silencio.
– Soy un cambron -dijo al fin al salvaje, manteniendo su postura-. No puedo hablar.
Ante esto, todas las maquinas prorrumpieron en un chorro de palabras, moviendose toscamente en torno al salvaje para observarle mejor e interceptandose unas a otras durante el proceso. Por ultimo, la voz del sapo se elevo por encima del parloteo metalico:
– Sea lo que sea esta cosa con hojas, debemos arrancarla. Hay que exterminarla.
– No te corresponde a ti arrancarla. Ese es un trabajo de jardinero -dijo este.
Hizo girar sus tijeras, desplego una poderosa guadana y ataco al sapo. Sus toscas armas resultaban inefectivas frente a la armadura de este ultimo, que no obstante comprendio que habian llegado a un punto muerto en sus investigaciones.
– Nos retiraremos para preguntar a Charles Gunpat que debemos hacer -dijo-. Eso haremos.
– Charles Gunpat esta en una conferencia -replico el robot explorador-. Charles Gunpat no debe ser molestado durante una conferencia. Por lo tanto, no debemos molestar a Charles
– Por lo tanto, debemos esperar a Charles Gunpat -decidio el sapo sin inmutarse.
Empezo a avanzar, seguido de los otros, pasando cerca de donde se hallaba Smithlao. Todos los robots subieron las escaleras y desaparecieron en el interior de la casa.
Smithlao no pudo por menos que maravillarse ante la serenidad del salvaje. Seguia vivo por verdadero milagro. De haber intentado correr, habria muerto al instante, ya que los robots habian sido programados para enfrentarse a una situacion semejante. Tampoco le habria salvado su enganoso lenguaje, pese a toda su inspiracion, de haberse tratado de un solo robot, porque un robot es una criatura con un proposito unico. En compania, no obstante, los robots padecen de un defecto que a menudo perturba tambien las reuniones humanas, aunque en menor medida: la tendencia a exhibir su logica a expensas del objeto de la reunion.
?Logica! En eso radicaba el problema. A ella, y solo a ella, debian atenerse todos los robots. El hombre poseia logica e inteligencia, por lo que se las arreglaba mejor que sus robots. Pese a ello, estaba perdiendo la batalla contra la naturaleza. Y la naturaleza, como los robots, solo usaba la logica. Una paradoja sobre la cual el hombre no podia triunfar.
En cuanto la fila de maquinas hubo desaparecido en el interior de la casa, el salvaje atraveso corriendo el cesped y subio el primer tramo de escaleras, abriendose paso hacia la inmovil figura de la muchacha. Smithlao se deslizo detras de un haya para espiarles mas de cerca. Se sentia como un pervertido, al observarles sin pantalla interpuesta, pero no se decidia a apartarse del lugar. El salvaje se aproximaba ya a Ployploy, caminando con lentitud por la terraza, como hipnotizado.
– Te has mostrado muy astuto -le dijo ella. Su blanco rostro tenia ahora las mejillas sonrosadas.
– Me he mostrado muy astuto durante todo un ano a fin de encontrarte.
Pero sus recursos, que le habian llevado hasta la muchacha, le abandonaron ahora, dejandole desamparado. Era un joven delgado y vigoroso, con las ropas raidas y la barba descuidada.
– ?Como me has encontrado? -pregunto Ployploy.
Su voz, a diferencia de la del salvaje, apenas llegaba hasta Smithlao. Una expresion perturbadora, tan caprichosa como el otono, jugueteaba en el semblante de la mujer.
– Fue una especie de instinto…, como si te oyera llamarme -explico el salvaje-. Todo lo susceptible de ir mal en el mundo, va mal…
uiza seas tu la unica mujer del mundo que todavia ama. Quiza sea yo el unico hombre capaz de corresponderte. Por eso he venido. Un impulso natural, ya que no podia bastarme por mi mismo.
