los miembros realmente importantes de la expedicion, y nosotros, simple lastre. En cierta forma, tuvimos que admitirlo. La tension se apoderaba una vez mas de nuestro gravemente desunido planeta. No se sabia cuando el Otro Hemisferio saldria de su inmovilidad de un siglo y decidiria lanzarse de nuevo al espacio, Si habia algo de valor militar, debiamos encontrarlo antes que ellos.

La sempiterna carrera de armamentos. ?Animo! Las viejas historias espaciales hablaban de expediciones terrestres. Bien, nosotros eramos la Tierra, visto de modo abstracto… En realidad, eramos de America. Y punto. La unidad mundial seguia siendo una idea tan fantastica como trescientos anos antes, en la remota y primitiva era del cohete espacial con propulsores quimicos. Amen. Fin del sermon. ?A trabajar!

El planeta no tenia nombre y no le dimos ninguno. Una comision especial de la denominada por eufemismo Organizacion de las Naciones Unidas se ocupaba del problema de asignar nombres a los centenares de planetas de la galaxia, siguiendo la vieja idea de copiarlos de antiguas mitologias terrestres, de modo analogo a la nomenclatura Mercurio-Venus-Marte de nuestro sistema solar.

Sin duda acabarian por dar a este mundo un nombre como Thot, o Bel-Marduk, o quizas Avalokitesvara. Para nosotros, era el cuarto planeta del sistema perteneciente a un sol procionoide blanco-amarillento F5 IV, numero 170861 del Catalogo HD Revisado. Poco mas o menos de tipo terrestre, con un diametro de 9.800 kilometros y un indice de gravedad de 0,93, tenia una temperatura media de 70°c, con una fluctuacion diaria aproximada de diez grados, y una atmosfera tenue y desagradable, compuesta en su mayoria por dioxido de carbono, con vestigios de helio y nitrogeno y apenas una pizca de oxigeno. Muy posiblemente, el aire habia sido respirable para seres humanoides hacia un millon de anos… Pero de eso hacia un millon de anos. Tuvimos buen cuidado de probar nuestras mascaras de oxigeno antes de aventurarnos a salir de la nave.

El sol, como ya he dicho, era un F5 IV y bastante calido, pero el planeta cuarto se hallaba a trescientos millones de kilometros de el en el perihelio y bastantes mas cuando llegaba al otro extremo de su orbita, mas bien excentrica. La excelente y antiquisima elipse de Kepler resultaba bastante maltratada en este sistema. El planeta cuarto me recordo en muchos aspectos a Marte, con la excepcion logica de que este jamas habia albergado vida inteligente de tipo alguno (al menos, no se preocupo de dejar ningun vestigio de su existencia), en tanto que el planeta en cuestion habia poseido una civilizacion floreciente en la epoca en que los pitecantropos eran los seres mas adelantados de la Tierra.

En cualquier caso, en cuanto aclaramos el asunto de si ibamos a quedarnos o despegar y encaminarnos hacia el siguiente planeta de nuestro programa, los cinco nos pusimos a trabajar. Sabiamos que solo disponiamos de una semana. Mattern no nos concederia la menor prorroga, a menos que nos presentaramos con algo lo bastante bueno para forzarle a cambiar de opinion, cosa muy improbable. Deseabamos adelantar todo lo posible en dicha semana. Con tantos planetas como hay en el universo, tal vez este no recibiera nunca mas la visita de los cientificos del nuestro.

Mattern y sus hombres nos comunicaron al momento su decision de colaborar, aunque de mala gana y lo menos posible. Preparamos los tres pequenos semitractores anejos a la nave y los dejamos listos para funcionar. Los cargamos con nuestro equipo (camaras, picos y palas, cepillos de pelo de camello) y nos pusimos las mascaras de oxigeno. Los hombres de Mattern nos ayudaron a sacar los semitractores y nos indicaron la direccion correcta.

Luego, retrocedieron y aguardaron a que nos fueramos.

– ?Ninguno de ustedes piensa acompanarnos? -pregunto Leopold.

Los semitractores podian transportar hasta cuatro hombres.

– No -contesto Mattern-. Vayan ustedes solos hoy y hagannos saber lo que descubren. Aprovecharemos mejor el tiempo arreglando el archivo y poniendo al dia el diario de navegacion.

Note que Leopold empezaba a enfadarse. Mattern le demostraba abiertamente su desprecio. Sus hombres podrian al menos efectuar una busqueda formal de materiales fisionables o fusionables. Pero Leopold se trago el enfado.

– Muy bien -dijo-. Hagan lo que quieran. Si nos topamos con alguna veta de plutonio, avisare por radio.

