senal que sirvieron para que el himno comenzara. El capellan, el presidente y la plana de profesores en pleno miraban intrigados hacia el coro. De soslayo Nigel vio que Fen abandonaba su sitio y salia de la capilla. Sin vacilar, lo siguio, encontrandolo cuando entraba en la sacristia por la puerta exterior y encendia la luz. En su semblante vio Nigel una expresion de ira y angustia tan desusada en el que alarmaba e impresionaba a la vez.

En la sacristia no habia nadie. Fen fue directamente hacia la pequena arcada de la derecha, de donde partia la escalerilla de hierro que llegaba al coro. Nigel pisandole los talones, pugnando en vano por desechar desagradables evocaciones de John Kettenburgh… «Habia dientes y huesos, y gran numero de ellos parecian rotos…» La escalera estaba oscura, fria, trepaba por un pozo de piedra humeda, y en una oportunidad Nigel no pudo resistir el impulso de mirar atras.

Llegaron al coro. Se parecia a otros muchos. Habia alli fotografias y estantes con piezas de musica y libros de himnos, una vieja poltrona donde pasar los ratos de ocio, un calentador primus que Donald solia utilizar para hacerse un poco de te durante los mas prolongados sermones del presidente.

Nigel nunca sabria que otra cosa habia esperado ver. Lo que vio fue a Donald Fellowes, caido de bruces sobre el taburete, con la garganta abierta de oreja a oreja, y cerca, en el suelo, un cuchillo manchado de sangre.

Miradas retrospectivamente, las horas subsiguientes tuvieron para Nigel las proporciones e inconsecuencia de una pesadilla. Recordaba a Fen que decia en tono de azoramiento impropio de el: «?Como iba a saber! ?Dios me asista, como iba a saber!»; recordaba las palabras de la Bendicion, que ascendian de la quietud infinita, «La Gracia de Nuestro Senor Jesucristo, el amor de Dios, y en compania del Espiritu Santo…»: se escucho a si mismo murmurar sin poder evitar un temblor, «?Puede haber hecho esto una mujer?», y la respuesta dura, pero abstracta de Fen: «Tenia que suceder.»

Despues hubo que despedir a los miembros del coro cuando volvieron a la sacristia, notificar a las autoridades del colegio, ahuyentar a los curiosos inoportunos, llamar a la policia. A Fen le falto tiempo para interrogar al chiquillo que se habia desmayado durante el Gloria. Su historia era incoherente, pero a la larga pudieron extraer los hechos principales. Habia entrado en la sacristia por el fondo de la capilla, encontrandola a oscuras, la llave de la luz estaba junto a la puerta que daba al exterior. Se disponia a cruzar la sacristia y encenderla cuando oyo un movimiento ahogado en la oscuridad y alguien, o algo, le habia susurrado al oido una invitacion a acercarse y darle la mano, cosa que se sintio muy poco inclinado a hacer. Por un momento permanecio inmovil, paralizado de terror, despues volvio corriendo a la capilla, y a partir de ese momento no recordaba nada. Interrogado sobre si la voz habia sido de hombre o de mujer respondio cuerdamente que cuando alguien susurra es imposible identificar la voz, y anadio que a su juicio no era ni de uno ni de otra. Fen, que habia recuperado en parte la normalidad, se marcho resoplando de fastidio y quejandose de la influencia de M.R. James sobre la adolescencia.

El inspector, el forense y la ambulancia llegaron en breve plazo, seguidos de cerca por sir Richard Freeman, que hizo una aparicion apocaliptica, surgiendo de la nada con gran disgusto del inspector. Los primeros pasos de la indagacion arrojaron un saldo insignificante; Nigel recordaba que Fen les mostro manchas rojas, tenues, pero inconfundibles, en una copia del Preludio Respighi que estaba abierto sobre el organo, pero en ese momento no capto su significado; recordaba tambien un comentario casual, desatinado, sobre que era raro que Donald hubiese preparado ese registro para el himno final. Aun prescindiendo de la evidencia del forense, era facil establecer la hora de la muerte; habia sido entre la antifona y el himno final, es decir aproximadamente entre las 6 y 35 y las 6 y 45. El inspector quiso saber como era posible que nadie hubiese oido ruido de lucha, pero Nigel, que en sus dias de estudiante habia visitado a menudo el coro, le explico que aun estando justo debajo se lograba oir muy poco, lo que quedo demostrado mediante sencillo experimento.

En cuanto al arma, tampoco hubo dificultades para determinar su procedencia. Pertenecia al equipo de la cocina, situada cerca de la capilla, y era del tipo comun, de hoja delgada y afilada. En la cocina no habia habido nadie desde las cinco y media, y en el cuchillo no encontraron mas impresiones que unas viejas pertenecientes a alguien de la servidumbre. En la escalera de hierro habia algunas huellas de zapatos con suela de goma, pero como Fen y Nigel las habian borrado parcialmente al subir, era imposible sacar conclusiones valederas sobre su tipo o tamano; en la sacristia, aparte de algunas marcas borrosas hechas por alguien con guantes, no habia nada. Fen revolvio el coro del suelo al techo en futil busqueda y despues pregunto al inspector:

– ?Cuando retiro la vigilancia del cuarto de Fellowes?

