obra?
– Magnifica. Sigue aproximadamente la tradicion de la satira de Jonson.
Mrs. Fen simulo un escalofrio.
– Nunca termino de gustarme
Fen solto un bufido.
– Toda buena satira es cruel y grotesca -sentencio Fen-. John -anadio, a su vastago-, no esta bien que tomes al gato de la cola y lo sumerjas asi en el estanque. Es una crueldad.
– Bueno, de todos modos -dijo Mrs. Fen-, no pienso ir a verla.
– Aunque quisieras no podrias -respondio Fen, groseramente-, no hay sitio.
– ?Con quien iras?
– Con Nigel y sir Richard.
– Nigel es un buen muchacho -observo Mrs. Fen-. ?No dijiste que salia con Helen?
– En este mismo momento debe de estar paseando por ahi con ella -dijo Fen, en tono pesaroso-. Al menos supongo que para eso me pidio prestada la bicicleta. Ojala la cuide. La gente es tan descuidada.
La bicicleta de Fen era un artefacto enorme, pesado, que a juzgar por las apariencias estaba hecho de lingotes de hierro. Nigel, que pedaleaba esforzadamente por Walton Street con Helen a su lado, deploro, no por vez primera, la monastica indiferencia de Fen hacia el progreso cientifico. Sin embargo, cuando llegaron al camino de sirga la marcha se hizo mas facil, y la pareja avanzo alegremente hacia su meta, el
– Desearia -balbucio Nigel, jadeante- que comprendieras que no estamos en una pista.
Helen le sonrio por encima del hombro.
– Esta bien, ire mas despacio -aminoro la marcha para dejar que la alcanzara-. Honestamente -anadio-, me remuerde la conciencia. Yseut muerta hace apenas dos dias, y yo aqui, con pantalones rojos, recorriendo Oxford en bicicleta. La gente que pasa me mira escandalizada.
– Por los pantalones -dijo Nigel, bastante acertadamente-, no por tu poco fraternal comportamiento. ?Engrasara alguna vez Fen este armatoste? -busco rastros de esa actividad.
– ?Cuidado! -grito Helen-. Te iras al agua.
Nigel cambio de rumbo lo mas dignamente posible.
– No pienso hablar hasta que lleguemos -anuncio-. Esto es agotador. Despues tomaremos un trago (mejor varios) y almorzaremos en medio del campo. ?A que hora tienes que estar de vuelta para el dichoso ensayo?
– Se supone que debo estar en el teatro a las cinco y media.
– Y yo en la capilla a las seis, asi que todo enlaza bien -siguieron pedaleando en silencio, gozando de la caricia fresca del aire y observando las arriesgadas maniobras de dos estudiantes en un bote de vela.
En el
– Hola -los saludo, agitando una mano-. ?Tambien aprovecharon para huir de Oxford? Con tanta policia suelta no se puede vivir ahi.
– No nos hable de la policia -dijo Nigel-. Como en la Legion Extranjera, hemos venido a olvidar.
Almorzaron a orillas de un arroyuelo que serpenteaba absurdamente por un cauce cenagoso. Comieron
– Es extraordinario lo duro que puede ser el suelo.
– No te salgas del impermeable, tonta -dijo Nigel-. El pasto todavia esta humedo despues de la lluvia de ayer. ?Queda otro tomate?
– Ya has pedido cuatro.
– Pedi un tomate, no una conferencia.
– Pues te dare una conferencia sobre la ausencia del tomate. No quedan mas.
– Oh -Nigel guardo silencio un momento. Despues dijo-: Helen, ?quieres casarte conmigo?
– Querido, estaba deseando que me lo pidieras. No, ahora no puedes besarme, tengo la boca llena.
– ?Aceptas, entonces?
Helen medito la respuesta.
– ?Seras un buen marido? -pregunto por fin.
– No -respondio Nigel-, pesimo. Te lo propuse exclusivamente porque acabas de heredar un monton de dinero.
Helen asintio gravemente.
– ?Te propones ser un obstaculo en mi carrera?