torpes, rigidos, incontrolables. Se inclino por encima del cochecito, inserto la llave en la cerradura y abrio la puerta. Inclinado como estaba, su rostro a menos de un palmo del de su hijo, escucho un tenue susurro.
Bajo la mirada, mientras el panico se apoderaba de el.
Aquella sombra terrible estaba oscureciendo las diminutas facciones del bebe. Los dos antojos carmesi resplandecieron con temblor vital. Los ojos desaparecieron, la nariz se arrugo, la fresca boca se fruncio hasta formar un circulo tembloroso. Y el bebe del senor Culpeper chillo.
En el mismo instante, una fuerte rafaga de aire avanzo con estruendo por el pasillo, arranco los dos cuadros de la pared y la capota del cochecito y derribo al senor Culpeper.
Y hubo una sorda explosion, que concluyo con un tintineo de vidrio y porcelana que se rompia en pedazos. El senor Culpeper no tuvo necesidad de ir a la cocina. Sabia lo que encontraria en ella.
Las explosiones de gas en lugares cerrados, aun sin repisas llenas de objetos de loza, son de por si fatales. Con vajilla y cristaleria, causan una verdadera confusion.
El vicario se presento pocas noches despues. Sus servicial filosofia habria constituido un consuelo para cualquier hombre…, siempre que careciera del conocimiento con el que el senor Culpeper se esforzaba por vivir.
El senor Culpeper escucho apatico, sentado y con las manos colgando entre sus rodillas, la voz amable y grave, tranquilizadora, a pesar de su monotonia hipnotica, del sacerdote. El vicario hablo hasta bastante tarde, sin otras pausas que las necesarias para tomar un pellizco de rape, habito academico que contribuia a aproximarle en espiritu a los polvorientos tomos teosoficos sobre los que le gustaba reflexionar. La habitacion fue oscureciendose poco a poco, hasta el punto de que el senor Culpeper dejo de distinguir la figura de su hijo, tranquilamente acostado en la cuna.
Le costo una buena dosis de valor plantearse el problema:
«Es
El vicario, sin fijarse en la distraccion del senor Culpeper, continuaba su monologo hasta llegar al fin que se habia fijado.
– Ya ve, hijo mio -decia-. Todas estas cosas hay que soportarlas a la luz del constante sufrimiento humano y la otra vida, eterna y gloriosa, que nos aguarda a todos en el mas alla.
De la cuna surgio un tremulo e insignificante sonido.
– Y ahora, debo dejarle -termino el vicario, recogiendo su sombrero negro-. Temo que mi obra en la congregacion llegue demasiado tarde. Ha habido una excesiva reincidencia. Los jovenes modernos dan cada vez mas la impresion de estar convirtiendose en hijos de Edom. Confiemos en que el nombre del tercer hijo de Caleb no sea apropiado para ellos.
El senor Culpeper oyo todo esto, pero solo algunos fragmentos se filtraron entre las oleadas de sonido que inundaban su mente. Apenas alcanzaba a controlar el temblor de sus manos. Su frente se humedecio. Oyo de nuevo el sonido…, ahora mas fuerte, terriblemente mas fuerte. No podia ver a su hijo y le trastornaba su intenso deseo de no prestarle atencion.
?Que habia dicho el vicario? ?
En su imaginacion vio, con demasiada claridad, la sombra oscura agitandose sobre el rostro del bebe, anunciando la solemne llegada de algo… ?o de alguien?
Y sin embargo, pese al torbellino de su cerebro, seguia formulandose el interrogante clave: ?Que papel representaba su hijo? ?Heraldo del tragico advenimiento… o su instigador?
– Gracias, senor vicario -logro decir, sintiendo que el cuello de su camisa le estrangulaba-. Ha sido muy amable.
– Bueno, senor Culpeper…
El vicario se detuvo, sin saber que decir, perplejo ante esa muestra de emocion en el momento en que se marchaba.
El senor Culpeper escucho con todas las celulas de su cuerpo, esforzandose por captar la primera y mas insignificante agitacion del aire, esforzandose por oir el sonido que tanto le aterrorizaba.