– ?Claro! Gracias por el favor. Hagame saber si tambien encuentran una mina de cobre. -Solto una carcajada. ?Plutonio en bruto! Y a lo mejor, hasta habla en serio…

Habiamos elaborado un croquis aproximado de la zona y nos separamos en tres grupos. Leopold, solo, puso rumbo al oeste, hacia el seco lecho de un rio que habiamos atisbado desde el aire. Supongo que se proponia examinar los depositos de aluviones.

Marshall y Webster, compartiendo el segundo semitractor, partieron en direccion a la parte montanosa, situada al sudeste de nuestro punto de aterrizaje. En aquel lugar, parecia haber enterrada en la arena una ciudad bastante grande. Gerhardt y yo, en el otro vehiculo, nos dirigimos hacia el norte, donde esperabamos encontrar restos de otra ciudad. El dia era frio y ventoso. La omnipresente arena que cubria el planeta formaba pequenas dunas delante de nosotros, y el viento la lanzaba en grandes cantidades contra el techo de plastico que cubria nuestro transporte. Bajo las orugas del vehiculo, el metal hacia crujir una arena que no habia sido hollada durante milenios.

Ninguno de los dos hablo al principio.

– Espero que la nave siga en su sitio cuando volvamos a la base -fue lo primero que dijo Gerhardt.

Frunci el ceno y me volvi a mirarle sin abandonar el volante. Gerhardt siempre habla sido un enigma para mi, un hombrecillo de cabello castano desordenado que le caia sobre los ojos, demasiado juntos. Poseia un titulo de la Universidad de Kansas y habia formado parte durante cierto tiempo del claustro de este centro, ocupacion en la que se habia distinguido, o asi decian sus antecedentes.

– ?A que demonios te refieres? -pregunte.

– No confio en Mattern. Nos odia.

– ?Por que ha de odiarnos? Mattern no es ningun canalla. Solo un tipo que quiere terminar su trabajo y volver a casa. Pero ?que has querido decir con eso de que la nave no estara en su sitio?

– Despegara sin nosotros. Ya has visto como nos ha enviado al desierto y se ha quedado alli con sus hombres. ?Puedes creerme, nos abandonara aqui!

– No seas paranoico -dije con un resoplido-. Mattern no hara nada semejante.

– Nos considera un peso muerto en la expedicion. ?Y cual es la mejor manera de librarse de nosotros?

El semitractor trepo penosamente un montecillo del desierto. Desee oir al menos un buitre graznando en alguna parte, pero ni siquiera eso ocurrio. La vida habia desaparecido del planeta miles de anos atras.

– A Mattern no le resultamos de gran utilidad -dije-. ?Por que negarlo? Pero ?se atreveria a despegar, abandonando tres semitractores en perfecto estado? ?Le crees capaz de eso?

Fue una buena objecion. Al cabo de unos momentos, Gerhardt dejo escapar un grunido de asentimiento. Mattern jamas abandonaria una parte del equipo, por mucho que dejara de albergar los mismos escrupulos con respecto a cinco inutiles arqueologos.

Avanzamos en silencio durante mas tiempo que la vez anterior. Ya habiamos cubierto treinta y dos kilometros de un terreno yermo. A juzgar por lo que se veia, mas nos hubiera valido permanecer junto a la nave. Por lo menos, alli habia una capa superficial de cimientos de edificios.

Otros quince kilometros, y llegamos a nuestra ciudad. Presentaba un diseno lineal, con no mas de ochocientos metros de anchura y extendiendose hasta el limite de nuestra vision, mil o mil cien kilometros. Si nos daba tiempo, comprobariamos sus dimensiones desde el aire.

Como es logico, poco quedaba de la ciudad. La arena habia cubierto todo a la perfeccion, pero alcanzamos a ver cimientos sobresaliendo aqui y alla, restos de hormigon estructural y metal reforzado, desgastados por los anos. Salimos del vehiculo y preparamos la pala mecanica.

Una hora mas tarde, sintiendo cl pegajoso sudor bajo nuestros livianos trajes espaciales, habiamos logrado apartar algunos miles de metros cubicos de tierra a una zona situada a diez metros de distancia. Habiamos excavado un impresionante agujero en el suelo.

Para nada…

Para nada. Ni un artefacto, ni un solo craneo, ni siquiera un diente amarillento. Ni cucharas, ni cuchillos, ni sonajeros…

Nada. No encontramos nada de nada.

Los cimientos de algunos de los edificios, si bien reducidos a fragmentos, habian soportado un millon de anos

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