el siglo XXIV, cuando se rebelaron nuestros antepasados del Este y les arrebataron los viejos privilegios de que habian gozado tanto tiempo a nuestras expensas. Nuestros antepasados se mezclaron con los derrotados que sobrevivieron. En unas cuantas generaciones, la raza blanca quedo borrada, diluida, perdida. No se ha visto una cara blanca en la tierra desde antes de la terrible Era de la Superpoblacion, desde hace mil quinientos anos, digamos. Y ahora… Ahora el senorito recesivo Gunpat nos obsequia con una carita tan blanca como quepa imaginar. ?Que le dieron en el Centro de Apareamiento? ?Una mujer de las cavernas?

Gunpat estallo, agitando un puno ante la pantalla.

– ?Esta despedido, Smithlao! -gruno-. ?Esta vez ha ido demasiado lejos, incluso para un sucio y apestoso psicodinamico! ?Larguese! ?Larguese y que no le vuelva a ver jamas!

Bruscamente, Gunpat ordeno a gritos a su autooperador que le pusiera en conexion con la conferencia. Estaba de un humor perfecto para enfrentarse a Automocion y sus estafadores Colegas.

Cuando la imagen de Gunpat desaparecio de la pantalla, Smithlao exhalo un suspiro de alivio. El suplemento de agresividad habia sido administrado. El supremo logro en su profesion consistia en que el paciente le echara con cajas destempladas al final de su tarea. Gunpat se apresuraria a contratarle en la proxima ocasion. Con todo, Smithlao no se sentia satisfecho. En su trabajo, se precisaba de una exploracion completa de la psicologia humana. Tenia que conocer con exactitud los puntos debiles de la constitucion de un hombre. Manipulando dichos puntos con la destreza precisa, lograba que el individuo se pusiera en accion.

Porque, sin esa accion, los hombres eran facil presa del letargo, fardos andrajosos transportados por maquinas. Los antiguos impulsos habian muerto y abandonado a sus duenos.

Smithlao permanecio sentado en su lugar, analizando el pasado y el futuro.

Al agotar el suelo, el hombre se habia agotado a si mismo. La psique y un humus viciado resultaban incompatibles. Asi de logico, asi de sencillo.

Tan solo las menguantes corrientes de agresividad y colera prestaban al hombre el impetu suficiente para continuar. De lo contrario, quedaba reducido a una pieza inservible en su mundo mecanizado.

«Asi es como se extingue una especie», penso Smithlao. Sentia cierta curiosidad por saber si a alguien mas se le habria ocurrido pensarlo. Quizas el gobierno imperial lo supiera todo al respecto, pero carecia de poder para solucionarlo. Al fin y al cabo, ?que mas cabia hacer aparte de lo que ya se estaba haciendo?

Smithlao era un hombre superficial, cualidad inevitable en una sociedad deslindada en castas, tan debil como para no enfrentarse a si misma. Habiendo descubierto el aterrador problema, decidio olvidarlo, eludir su impacto, esquivar toda posible implicacion personal. Lanzo un granido a su silla inmovil, dio media vuelta y resolvio volver a su casa.

Dado que los robots de Gunpat habian desaparecido, Smithlao efectuo a solas el trayecto de vuelta. Salio de la vivienda y se dirigio hacia su vehiculo de helice, que permanecia silencioso bajo los altos olmos.

Antes de que la silla movil se reincorporara al vehiculo madre, un movimiento llamo la atencion de Smithlao. Medio oculta junto a un mirador, Ployploy se apoyaba en una esquina de la casa. Smithlao salio de su vehiculo en un repentino impulso de curiosidad. El aire se movia. Ademas, apestaba a rosas, nueces y cosas verdes, que se oscurecian para dar la impresion del otono. La situacion resultaba espantosa para Smithlao, pero el asomo de un deseo de aventura le obligo a quedarse.

La muchacha no miraba en su direccion, sino que atisbaba la barricada de arboles que la separaba del mundo exterior. Al acercarse Smithlao, Ployploy dio la vuelta hacia la parte trasera del edificio, sin desviar la mirada. El psicodinamico la siguio con precaucion, aprovechando la proteccion que le brindaba un pequeno macizo. Cerca de alli, un robot jardinero esgrimia sus tijeras sin fijarse en la presencia de Smithlao.