Del bebe surgio un sonido siseante, minusculo, casi inaudible…
El senor Culpeper se puso en pie bruscamente, con los ojos desorbitados. Volco su silla y contemplo fascinado a su hijo, luego al sacerdote, de nuevo al nino.
Daba la impresion de que esperaba ver la oscura sala convertida en el mismo Armagedon.
El bebe del senor Culpeper estornudo.
El senor Culpeper estallo en una carcajada incontenible, que fue brotando a borbotones de su garganta. No logro evitarlo. Sus nervios habian llegado a un grado de tension mas alla de lo soportable. El rape del vicario estuvo a punto de provocarle un colapso nervioso. Brinco alocadamente hasta llegar a la cuna, tomo al nino en sus brazos y lo apreto contra su pecho. La fuerza de sus emociones, al liberarse, le hizo sollozar.
– ?Pero, bueno…! -exclamo el vicario, escandalizado.
El bebe del senor Culpeper no lloro por el rudo trato que se le infligia en plena noche. Se limito a emitir un cloqueo desaprobador y volvio a dormirse.
Mucho tiempo despues de dejarle el vicario, tras cerrar indignado la puerta con un gran portazo, el senor Culpeper continuaba sentado, acurrucado en la oscuridad.
Le asaltaban sombrios pensamientos. La senora Culpeper y los breves y brillantes dias de su luna de miel… Y luego, se veia sacando la llave del bolsillo e inclinandose por encima del cochecito… Una y otra vez. Recordo, de un modo vago y a extranos intervalos, el solar de la feria y el anillo de oro peruano que su esposa no habia llegado a poseer. Penso en muchas cosas en aquella silenciosa habitacion. En la acometida de las alas oscuras que el hombre mortal no sentia hasta el ultimo instante, el de expirar. Su consternada vision parecio concentrarse en la espiral interna de una escalera descendente, hundiendose casi vertical en reverberantes profundidades.
Al fin, se levanto y encendio la luz, parpadeando ante el resplandor. Con gestos mecanicos, preparo una cena frugal, cumpliendo la rutina aprendida con la practica. Sacar el pan del cajon. La mantequilla y carne fria de la nevera. Un cuchillo largo y delgado de otro cajon…
– ?Que voy a hacer? -se pregunto en voz alta-. Por supuesto, el heraldo no es el rey… Pero ?que es entonces?
Su voz se apago. Al colocar el cuchillo junto al pan, el reflejo del filo hirio sus ojos.
– Frio y limpio. -Sus dedos se contrajeron espasmodicamente-. No como la caja de caudales, o los cochecitos de la feria, o la explosion de la cocina. Frio y limpio.
La habitacion iba enfriandose. La calle estaba muy oscura. Cogio el cuchillo. Se mantuvo tenso, incluso al llegar junto a la difusa sombra de la cuna, aguardando una senal, una indicacion de que iba a ejecutar lo ordenado, algo que escapaba a su control. El bebe permanecia muy tranquilo.
Levanto el cuchillo y lo sostuvo en equilibrio sobre su cabeza. De pronto, llamaron a la puerta principal. El cuchillo cayo ruidosamente al suelo y el senor Culpeper se aparto de la cuna, dando tumbos. Por ultimo, consiguio abrir la puerta.
– ?Senor Culpeper! Vaya al refugio ahora mismo… ?Se ha producido una alarma general! Dios sabe que sucedera ahora.
En la penumbra del porche, reconocio a uno de los vigilantes de su refugio de la Defensa Civil. El casco de acero del hombre fue como una senal desagradable y perturbadora, un simbolo de que el mundo estaba trastornado tambien fuera del microcosmos del senor Culpeper.
– De acuerdo, Alec -balbuceo. La repentina llamada le habia descompuesto, rompiendo la secuencia irreal que en aquel momento vivia-. Ahora mismo voy… ?Ah! Tendre que llevarme al nino. No hay nadie aqui para cuidarlo…
– De acuerdo. Pero dese prisa, por favor. Todavia me quedan dos calles mas por recorrer.
Las botas de Alec resonaron en la oscuridad. El senor Culpeper dejo la puerta abierta mientras se cambiaba de ropa y reunia las cosas que iba a necesitar. Envolvio a su hijo en una amplia manta y salio corriendo hacia el