– Siempre sone que llegaria alguien -suspiro ella-. Y durante varias semanas, he sentido…,
– Debemos actuar con rapidez, amor mio. Trabaje en cierta ocasion con robots… Ya te habras dado cuenta de que los conozco bien. Si logramos salir de aqui, dispongo de un avion robot que nos llevara muy lejos, a cualquier parte. A una isla quiza, donde las cosas no se presenten tan dificiles. Pero hemos de irnos antes de que regresen las maquinas de tu padre.
Dio un paso hacia Ployploy.
La muchacha alzo una mano.
– ?Espera! -le imploro-. No es tan sencillo. Debes saber algo primero… El…, el Centro de Apareamiento me nego el derecho a procrear. Seria mejor que no me tocaras.
– ?Odio al Centro de Apareamiento! -exclamo el salvaje-. Odio todo lo que se refiera al regimen dominante. Nada de lo que hagan nos afectara de ahora en adelante.
Ployploy apretaba los punos detras de su espalda. El color habia abandonado sus mejillas. Una fresca lluvia de petalos de rosas muertas cayo sobre su vestido, mofandose de ella.
– Resulta tan desalentador -dijo-. No lo comprendes…
El salvajismo del hombre habia sido humillado.
– Lo he dejado todo para encontrarte a ti -dijo abatido-. Solo deseo abrazarte.
– ?Es eso todo, realmente todo, lo que deseas en el mundo?
– Lo juro -replico con sencillez.
– Entonces, ven y tocame.
Y ese fue el instante en que Smithlao vio el brillo de una lagrima en el ojo de la muchacha.
La mano que el salvaje extendio hacia ella fue ascendiendo hacia su mejilla. Ployploy permanecio impavida en la terraza gris, con la cabeza muy erguida. La amorosa mano rozo suavemente el semblante femenino. La explosion fue casi instantanea.
Casi. Los traicioneros nervios de la epidermis de Ployploy tardaron una fraccion de segundo en analizar el contacto como perteneciente a otro ser humano y transmitir el hallazgo a los centros nerviosos. El bloqueo neurologico implantado por el Centro de Apareamiento en todos los individuos rechazados para la procreacion, en prevision de una contingencia como la actual, entro en accion de inmediato. Todas las celulas del organismo de Ployploy liberaron su energia en un jadeo devorador. Con tanta eficacia que el salvaje perecio tambien en la explosion.
Si, penso Smithlao, habia que admitir la pulcritud del procedimiento. Y su logica, una vez mas. En un mundo al borde mismo de la inanicion, ?de que otro modo evitar que los indeseables procrearan? Logica entre logica, la del hombre opuesta a la de la naturaleza… Eso causaba todas las lagrimas del mundo.
Atraveso el goteante plantio, encaminandose hacia su vehiculo de helice, ansioso por marcharse antes de que los robots reaparecieran. Las destrozadas figuras de la terraza permanecian inmoviles, ya semicubiertas por las hojas y los petalos. El viento rugio como un inmenso oceano triunfante en las copas de los arboles. Resultaba apenas sorprendente que el salvaje no conociera el disparador neurologico. Pocas personas lo conocian: psicodinamicos, el Consejo de Apareamiento… y los mismos rechazados, claro esta. Si, Ployploy supo lo que iba a suceder. Habia elegido esa muerte con toda deliberacion.
«Siempre dije que era una lunatica», penso Smithlao. Rio entre dientes y monto en su maquina, meneando la cabeza mientras meditaba sobre la locura de Ployploy.
Un maravilloso argumento para enfurecer a Charles Gunpat la proxima vez que necesitase un suplemento de agresividad.
Ozymandias
Robert Silverberg
de
La relativamente simple cuestion de cual es el escritor de ciencia ficcion que ha utilizado mas seudonimos no tiene facil respuesta. Se han de tener en cuenta los nombres literarios compartidos en colaboraciones, los seudonimos aplicados por las editoriales y los alias usados fuera de la novelistica. Ciertamente, entre los que gozan de los mayores honores se encuentran John Russell Fearn, E. C. Tubb, Henry Kuttner, R. Lionel Fanthorpe y