– Esta tarde, a las cuatro y media.

– Entonces -dijo Gervase- sin duda tambien lo habran registrado -(Quaeram dum inveniam!, penso Nigel). Como en seguida comprobaron, estaban en lo cierto, pero tampoco alli encontraron nada que pudiera ser de utilidad.

Interrogaron al portero sobre la presencia de extranos en el colegio esa tarde. El hombre no habia visto a nadie, pero destaco el hecho de que media docena de entradas laterales por las que cualquiera podia haber entrado sin ser visto. A continuacion congregaron en el vestibulo a los profesores y alumnos que estaban en el colegio y no habian ido a la capilla, y les preguntaron si habian visto a algun desconocido entre las cinco y las siete, tambien con resultado negativo. Tantos contratiempos principiaban a minar la resistencia del inspector; sir Richard opto por guardar un silencio sombrio; y Fen, aunque siguiendo las alternativas con atencion relativa, parecia poco interesado por el desenlace.

El malestar del inspector culmino con la visita al teatro, realizada durante el ensayo con trajes, a eso de las ocho. Entre las ventajas estaba el hecho de tener a todos los posibles sospechosos reunidos, incluyendo a Nicholas, que habia ido a mirar; las desventajas comprendian la imposibilidad de eliminar a ninguno, ya que ni uno solo tenia una coartada capaz de resistir un examen a fondo. A los pocos que reclamaban inmunidad se les demostro en seguida lo vano de sus protestas. La mayoria no habia llegado al teatro hasta las seis y cuarenta y cinco, y algunos todavia mas tarde; y como andando rapido del teatro a St. Christopher's se podia llegar en apenas cinco minutos, nadie estaba libre de sospechas. Cuando al final del primer acto Robert reunio a la compania en el escenario para darles sus ultimas instrucciones, aprovecharon para ponerlos al tanto de lo ocurrido, pero aparte del logico desasosiego no hubo ninguna reaccion especial; solamente Jean solto un grito ahogado y avanzo resueltamente hacia Fen, a quien estuvo diciendo incongruencias un rato. Nigel no tuvo ocasion de ver a Helen a solas, pero leyo miedo y angustia en sus ojos. Fue un grupo desalentado y cabizbajo el que regreso a St. Christopher's.

Ya en las habitaciones de Fen, el inspector admitio sinceramente estar en un callejon sin salida. No volvio a hablar de suicidio, y accidentalmente lo unico que queria ahora era aclarar el asunto cuanto antes. En busca de este fin apelo a Fen sin rodeos.

– No tenemos absolutamente nada en que basarnos, senor -dijo-, y si no puede ayudarnos, nadie podra. A su manera es un crimen perfecto, sin un solo cabo suelto.

– Si -respondio Fen lentamente-, un crimen perfecto porque fue un crimen con suerte. El asesino entro en el colegio por la parte de atras, sin ser visto; se apodero del cuchillo en la cocina y subio al coro, asusto al chiquillo para quitarlo de en medio, siempre sin que lo vieran; despues mato a Fellowes y se escabullo sin ser reconocido. Tuvo una suerte fantastica, y si fuese un crimen aislado creo que habria sido imposible resolverlo. Quien mato a Fellowes aseguro bien todos los botones de su ropa antes de salir, se abstuvo de fumar y no dejo que el traje se le enganchara en ningun clavo o saliente. Todo perfecto. Pero, gracias al asesinato de Yseut, no queda ninguna duda respecto de la identidad de esa persona -medito un momento-. Yo tengo la culpa de que mataran a Fellowes, pero ?como podia preverlo? Imposible. Aunque si me hubiera decidido antes lo habria evitado.

– ?Entonces el asesino fue…? -dijo sir Richard.

– Ya se lo dire -respondio Fen-, y de paso les explicare como mataron a Yseut Haskell, con una condicion muy simple. Nos perdonas, ?verdad, Nigel? Preferiria que no lo supieses por ahora.

Nigel asintio de mala gana, y salio a fumar al jardin. Por espacio de media hora Fen conferencio con sir Richard y el inspector en voz baja, explicando, recalcando, ejemplificando. Mientras el hablaba, sir Richard se atusaba los bigotes, en tanto que el rostro del inspector cobraba una expresion cada vez mas sombria. Despues se marcharon.

Nigel -decia Fen una hora mas tarde, sentados ambos en su habitacion- parece que mis escrupulos no tenian razon de ser.

– Yo mismo -reconocio Nigel- he permanecido del principio al fin en estado de terror supersticioso.

– ?Terror supersticioso? Ah, te refieres al cuento de hadas de Wilkes. Es hora de desenmascarar de una vez a ese fantasma y extirparlo del colegio. He tenido ocasion de investigar el asunto, y descubri que se trata de una sucia treta, como quizas habras adivinado. Mis sospechas eran ciertas. El presidente de entonces distaba mucho

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