Ployploy habia llegado ya a la parte de atras. En aquel lugar, la tendencia rococo de la antigua Italia se habia combinado con el genio chino para dar un portalon y un techo extravagantes. las balaustradas se alzaban y descendian, las escaleras recorrian arcos circulares, y los aleros, de color gris y azul celeste, casi tocaban el suelo. Pero todo el conjunto presentaba un aspecto tristemente descuidado. Las enredaderas, insinuando ya su triunfo futuro, porfiaban por debilitar las estatuas de marmol. Infinidad de petalos de rosa obstruian las escaleras. Y el conjunto formaba un fondo ideal para la solitaria figura de Ployploy. La muchacha tenia una cara muy blanca, con la unica excepcion del rosa de sus delicados labios. Su cabello, de un intenso negro, colgaba libre en cola de caballo desde la nuca hasta la cintura. Ployploy parecia loca de verdad. Sus ojos melancolicos escudrinaban los grandes olmos, como si estos se interpusieran en su linea de vision. Smithlao se volvio sin querer para descubrir que oteaba Ployploy con tanta ansiedad.

Y en aquel instante, el salvaje se abrio paso a traves de la espesura que crecia entre los troncos de los olmos.

Un repentino chaparron, pasajero como una nube de verano, hizo resonar las secas hojas de los arbustos. Mientras duro la lluvia, Ployploy no cambio de posicion. El salvaje no la miro ni una sola vez. Luego salio el sol, derramando las sombras de los olmos sobre la casa. Y en todas las flores lucio una gota de lluvia, como una gema.

Smithlao volvio al tema de su meditacion en el interior de la casa. Y en ese momento, le anadio un anexo: seria tan facil para la naturaleza empezar de nuevo cuando el hombre parasito se extinguiera…

Aguardo en tension, sabiendo que un pequeno drama iba a desarrollarse ante sus ojos. Un diminuto objeto con ruedas se escabullo al otro lado del rutilante cesped, subio a saltos las escaleras y desaparecio de la vista al cruzar un arco. Se trataba de un guarda del limite de la propiedad, dispuesto a dar la alarma.

Volvio en seguida, acompanado de cuatro grandes robots. Smithlao reconocio a uno de ellos como la maquina parecida a un sapo que le habia interrogado a su llegada. Cinco amenazas de forma distinta rodaron resueltamente entre los macizos de rosales. El robot jardinero murmuro algo para si, abandono su poda y se unio a la procesion que marchaba hacia el salvaje.

«Ni siquiera tiene tantas oportunidades como un perro», se dijo Smithlao para sus adentros. La frase revistio un enorme significado, puesto que todos los perros, tras ser declarados innecesarios, habian sido exterminados hacia largo tiempo.

El salvaje habia atravesado la barrera de arbustos y llegado al borde del cesped. Rompio una rama cubierta de hojas y se la metio por el escote de la camisa, de modo, que oscureciera parcialmente su cara. Despues, coloco otra rama en sus pantalones. Al irse aproximando los robots, el hombre se detuvo y levanto los brazos por encima de su cabeza, con una tercera rama entre sus manos.

Las seis maquinas le rodearon.

El robot sapo emitio un clic, como si estudiara lo que debia hacer a continuacion.

– Identifiquese -ordeno.

– Soy un rosal -contesto el salvaje.

– Los rosales tienen rosas. Usted no tiene rosas. Usted no es un rosal -rechazo el sapo mecanico.

Su arma de mayor tamano, la mas alta, se puso al nivel del plexo solar del salvaje.

– Mis rosas se han marchitado ya. Pero todavia conservo las hojas. Pregunta al jardinero, si no sabes que es una hoja.

– Esta cosa es una cosa con hojas -afirmo al momento el jardinero, con voz profunda.

– Se lo que son las hojas. No me hace falta preguntar al jardinero. Las hojas son el follaje de los arboles y las plantas, lo que les da su apariencia verdosa -dijo el sapo.

– Esta cosa es una cosa con hojas -repitio el jardinero. Y para clarificar bien el asunto, anadio-: Las hojas le dan una apariencia verdosa.

– Se lo que son las cosas con hojas -replico el sapo-. No me hace falta preguntarte, jardinero.

Parecio que iba a estallar una discusion, interesante aunque limitada, entre los dos robots, pero en ese momento intervino otra de las maquinas.

– Este rosal habla -dijo.

– Los rosales no pueden hablar -aseguro de inmediato el sapo.

Despues de haber producido esta perla, el robot quedo en silencio, quiza meditando sobre la extraneza de la vida. Luego, anadio lentamente:

– Por lo tanto, o este rosal no es un rosal, o este rosal no ha hablado.

– Esta cosa es una cosa con hojas -empezo de nuevo el jardinero-. Pero no es un rosal. Los rosales tienen estipulas. Esta cosa no tiene estipulas. Es un cambron. Se le conoce tambien como espino cerval.

Este conocimiento tan especializado superaba sin la menor duda el vocabulario del sapo. Siguio un tenso

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